La hoz y el martillo, como ha de suponerse, ya no están entre sus símbolos, pero la bandera y el escudo bielorrusos son testimonio todavía de la nostalgia por una “época dorada” que los jóvenes que ahora protestan en sus calles ya no recuerdan: el pasado comunista.
BBC NEWS MUNDO
Protestas en Bielorrusia: el último país del mundo donde todavía funciona la KGB y qué papel ha tenido en las mayores manifestaciones de su historia
Es, tal vez, el último lugar del mundo donde la URSS parece que nunca cayó: en Bielorrusia, muchas calles llevan todavía los nombres de héroes soviéticos y efemérides gloriosas, la economía sigue estatizada, el ruso se enseña como segundo idioma y las viejas estatuas de Lenin o Stalin acompañan desde sus pedestales de mármol la vida cotidiana.
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En el centro de Minsk, sin embargo, la Plaza de la Independencia, centro neurálgico de las manifestaciones que desde hace más de un mes piden la salida del presidente Alexander Lukashenko, cambió de nombre: ya no se llama Lenin, como hasta hace unas décadas, y el Soviet Supremo, en uno de sus laterales, es ahora la Casa de Gobierno.
Pero otro edificio cercano, una rara mezcla de estilos neoclásico y estalinista, sigue no solo manteniendo el nombre, sino las funciones secretas que tenía desde que la nación era una república soviética: el Comité de la Seguridad del Estado o KGB, como todavía se conoce, por sus siglas en ruso, a la agencia nacional de inteligencia.
“Después de la disolución de la Unión Soviética en 1991, la KGB rusa se dividió en dos organizaciones: el FSB (Servicio Federal de Seguridad) y el SVR (Servicio de Inteligencia Exterior)”, le cuenta BBC Mundo la investigadora bielorrusa Sasha Razor, del Departamento de Estudios Eslavos de la Universidad de California en Los Ángeles.
“En Bielorrusia, sin embargo, la estructura organizativa permaneció intacta y, por lo tanto, mantuvo su nombre original: la KGB de la República Socialista Soviética de Bielorrusia se convirtió en la KGB de la República de Bielorrusia”, agrega.
La agencia bielorrusa fue la única de las existentes en todas las repúblicas soviéticas que mantuvo su nombre y que, incluso, conservó sus insignias de la era comunista, con ligeros cambios.
Y como ha pasado en otras ocasiones cuando ha habido protestas contra Lukashenko, la agencia ha vuelto a estar en el foco de los cuestionamientos durante las últimas semanas, cuando Bielorrusia ha vivido las mayores manifestaciones de su historia.
Los controvertidos resultados de las elecciones realizadas en agosto, que dieron por amplio margen la victoria al líder que ha gobernado el país durante los últimos 26 años, generaron una inusitada oleada de indignación en un país donde la disidencia política ha sido rigurosamente castigada por años.
Con las protestas, aparecieron también numerosas denuncias de detenciones arbitrarias, torturas, intimidación, interrogatorios y deportaciones forzadas en los que la KGB ha tenido un papel protagónico, según grupos opositores, organizaciones de derechos humanos y expertos.
“Por ejemplo, Maria Kolesnikova, la última miembro prominente de la oposición (además de Svetlana Alexievich) que todavía se encuentra en Bielorrusia, fue interrogada por la KGB, que la instó a abandonar el país”, recuerda a BBC Mundo Volha Charnysh, profesora de Ciencias Políticas del Instituto de Tecnología de Massachusetts.
La herencia soviética
Según cuenta Razor, la KGB en Bielorrusia, en su forma más semejante a la que existe actualmente, fue creada en 1954, poco después de la muerte de Stalin, sobre lo que se era entonces el Ministerio de la Seguridad del Estado.
Sin embargo, según la experta, se puede rastrear sus raíces hasta la Cheka o VChK (la Comisión Extraordinaria de toda Rusia) fundada en 1917 por Félix Dzerzhinsky, el creador del servicio de inteligencia bolchevique y uno de los personajes más sanguinarios de la era estalinista que nació, curiosamente, cerca de Minsk.
“Dado que la actual Bielorrusia nunca ha pasado por el proceso de desmantelar el legado comunista, la figura de Dzerzhinsky sigue siendo parte del paisaje cultural bielorruso”, indica.
“Hay varias calles llamadas Dzerzhinsky. (…) Hay una ciudad llamada Dzerzhinsk en la región de Minsk y el Museo Dzerzhinovo, en la casa donde nació Dzerzhinsky, es donde la KGB bielorrusa celebra sus eventos anuales“, agrega.
Charnysh comenta que este fenómeno, así como el hecho de que el nombre y los símbolos de la KGB se conservaran se explica en el hecho de que la era comunista no tuvo la misma connotación negativa en Bielorrusia que en países vecinos (como los bálticos) cuando la república se independizó a inicios de los 90.
“Esta visión relativamente positiva del pasado soviético y la falta de antagonismo hacia Rusia se deben al hecho de que Bielorrusia no obtuvo la condición de Estado independiente hasta 1991 (los intentos de declarar la independencia después de la Primera Guerra Mundial fracasaron)”, señala.
De acuerdo con la académica, esto no se debió a que la experiencia soviética en Bielorrusia fuera mucho mejor que en otras repúblicas soviéticas.
“En 1937, miles de bielorrusos (incluidos escritores, artistas y políticos) perecieron durante la Gran Purga de Stalin. Pero en la década de 1990, solo un pequeño segmento de la población bielorrusa veía el pasado soviético como un período de represión y estancamiento económico o percibía a Rusia como un vecino peligroso responsable del dominio soviético”, recuerda.
