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“Si EE.UU. expulsara a todos los mexicanos y latinoamericanos, se derrumbaría”: Antonio Turok, el fotógrafo que documenta desde hace 40 años conflictos en Centroamérica

Antonio Turok habla despacio, con calma, prolongando los silencios, meditando las respuestas. Su fotografía, en cambio, está llena de acción y deja preguntas en el aire.

html5-dom-document-internal-entity1-quot-endMi casa no es un burdelhtml5-dom-document-internal-entity1-quot-end, Oaxaca de Juárez, México, 2006. Foto:Antonio Turok

html5-dom-document-internal-entity1-quot-endMi casa no es un burdelhtml5-dom-document-internal-entity1-quot-end, Oaxaca de Juárez, México, 2006. Foto:Antonio Turok

Las imágenes parecen contradecir la realidad que reflejan, hallando momentos de paz en frentes de batalla y sonrisas en escenas de violencia.

Sitúa a sus personajes entre elefantes y esqueletos, contrapone flores con uniformes policiales y enfrenta el objetivo de su cámara al cañón de un rifle.

Turok (Ciudad de México, 1955) lleva cuatro décadas capturando conflictos o, como él prefiere llamarlos, “rebeliones”.

Fue el primer fotoperiodista en documentar el alzamiento zapatista.

Antes había cubierto la Revolución Sandinista y las guerras civiles de El Salvador y Guatemala, para después retratar en Oaxaca el movimiento magisterial, siempre desde un humanismo fotográfico lleno de romanticismo.

"Bienvenido, Mr. Trump", Washington D.C., 2017.
Antonio Turok
“Bienvenido, Mr. Trump”, Washington D.C., 2017.

También se interesó por la migración.

En 1989 se embarcó en “La bestia” —el “tren de la muerte” que une las fronteras norte y sur de México— cuando emprendía su camino por primera vez hacia Estados Unidos con decenas de migrantes subidos a su techo en busca del “sueño americano”.

Luego retrató la vida desde el otro lado: la de los latinos emigrados y los movimientos civiles tras las victorias de Barack Obama y Donald Trump.

“Mi pasión es tratar de entender la condición humana”, le dice a BBC Mundo. “Eso es lo que me preocupa”.

Su antología “La fiesta y la rebelión” (Era, 2018) es un recorrido por su trayectoria a través más de un centenar de imágenes.

La primera, de 1973, tomada en Chiapas, en el sur de México; la última en Washington, EE.UU., durante las protestas de 2017 por la toma de posesión de Trump.

BBC Mundo conversó con el fotógrafo, que participa este año en el festival Hay Querétaro.


Antonio Turok
Ediciones Era
Antonio Turok lleva 40 años documentando conflictos en Centroamérica y Estados Unidos.

¿Por quéla fiesta y la rebelión”?

Es una metáfora. La fiesta en este caso significa la celebración de la libertad, pero también la alegría de estar vivo y de luchar por una causa.

Siempre ha existido en los conflictos que he cubierto la alegría de aplaudir la lucha, la rebelión que llega cuando la gente se harta y dice: “¡Basta!”

Has cubierto todo tipo de conflictos en Centroamérica. Fuiste corresponsal en Nicaragua, El Salvador y Guatemala durante los 80. ¿Qué recuerdascon más intensidad de aquellos episodios violentos?

El primer conflicto que me tocó [cubrir] fue el de Guatemala. Sin duda, fue terrible.

Me hubiera gustado ver otro final y que hubieran enjuiciado en la Corte de La Haya a Ríos Montt [exmandatario de facto juzgado por genocidio].

Fue un episodio de la historia de la humanidad que nunca se resolvió.

Después siguió otra guerra muy trágica por lo que le sucedió a esa revolución, la de Nicaragua.

Representaba el final de la Unión Soviética, que se empezaba a derrumbar, y el de una lucha entre dos sistemas en la que ganó el capitalismo.

"Vendedora de carne", Granada, Nicaragua, 1984.
Antonio Turok
“Vendedora de carne”, Granada, Nicaragua, 1984.

Lo que no me imaginé en todo ese desarrollo de más de 30 años fue que el que había luchado por hacer que su país, Nicaragua, fuera libre y equitativo resultara ser un dictador posiblemente peor que Anastasio Somoza.

Son las ironías del trabajo.

Pero, en fin, yo nada más soy fotógrafo y cubro los eventos que me tocó a mí vivir en una época en concreto de la historia.

Y lo hiciste metiéndote en la boca del lobo, poniéndote en el frente de batalla...

Nunca me hubiera imaginado estar en esas situaciones de peligro. Y si es por eso no debería de estar vivo.

Pero eso ni importa realmente, ¿qué te puedo decir? Yo creo que si uno tiene miedo, pues no haría lo que hace.

Una de tus fotografías más conocidas es la que le tomaste en las montañas al subcomandante Marcos, la figura más visible del zapatismo. ¿Cuál es tu reflexión cuándo miras esa imagen?

