La caída de la tasa de natalidad es uno de los asuntos sobre los que más se habla en China. Y la sensación de crisis es real.
BBC NEWS MUNDO
Por qué China, el país más poblado del mundo, necesita incentivar a sus mujeres a tener más hijos
Cuando hace tres años China puso fin a su política de un solo hijo, existía la esperanza de que las parejas tendrían un segundo hijo y contribuirían así a ralentizar el ritmo de envejecimiento de la sociedad. Pero como explica Yuwen Wu, analista de temas chinos residente en Londres, esa apuesta parece no estar funcionando.
Algunos se preguntan si la política de un solo hijo se extendió durante demasiado tiempo. GETTY IMAGES
Luego de pasar décadas intentando reducir el crecimiento de la población, la propaganda estatal ahora exhorta a las parejas a “tener hijos, por el país”, lo que ha generado críticas en redes sociales donde se acusa a esta política oficial de ser intrusiva e insensible.
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Varias medidas están en discusión: desde extender el permiso de maternidad hasta ofrecer incentivos económicos en efectivo o a través de deducciones fiscales para quienes tengan un segundo hijo.
Algunos incluso piden que se eliminen todas las limitaciones al número de hijos que pueden tener las parejas.
La política de hijo único
Para tratar de frenar el crecimiento de la población, la política de un solo hijo fue instaurada en 1979, un año después del inicio de las reformas económicas.
La medida fue aplicada de forma estricta sobre la mayor parte de la población, y quienes la incumplían podían ser multados, despedidos de sus empleos u obligados a someterse a un aborto y/o la esterilización.
Pero la tasa de fecundidad ya había caído una década antes.
Durante décadas, China se benefició del llamado bono demográfico -su numerosa población (casi una cuarta parte de los habitantes del mundo) le proveía de una abundante mano de obra- y de un balance favorable entre la población muy joven y gente de la tercera edad, lo que le permitía impulsar su rápido crecimiento económico.
Ahora todo eso está desapareciendo a una velocidad vertiginosa.
Para poder mantener su crecimiento económico y dar apoyo a sus ancianos, la población del país debe crecer en lugar de reducirse.
El fin de la política de un solo hijo en 2015 tenía como objetivo impulsar esto, pero los datos disponibles a la fecha indican lo contrario: pese a tener libertad para ello, los jóvenes no parecen querer tener más niños.
¿Cuán grave es la baja tasa de natalidad?
De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas de China, en 2016 hubo 17,86 millones de nacimientos en el país y la población creció en 1,31 millones, con una tasa de 12,95 nacimientos por cada 1.000 personas, la más alta desde 2001.
Pero en 2017, el año en el que deberían haberse visto los resultados plenos del fin de la política de un solo hijo, hubo 17.230.000 nacimientos, una reducción de 630.000 en comparación con 2016. La tasa de natalidad se quedó en 12,43 por cada 1.000 habitantes, lo que implica una caída de 0,52%.
Estas cifras se encuentran incluso por debajo del peor pronóstico existente antes de que se aplicara la nueva política.
Y las predicciones son aún peores:
• La tasa de natalidad seguirá cayendo a partir de 2018.
• En los próximos 10 años, el número de mujeres chinas de entre 23 y 30 años de edad se reducirá en 40%, una caída dramática en este grupo en edad fértil.
• Dentro de una década, solamente habrá unos 8 millones de nacimientos al año.
Así, no sorprende que esta crisis inminente se haya convertido en un tema de preocupación.
El 6 de agosto, el periódico oficial del Partido Comunista de China dedicó una página entera a este tema, incluyendo un artículo de opinión titulado “Tener hijos es un asunto familiar, pero también un asunto nacional”.
El texto advertía que el Estado necesita de nuevas políticas para gestionar el impacto de la baja tasa de natalidad en la economía. Esto generó una gran cobertura y debate en los medios.
Un artículo en el diario Xinhua -escrito por dos académicos de la Universidad Nanjing- causó una ola de indignación. Los autores sugerían crear un fondo de natalidad, al cual deberían contribuir todas las personas menores de 40 años. Si una pareja iba a tener un segundo hijo, ellos podrían retirar dinero del fondo; de lo contrario, tendrían que esperar hasta su jubilación.
