La agencia de noticias Amaq, considerada un medio oficial del grupo extremista, dijo que Adnani fue atacado mientras supervisaba la preparación de sus militantes en Alepo.
BBC NEWS MUNDO
¿Podrá sobrevivir el autodenominado Estado Islámico a la muerte de sus principales líderes?
El autodenominado Estado Islámico anunció el martes pasado la muerte de Abu Mohamed al Adnani, su portavoz desde 2010.
Tanto Rusia como Estados Unidos se atribuyen el ataque que acabó con la vida de Abu Mohamed al Adnani. AFP
El gobierno de Estados Unidos afirmó que el dirigente islamista fue blanco de un bombardeo quirúrgico en al Bab, el segundo bastión más importante para EI en Siria, después de Raqqa.
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Rusia también se atribuyó la autoría de la muerte de quien es considerado uno de los yihadistas más importantes del último lustro.
Adnani, cuyo verdadero nombre era Taha Subhi Fallaha, nació en la localidad de Binnish, en una zona rural del noroeste de la provincia siria de Idlib.
En 2014, estuvo encargado de supervisar la ocupación por parte de EI de gran parte del norte y del occidente de Irak.
Adnani pertenecía a un puñado de líderes de Estado Islámico que quedaba de la generación que fundó el grupo tras la invasión de Irak en 2003.
Ese mismo núcleo de dirigentes tuvo que reconstruir la organización tras el retiro de las tropas estadounidenses en 2010.
Y en 2014, Adnani asumió funciones de liderazgo mientras el grupo tomó control de un área del tamaño de Reino Unido.
Antes de su muerte, el EI había perdido 50% del territorio que controlaba en Irak y 20% en Siria, pero aún mantenía dominio de un área del tamaño de Grecia.
Múltiples roles
Si gran parte del atractivo original del Estado Islámico surgió de su pretensión de haber establecido un califato en Irak y Siria en junio de 2014, el impacto de las pérdidas constantes pone a prueba la capacidad del grupo de perdurar.
Se discute menos, sin embargo, si el grupo extremista será capaz de sobrevivir a la aniquilación de los líderes que hicieron de esa organización lo que es hoy.
De acuerdo con Khaled al Qaysi, un iraquí experto en Estado Islámico, sólo dos de sus dirigentes principales todavía están vivos.
Una de las razones por las cuales los líderes desaparecidos cumplían distintos roles antes de morir es que el grupo depende de aquellos en quienes más confía para manejar sus operaciones.
Adnani, por ejemplo, era el portavoz del grupo pero también su emir general en Siria y el responsable de las acciones ejecutadas en el extranjero, principalmente en países occidentales.
Su probable sustituto como jefe de operaciones en el extranjero es Tirad al Jarba, un ciudadano saudita conocido por su nombre de guerra de Abu Mohamad al Shimali, es uno de los fundadores del grupo y que ya antes ha estado a cargo de los agentes que realizan ataques fuera del “califato”.
Otro ejemplo de cómo EI depende de sus dirigentes más antiguos para hacerse cargo de distintas tareas era Abu Ali al Anbari, quien se suicidó haciendo explotar una bomba luego de que las fuerzas estadounidenses lo emboscaran cerca de la frontera entre Siria e Irak en marzo pasado.
De acuerdo con un minucioso obituario publicado en al Naba, una revista de EI en árabe, a Anbari se le había pedido antes de morir que abandonara su papel de predicador en su pueblo natal Tal Afar, localizado cerca de Mosul, y asumiera la responsabilidad de llevar las finanzas de Estado Islámico.
Una fase de transición
La pérdida de la vieja guardia está agravando claramente los problemas del grupo y podría representar el mayor reto que ha enfrentado desde el alzamiento en su contra, instigado por Estados Unidos, de árabes sunitas en Irak entre 2005 y 2006.
Que logre sobrevivir o no a esta etapa de transición depende de cuánto los líderes fundadores llegaron a marcar y definir la organización.
La transmisión de la autoridad hacia los líderes de segunda y tercera generación ya está en marcha y es un proceso que podría afectar la orientación general que tome EI, así como su forma de actuar.
Los dirigentes emergentes crecieron dentro del grupo a medida que este pasó de ser una franquicia extranjera establecida por yihadistas veteranos a convertirse predominantemente en un grupo insurgente iraquí, para luego mutar nuevamente en un grupo híbrido local con una agenda global.
Muchos de ellos, además, crecieron bajo la ocupación de Estados Unidos en Irak y en un ambiente marcado por las tensiones sectarias y las guerras civiles.
La pérdida de sus viejos líderes podría, por tanto, inyectar nueva vida a EI, con nuevos comandantes más dogmáticos, más resistentes y ajustados a las dinámicas locales que sus antecesores.
Casi exactamente dos años después del lanzamiento de la operación militar liderada por Estados Unidos para degradar y, finalmente, destruir a EI, el grupo aún controla la mitad del territorio que llegó a dominar en Irak y Siria, incluyendo bastiones como Mosul y Raqqa.
Es posible que la mitad que aún falta por caer lo haga más rápido que la primera mitad, pero también podría durar más.
La capacidad de los líderes emergentes de mantener viva la organización dependerá de cómo organizan la lucha por el territorio que aún controlan.
Independientemente de lo próximo que ocurra, esta es una guerra larga y nadie debería esperar una solución rápida.