"Subcomandante Marcos", montañas del sureste mexicano, Chiapas, 1994.
Antonio Turok
“Subcomandante Marcos”, montañas del sureste mexicano, Chiapas, México, 1994.

Para mí, el asunto del subcomandante Marcos no es tanto de él como persona, sino del hecho de que hubo todo un levantamiento de las comunidades indígenas.

Claro que jugó un papel importantísimo porque era como un intérprete; sin él no se hubiera logrado la atención mundial.

No hay que olvidarse de que la mayoría de esos soldados y rebeldes no hablaban español y encontraron una voz a través del subcomandante Marcos.

Pero yo creo que muchas veces no se trata tanto de la resistencia de los pueblos, sino de crear el mito de una persona, convertirla en una leyenda.

Aunque quienes realmente llevaron la revuelta en este caso fueron los mismos pobladores indígenas.

Otro tema que trabajaste mucho son las migraciones, ¿cómo dirías que han cambiado las situaciones que tú fotografiaste y lo que ocurre ahora?

Yo me subí a la famosa “bestia” en 1989. Cuando hice ese reportaje, empecé en la frontera con Guatemala y llegué hasta Los Ángeles. Y la gente cruzaba.

Hace exactamente 30 años, Tijuana era una barda de malla ciclónica.

Acabo de regresar ahorita y estuve en el mismo lugar. Y ahora es casi imposible cruzar.

"Estirando la frontera", Tijuana, 1989.
Antonio Turok
“Estirando la frontera”, Tijuana, México, 1989.

La barda es 10 metros más alta, el doble, tal vez el triple. La tecnología puede detectar el movimiento.

Obviamente, hay quienes logran cruzar, pero ya no son esos movimientos donde cruzaban miles.

¿Pero por qué ahorita se multiplicó y hay un río de gente que emigra?

Pues porque hay una enorme sequía en Honduras y en todo Centroamérica que ha traído mucha hambre.

Y eso también ha generado que muchos jóvenes se hayan adentrado en las maras (pandillas).

Antes el origen era la pobreza, pero si a esto le sumamos la sequía y el hambre producida por ella, se vuelve una tragedia civilizatoria.

¿Qué papel dirías que juega en esos eventos el muro de Trump?

Los muros se hacen para desviar la atención. Un muro no va a mantener fuera al que necesita cruzar.

Si no se brinca, se hace un túnel y se mete uno por dentro.

O agarra y se va por mar.

Eclipse solar, Ocosingo, Chiapas, Chiapas, 1991
Antonio Turok
“Eclipse solar”, Ocosingo, Chiapas, México, 1991

¿Pero cuánto de político y cuánto de real hay en meternos miedo con regresarnos a nuestros países de origen?

Estados Unidos necesita esa mano de obra, no puede sobrevivir ya sin la mano de obra barata de Latinoamérica.

Si expulsara a todos los mexicanos y latinoamericanos, se derrumbaría.

Han surgido en estos últimos meses muchas imágenes en los medios sobre la migración de centroamericanos a Estados Unidos. La de Óscar Martínez y su hija de 23 meses ahogados en las aguas del Río Bravodio la vuelta al mundo. ¿La consideras una imagen representativa?

Esa tuvo la desgracia de haberse tomado en el momento más álgido del problema, pero realmente no es una gran fotografía.

Es una foto trágica, pero si la sacamos de contexto no nos dice quiénes son o dónde están, pueden ser un papá y su hija ahogados donde sea.

Tendría que haber en una sola imagen el drama del origen del conflicto, las condiciones de Centroamérica, la viacrucis de tener que atravesar a través de México y el drama de llegar a Estados Unidos y no poder pasar después de todo eso.

No hay una sola imagen que lo represente. Lo que sí es interesante es el fenómeno, pero es demasiado grande y complejo.

¿Por qué tan complejo?

Pues porque en Latinoamérica todavía tenemos una mentalidad colonial, un sentido de haber sido conquistados.

Y no superamos esa fobia que tenemos que, de alguna manera, nos ha atrasado. Es la base de un colonialismo brutal.

Aunque existe un profundo sentido de desprecio hacia el país explotador, en el fondo nuestra sociedad admira a esa otra sociedad. Es una relación de amor-odio.

"La semilla", Marqués de Comillas, Chiapas, 1983.
Antonio Turok
“La semilla”, Marqués de Comillas, Chiapas, México, 1983.

Eso perjudica a los países que fueron colonizados porque los políticos latinoamericanos no invierten en sus pueblos ¿y qué pasa?

Pues que la gente tiene que emigrar.

Has documentado todo tipo de situaciones de conflicto. ¿Qué es lo que más te preocupa del mundo actual?

La época de ahora es peor que la de antes.

El mundo ha cambiado, está terriblemente en catarsis. ¡Hay tantas cosas que uno nunca se hubiera imaginado! El calentamiento global, la sobrepoblación… ¿cómo vamos a corregir nuestro rumbo cuando somos miles de millones y los recursos se acaban?

Estamos en una encrucijada que nunca ha visto la humanidad.

Pero lo peor es que la humanidad se está dividiendo, ya no hay diálogo. Es medio esquizofrénico, un lado no puede hablar con el otro.

