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“Pensé que nos iban a matar uno por uno”: el drama de los menores que huyen de la violencia en Centroamérica

Cuando supo que su tío había sido asesinado, Williams creyó que los responsables matarían a toda su familia. No lo pensó más. El adolescente de 17 años tenía varias semanas con la idea de abandonar Honduras y probar suerte en México.

Más de 40.000 niños y adolescentes de América Central escaparon de la violencia hacia México. GETTY IMAGES

Más de 40.000 niños y adolescentes de América Central escaparon de la violencia hacia México. GETTY IMAGES

La muerte de su tío fue como un resorte que impulsó su decisión. Una mañana le dijo a su madre que se iba al norte, y emprendió el camino con otros menores.

“No quise esperar a la muerte”, le cuenta a BBC Mundo en Ciudad de México. “Pensé que la iban a agarrar con toda la familia, que nos iban a matar uno por uno”.

Así, hace tres meses emprendió el viaje al norte con otros jóvenes hondureños.

Ahora el chico se encuentra en el Centro de Protección Internacional para Adolescentes “En el Camino”, ubicado en un barrio del centro-norte de la capital.

El espacio fue diseñado para albergar a niños y adolescentes que se ven obligados a huir de Centroamérica por la violencia de pandillas.

También suele refugiar a mujeres en condición de riesgo. Es el único albergue de este tipo en la región.

Algunos esperan una visa humanitaria para moverse por México sin riesgo de deportación. Otros buscan refugio permanente en el país, pues no quieren seguir a Estados Unidos.

BBC Mundo conversó con algunos de los refugiados. Éstas son dos de sus historias.

Trabajar en “zona prohibida”

Hace unos meses, bajo la puerta de la casa de Gladys en El Salvador apareció un mensaje: tenía una semana de plazo para reunir US$1.500 como cuota para la pandilla Mara 18.

Ya antes había recibido amenazas porque trabajaba en una zona controlada por el grupo rival, la Mara Salvatrucha o MS13.

Y sólo porque en su barrio la pandilla local creía que apoyaba al enemigo.

“Donde vivía era controlada por la (Mara) 18 y (según ellos) no tenía por qué irme a un lugar que era MS”, le cuenta a BBC Mundo.

“Para ellos, aunque una no esté involucrada, estar en zona prohibida te hace un enemigo”.

Pero Gladys, una madre soltera de 24 años, les dijo que no podía dejar su empleo pues era la única forma de sostener a sus dos hijos.

Entonces las amenazas subieron de tono.

“Me dijeron que tenía una semana para reunir US$1.500 o si no mis hijos, lo que yo más quería, iban a pagar las consecuencias”.

No tuvo alternativa.

A principios de junio la familia se mudó de la casa donde habían vivido varios años.

Para salvar su vida, el 19 de junio, Gladys abandonó El Salvador. “Fue más que todo por mis hijos, me tocó salir con el dolor de mi alma y dejarlos”.

“Te fuerzan a salir del país”

Después de llegar a Guatemala la mujer cruzó en una balsa el Río Suchiate y después en taxis, camiones de carga o a pie atravesó Chiapas, con otros 13 migrantes.

Pero una noche empezó la pesadilla. “Cinco del grupo andaban armados con machete, se pusieron a fumar droga y a beber”, recuerda.

“Uno de ellos hirió a dos, a otro le fregó (lastimó) su mano. Trató de hacerme daño pero mi pareja le dio con un cordón y logramos separarnos de él”.

Cuando lograron salir de la brecha donde fue el ataque encontraron a un taxista que los llevó a Juchitán, en el Istmo de Oaxaca, y después llegaron al albergue “Hermanos en el Camino” de Ixtepec, donde operaba antes de mudarse a la capital mexicana.

Horas después, sus agresores aparecieron en el refugio, “pero ya habíamos hablado cómo eran entonces los agarraron y deportaron”.

Gladys se quedó sola porque su pareja regresó a El Salvador. Luego se enteró que las personas que los habían atacado volvían a Ixtepec.

Cuando supo que el sacerdote Solalinde preparaba la mudanza del albergue de adolescentes a Ciudad de México le pidió que la llevara con ellos.

“No”, fue la respuesta.

“Sentí que se me venía el mundo encima, no quería estar en Ixtepec” recuerda.