“¿Multados por no tener hijos? Por favor dejen de apuntar a los bolsillos de las personas”, fue solo uno de los artículos en respuesta a la idea, que fue catalogada como poco considerada, injusta e innecesaria.
Algunos pedían al Estado resolver la causa fundamental de por qué los jóvenes no quieren tener más hijos e intentar reducir los costos de la crianza de los mismos, en lugar de penalizar financieramente a las personas.
¿Por qué ahora es urgente?
China se está convirtiendo en una sociedad que envejece rápidamente.
Y es que al mismo tiempo que cae la natalidad, las personas están siendo más longevas.
Cuando se adoptó la política de un solo hijo, en 1979, la esperanza de vida era de 66 años, pero ahora es de 76. Esto generará grandes presiones sobre la economía del país durante las próximas décadas.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas, el número de personas de edades entre los 15 y los 64 años superó los 1.000 millones en 2013, pero desde entonces viene descendiendo y seguirá haciéndolo.
Al mismo tiempo aumenta el número de personas mayores. En 2017, la población total del país era de 1.390 millones, incluyendo unos 159 millones que era personas mayores de 65 años, que representaban el 11,4% de la población.
Eso supera ampliamente la definición de la ONU sobre sociedades en proceso de envejecimiento (que se estima cuando 7% de los habitantes son mayores de 65 años). La proyecciones de la oficina de población de la ONU prevén que 17,1% de la población de China será mayor de 65 años para 2030.
Esta tendencia implica que las personas mayores tendrán que ser mantenidas por cada vez menos personas en edad laboral.
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Según un artículo de Ning Yi publicado en Ifengweekly, había 3,16 jóvenes por cada persona mayor en 2011, pero para 2016 la tasa de dependencia bajó a 2,8. Se espera que para 2050 apenas sea de 1,3.
Como ocurre en otros países con proyecciones etarias similares, esto tiene enormes implicaciones para la economía, para el pago de las pensiones y para satisfacer las necesidades de cuidado de las personas mayores.
¿Por qué la gente no tiene más hijos?
Muchos jóvenes en China que crecieron durante las tres décadas de aplicación estricta de políticas de planificación familiar y de gran desarrollo económico tienen una mentalidad distinta a la de sus padres.
Están acostumbrados a ser el centro de la atención y a disfrutar de mayor riqueza material y de más libertad personal.
También se están casando a edades más avanzadas (si acaso se casan), tienen hijos más tarde y se concentran más en sus propias carreras y felicidad, una tendencia que no está limitada a China.
Y cuando consideran comenzar una familia, una gran preocupación es si disponen del dinero para sostenerla.
Los estudios señalan que en promedio, criar un hijo en una ciudad puede costar más de la mitad del ingreso de una familia china. Las guarderías siempre están saturadas, por lo que muchos dependen de la ayuda de los abuelos. Y luego está el pago de la hipoteca y otras cargas que afectan el presupuesto del hogar.
En otras palabras, tener un hijo es una lucha; entonces, tener otro requiere aún más recursos y apoyo.
“Nuestra generación tiene una tremenda carga sobre nuestros hombros”, dijo una mujer que pidió no mencionar su nombre en este artículo. “Nuestros padres que envejecen, nuestros niños pequeños, nuestras propias carreras. La combinación de estas cosas fácilmente nos puede aplastar”.
La mujer, que está en su tercera década de vida, ya tiene un hijo de 5 años, pero ella y su marido han decidido no darle un hermano. La falta de guarderías es una gran razón para ello.
“Lo que ocurre con frecuencia es que contratamos niñeras que cuiden del bebé y les pedimos a nuestros padres que vigilen a la niñera”, apunta.
Por otro lado, algunas mujeres mayores, algunas que ya superan los 60 años, dijeron que si la política de un solo hijo hubiera terminado antes, ellas habrían intentado tener otro hijo, incluso hasta al final de la cuarta década de vida.