En los conflictos que cubrí en los 80 había un sentido social muy profundo.

La gente que se iba a la guerra tenía una causa, un sueño de hacer de su país un país mejor.

"Jóvenes guerreros", Oaxaca de Juárez, 2006.
Antonio Turok
“Jóvenes guerreros”, Oaxaca de Juárez, México, 2006.

Toda la población participaba en la revuelta.

¿Cuáles eran los temas de los conflictos? Educación, repartición de tierras… eran posiblemente las últimas guerras de carácter romántico: pensar que el ser humano podría ser diferente, que podríamos transformar el mundo.

Aunque, por supuesto, el socialismo y el comunismo también dejaron grandes tragedias.

Pero las guerras de ahora ya no tienen esa característica. Los conflictos han perdido su carácter comunitario.

Y estamos observando una crisis en Estados Unidos que yo no sé hasta qué grado será fatal, pero pienso que lamentablemente va a ser muy violenta.

Se van a enfrentar dos formas de pensamiento y no se van a poder sentar a negociar.

¿Cómo dirías que se manifiesta esa crisis?

En el resurgimiento del racismo y de nuevos movimientos populistas, como Donald Trump.

Y a que estamos en crisis de credibilidad de las instituciones y de quienes nos gobiernan.

De hecho, en Estados Unidos ya se está manifestando una guerra.

Y lo peor es que se trata de una guerra prolongada de baja intensidad en la que unos se aprovechan de la ignorancia de otros.

El sistema les ha funcionado bien hasta ahorita a los grandes poderes, pero no se puede sostener para siempre.

"The wall / El muro", Washington D.C., 2017. [Manifestaciones a propósito de la toma de posesión de Donald Trump].
Antonio Turok
“The wall / El muro”, Washington D.C., EE.UU., 2017. [Manifestaciones a propósito de la toma de posesión de Donald Trump].

¿A qué te refieres?

Me refiero a los intereses mezquinos porque, al final de cuentas, el problema es económico; a que los poderosos no quieren compartir su riqueza.

Y la gente empieza a desesperarse. Ahí va a empezar a haber una serie de episodios de violencia doméstica.

Yo no sé cuál será la magnitud, si tendrá, por ejemplo, la de una guerra civil o de una revolución, pero una guerra de baja intensidad implica que todos los días va a estar manifestándose esta diferencia.

Ya lo vemos y, de hecho, nos estamos acostumbrando a ese fenómeno en los medios.

Cada semana hay una matanza en Estados Unidos.

Yo digo que eso es una guerra de baja intensidad. ¿Cómo paras eso? ¡Qué complicación, qué dolor!

En México es igual. México tiene reconocidos 300.000 desaparecidos o asesinados. Eso es mucha gente.

En Europa, si hay una matanza en un país todo se paraliza.

Aquí en México estamos acostumbrados a que haya una matanza tras otra. Súmale.

Se ha normalizado y lo mismo está pasando en Estados Unidos.

EZLN, 1994, Chiapas.
Antonio Turok
“EZLN”, 1994, Chiapas, México.

Y una guerra a largo plazo y normalizada como dices… ¿no es algo que pudo haberse previsto?

Es muy difícil prevenir o prever algo así. Fue lo mismo en todos los conflictos que cubrí.

Me ha tocado ver dos gobiernos norteamericanos [Obama y Trump] y la verdad yo nunca me imaginé que Estados Unidos se desarrollaría socialmente de esta manera.

¿Qué pasó ahí? ¡Es terrible!

¿Cómo es posible que la humanidad permitiera que Donald Trump llegara a gobernar el país más poderoso del mundo?

Y no se trata solo del personaje “Mr Trump”. Es el fenómeno que lo arrastra. ¿Qué pasó con los valores humanos? ¿Cómo llegamos a eso?

Hay una enorme corrupción y una enorme desesperación.

Yo siento que estamos observando el final de un sistema económico mundial que ya no puede sostenerse, que es el capitalismo.

El problema es que no hay una alternativa, porque los experimentos socioeconómicos como el comunismo fueron tan fatales como el capitalismo.

No sabemos cómo repartir justamente las obligaciones de una sociedad. Siempre recurrimos a la misma historia, como si no hubiéramos aprendido nada.

En este escenario pesimista que describes, ¿todavía tienes algún sueño idealista?

Me gustaría que mis fotos hayan servido para algo, para que la gente reaccione y se de cuenta de la gravedad de lo que pasa.

Ese es mi deseo romántico.

"Derrumbe de las torres gemelas III", Nueva York, 2001.
Antonio Turok
“Derrumbe de las torres gemelas III”, Nueva York, EE.UU., 2001.

Antonio Turok (Ciudad de México, 1955) es fotógrafo documental desde hace más de 40 años. Fue corresponsal en Nicaragua, El Salvador y Guatemala en la década de 1980 y el primero en dar cuenta del levantamiento zapatista. En agosto de 2018 el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) le otorgó la Medalla al Mérito Fotográfico.

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