En su criterio, esto se vincula también con la enseñanza de la historia en el país, que ha tenido tradicionalmente un alto contenido prosoviético.
Olga Ivshina, experta en Bielorrusia del Servicio Ruso de la BBC, explica que esa visión nostálgica del pasado soviético se afianzó aún más bajo el gobierno de Lukashenko, quien fue el único miembro del parlamento bielorruso que votó en contra de la disolución de la URSS.
“A través de los años, Lukashenko ha tratado de preservar los símbolos soviéticos, porque están asociado al estado de bienestar que muchos recuerdan del pasado soviético. Fue una opción personal de él y fue desde mantener símbolos similares como la bandera y el escudo actuales hasta dejar el nombre a la KGB”, dice a BBC Mundo.
La actual KGB
Aunque conservó su nombre y su estructura interna tras la caída del bloque socialista, la KGB de Bielorrusia se ha ido modificando a lo largo de los años, a medida que afianza sus vínculos con el gobierno.
“Para Lukashenko, como para muchos líderes de las ex repúblicas soviéticas, era muy importante mantener buenas relaciones con la agencia de seguridad. De ahí que siempre fue muy cercano a sus líderes y realizó un proceso de transformación que lo llevó a él mismo a ser quien formalmente controla la KGB”, indica Ivshina.
Razor, por su parte, recuerda que la desaparición de la URSS también llevó a cambios sustanciales dentro de la agencia, que dejó estar subordinada directamente a Moscú.
“Si bien existe un acuerdo formal entre el FSB ruso y la KGB bielorrusa para intercambiar información, también ha habido reportes de algunas tensiones entre los dos servicios secretos y, en 2005, la dirección de la KGB bielorrusa pasó por una purga en la que todos los funcionarios que habían tenido vínculos previos con los servicios secretos soviéticos y rusos fueron despedidos”, señala.
De acuerdo con la analista, a pesar de esto, la KGB bielorrusa sigue utilizando el modelo soviético como ejemplo para sus operaciones.
“La KGB se asocia tradicionalmente con la represión de la disidencia política en el país y las detenciones de los líderes de las protesta. De hecho, alrededor del 80% de su actividad está orientada a la vigilancia y mantenimiento del control político del país”, indica.
La agencia ha sido señalada a lo largo de los años de estar detrás de las desapariciones o misteriosas muertes de políticos o figuras de la oposición y fue sancionada en 2010 por EE.UU. y la Unión Europea por represión de manifestantes y por detenciones arbitrarias y presuntas torturas en su famosa cárcel “Amerikanka”, en el centro de Minsk.
“Aquí fue donde, en la década de 1930, encarcelaron a la élite cultural del país antes de eliminarla en masa durante la Gran Purga (entre 1937 y 1941) y aquí es donde mantienen a los presos políticos de alto perfil en la actualidad, incluido el candidato presidencial de 2020 Viktor Babariko y su hijo Eduard Babariko”, recuerda Razor.
La agencia del “miedo”
Desde el inicio de las protestas en agosto pasado, la KGB bielorrusa ha sido señalada por varios organismos de derechos humanos y activistas de ser uno de los órganos detrás de la represión política que incluso Naciones Unidas ha condenado.
“La KGB está a cargo de investigar a las personas involucradas en las protestas. A menudo participan directamente en detenciones e interrogatorios”, afirma Charnysh.
Pero de acuerdo con la experta del MIT, la agencia ha sido también una carta de la política externa del gobierno tradicionalmente.
“Lukashenko también utiliza a la KGB en su campaña de propaganda y desinformación. Por ejemplo, recientemente afirmó que la KGB interceptó una discusión sobre Navalny entre Berlín y Varsovia que sugería que, después de todo, no había sido envenenado”, recuerda.
“En agosto de 2020, la KGB también participó en el arresto (de miembros) del grupo Wagner (una agencia de mercenarios rusos), un evento utilizado por Lukashenko para afirmar que las potencias extranjeras tienen como objetivo desestabilizar Bielorrusia y librar una guerra híbrida”, agrega.
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Pero de acuerdo con las expertas, la KGB bielorrusa, como su antecesora soviética, no solo se ha hecho conocida por la represión de activistas y figuras políticas.
También por volverse un objeto de temor cotidiano tanto entre intelectuales y artistas como ciudadanos comunes, que creen que sus conversaciones telefónicas son escuchadas o que son constantemente vigilados… Como en muchas ocasiones sucede, a veces, con situaciones surreales que parecen sacadas de un delirio.
Quizás uno de los momentos más peculiares en ese sentido aconteció una noche de 2007, cuando se presentaba una obra clandestina del Teatro Libre de Bielorrusia, una compañía que comenzó a montar libretos con temas políticos que pronto provocaron la ira Lukashenko.
La obra se había preparado en secreto: se presentaban cada día en diferentes locaciones, cambiaban también los lugares de los ensayos para no llamar la atención de la policía política.
Tanto actores como asistentes sabían al riesgo al que se sometían, pero ya a punto de comenzar la función, la tensión de la llegada había pasado…Todo estaba listo para el inicio de la obra. La audiencia se acomodó en sus asientos mientras se apagaban las luces y…
“Entonces llegaron la KGB y una división especial de la policía y nos dijeron que todos, incluida la audiencia, estábamos bajo arresto”, contó en 2011 a la BBC Natalia Kalieda, una de las fundadoras del Teatro Libre de Bielorrusia.
“Fue muy simpático porque entraron a la sala en el mismo momento en el que los actores debían subir a escena. Nadie de la audiencia reaccionó. Todo el mundo creyó que se trataba del inicio de la obra”.