“Me sentía muy sola, desesperada, no sabía nada de mis hijos, no podía hablar con ellos y no tenía dinero”.

Pero el día que partió el grupo, el sacerdote le dio una oportunidad. Ahora permanece en Ciudad de México, a la espera de seguir su viaje a Estados Unidos.

“Es muy difícil pensar que lo amenazan a uno de muerte y que te van a quitar lo que más quiero en la vida: mis hijos”, dice.

“Es súper temeroso salir del país y pensar lo que te pueda pasar, pero son decisiones que uno tiene que tomar. Lo fuerzan a salir del país”.

“Pensé que seguirían con todos”

Hasta hace unos meses, Williams tenía una vida muy tranquila en Francisco Morazán, un departamento cercano a la capital de Honduras.

Casi nunca salía de su casa y por eso no tenía problemas con nadie. A diferencia de otros adolescentes de su edad, al chico de 17 años nunca lo molestaron las pandillas.

Pero entonces uno de sus tíos fue asesinado. El joven cree que fue porque sacrificó unas cabezas de ganado que no eran suyas.

“Como no lo podía agarrar ni la Policía, entonces los dueños lo mataron”, cuenta a BBC Mundo.

“Pensé que iban a seguir con todos, que uno por uno nos iban a ir matando. Pero gracias a Dios no sucedió”.

Pero nada aseguraba que la venganza ocurriera en cualquier momento, y hace tres meses el adolescente se fue de Honduras.

“Mi mamá no me quería dejar venir, la tuve que engañar. Le dije que me iban a ayudar a sacar una licencia para moto-taxi y trabajar allá”.

“Un día en la noche que preparé mi maleta me preguntó: '¿Vas a trabajar Williams?”. No, le dije, ya me voy para México. Entonces se metió a su cuarto”.

Unos días después recibió una sorpresa. “No sé lo que hizo, pero cuando llegamos a la frontera de Guatemala y alquilamos un cuarto me dieron una carta que había escrito ella”.

“Ahí la he traído. No me gusta hablar de lo que dice”.

“Quiero estudiar”

Tampoco quiere hablar mucho del viaje. Sólo dice que durante más de un mes caminó “por todo Chiapas” hasta llegar a Ixtepec.

“Gracias a Dios no me pasó nada”, reflexiona.

Williams permaneció unos días en el albergue Hermanos en el Camino, y luego se mudó con otros adolescentes a la capital mexicana.

Hasta ahora no tiene claro si en algún momento seguirá el viaje a Estados Unidos.

Por lo pronto, quiere quedarse en México para estudiar “algo de derecho” aunque todavía no concluye la educación secundaria.

Volver a Honduras no es opción, confiesa. “Casi no hay trabajo, las maras se meten, ellos protegen a su gente, cobran impuestos de protección”.

Por el momento, su familia se encuentra tranquila, pero en el fondo siempre queda la posibilidad de alguna agresión.

En su casa no hay muchas formas de protegerse. “Me crié con mi madre, a mi padre sólo lo veo de vez en cuando y me pregunta cómo estoy y ya”, dice.

Mientras, sigue en el albergue a la espera de alguna oportunidad… y de conocer más Ciudad de México.

“Es muy grande, nunca pensé que sería así de este tamaño”.

Miles de menores migrantes

El Centro de Protección Internacional para Adolescentes en el Camino fue creado por el sacerdote Alejandro Solalinde, quien fundó uno de los primeros refugios para centroamericanos en México.

Es una respuesta a la nueva oleada de niños, adolescentes y familias enteras que desde hace dos años cruzan diariamente la frontera mexicana.

No se sabe cuántos han llegado al país en los últimos meses.

El comisionado del gubernamental Instituto Nacional de Migración, Ardelio Vargas, dijo que en el último año las autoridades han “asegurado” (detenido) a más de 40 mil menores.

El 38% de ellos eran menores de 11 años de edad, y casi la mitad, el 48%, viajaban solos.

La mayoría escapan de la violencia dice el sacerdote Solalinde, quien fundó uno de los primeros refugios para centroamericanos en México.

Originalmente la casa para menores migrantes estaba en Oaxaca, pero por razones de seguridad se mudó a la capital mexicana.

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