Entonces, ¿estuvo la política de un solo hijo aplicándose durante demasiado tiempo? ¿Hubo un debate suficientemente sólido en el país al respecto?
Muchas personas ahora se están haciendo esas preguntas.
¿Tardaron demasiado tiempo en reaccionar los líderes de China?
Todos los censos realizados después de 1990 apuntaban hacia la rápida caída de la tasa de fecundidad (el número promedio de niños que tendría una mujer a lo largo de su vida) en China, el cual es menor al 2,1 que se necesita como tasa de reemplazo.
Pero ha habido fuertes desacuerdos sobre la verdadera cifra.
Por ejemplo, un estudio de población en 2000 indicó que la tasa de fecundidad era alarmantemente baja: 1,22. Sin embargo, funcionarios que trabajan en planificación familiar, dijeron que era de 1,8, argumentando que había muchos nacimientos que no eran reportados. Al final, las autoridades asumieron esa última tasa.
¿Es posible que esa diferencia haya significado que lo que era una situación urgente no fuera considerada tan importante y que por ello se retrasaron las respuestas?
Aún en la actualidad cuesta encontrar una cifra consensuada sobre la actual tasa de fecundidad de China. Algunos la ponen entre 1,2-1,4; otros entre 1,5-1,7; la cual es inferior a la de Estados Unidos (1,8) o de India (2,3).
Y aunque en su momento muchos expresaron sus preocupaciones y pidieron cambios para detener la caída del crecimiento de la población, aparentemente no se les prestó mucha atención.
Hace más de una década, por ejemplo, Ye Tingfang, un miembro del principal órgano de consulta política de China, la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, señaló que iba en contra de la naturaleza intervenir en el proceso reproductivo.
Tingfang impulsó la discusión sobre una moción en el Congreso del Partido Comunista de 2007, haciendo un llamado a poner fin a la política de un solo hijo a la mayor brevedad posible.
El Comité Estatal de Planificación Familiar le respondió que el país no iba a cambiar la política de un solo hijo. Su petición de seguimiento al tema nunca fue respondida.
Otras voces disidentes incluyen un libro publicado en 2012 con el título “¿Hay demasiados chinos?”, escrito por James Liang y Jianxin Li, dos profesores de la Universidad de Pekín.
Según ellos, la tasa de natalidad de China había descendido demasiado y, de mantenerse esa tendencia, el país envejecería muy rápido, la economía sufriría y la sociedad se volvería inestable. Ellos también pedían ajustar las políticas de planificación familiar.
Es difícil adivinar qué ocurría tras bambalinas entre los responsables políticos, el hecho es que no fue sino hasta 2013 que se produjo una relajación de la política de un solo hijo.
¿Pueden dos hijos hacerte rico?
Algo que parece haber cambiado en los últimos tiempos es que parece haber una discusión más abierta sobre temas de población en China.
En algunos lugares las autoridades han dejado de cobrar las multas por los niños nacidos fuera de la cuota autorizada.
Algunos expertos proponen destinar 2% o 5% del Producto Interior Bruto para estimular la natalidad, a través de deducciones de impuestos o de incentivos en efectivo.
Otros han dicho que se debe permitir que las personas tengan cuantos hijos deseen.
Y también hay mucha propaganda, de la cual la gente se burla.
“'Un hijo te hace pobre, dos hijos te hacen rico', es muy pronto para semejante eslogan, necesitamos que nos dejen respirar”, grita en las redes un ciudadano.
“'Te lamentas si no tienes hijos y no tienes a nadie que te cuide cuando sea viejo', esto va tan en contra de lo que nos dijeron cuando estábamos creciendo (nos recomendaban casarnos tarde y tener menos hijos). El cambio es demasiado rápido”, se lamenta otro.
Y esto es realmente lo que ha cambiado. Los individuos parecen ser ahora más libres e independientes para pensar y no son fácilmente convencidos por la propaganda o por incentivos tibios.
Viven para ellos mismos, ya no más para su país.
Entonces, resulta que es mucho más difícil estimular a la población a incrementar la natalidad que a reducirla. Al final, depende de los individuos tomar esa decisión.