“Nosotros, que somos hijos de la guerra y que siempre hemos presenciado precisamente eso, ya es momento de cambiarlo y que las próximas generaciones sean una generación de la paz”, dijo José Felipe Fernández, un veinteañero del Tolima, uno de los departamentos más afectados por el conflicto armado de más de 50 años en Colombia.
Para Fernández, su generación fue testigo de un hecho “histórico”: un pacto de cese al fuego, dejación de armas y mecanismo de refrendación de lo negociado en La Habana desde noviembre del 2012 entre Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc, comunistas) , que sienta las bases para poner fin a la confrontación armada, la más antigua de América.
María Elena, quien prefirió no dar ni su edad ni su apellido, opinó, por su lado, que todavía queda mucho por hacer: “La paz no es algo que se firma y ya”, afirmó mientras despachaba café negro en el centro de Bogotá.
“La verdad (…) no creo que ellos vayan a entregar las armas”, agregó.
A medida que avanzaba el día, muchos bogotanos se fueron acumulando frente a una pantalla gigante colocada en el centro de la ciudad para presenciar cómo Santos y el líder de las Farc, Timoleón Jiménez Timochenko, presidían la ceremonia que para muchos constituyó un paso definitivo hacia la tan ansiada paz.
“¡Viva la paz!”
La euforia en las calles iba creciendo con las horas. Ya durante la transmisión en directo del acto que transcurría en Cuba con el acompañamiento de la comunidad internacional, no faltaron el baile, los abrazos, las sonrisas, los rezos ecuménicos y las lágrimas.
Fueron cientos los que se acumularon en el cruce entre la carrera Séptima y la avenida Jiménez, en el punto donde en 1948 asesinaron al emblemático político Jorge Eliecer Gaitán, cuya muerte generó grandes protestas populares y dio inició al periodo de La Violencia que derivó luego en el conflicto armado.
Llegaron con globos blancos y tricolores como la bandera colombiana, flores, banderas de grupos de izquierda y hasta la del arcoiris de la comunidad LGTBI. Se escucharon canciones y gritos de “¡Viva la paz!”.
“Me pone la piel de gallina ver esto, por tantos colombianos que han sido asesinados, desplazados, exiliados”, exclamó Luis Alberto Acosta, un profesor de Historia de 53 años, oriundo de la caribeña ciudad de Barranquilla pero desplazado a Bogotá por las persecuciones a líderes estudiantiles.
Existe “un cambio desde hoy en nuestro país”, lanzó.
También el estudiante de Ciencia Política Gabriel Menéndez, de 21 años, sintió la Historia, con mayúscula, “recorrer” su cuerpo.
Menéndez lloró de emoción al recordar cómo se enteró la víspera, por medio de Twitter, de que las Farc y el Gobierno habían llegado a un acuerdo para silenciar los fusiles.
Luisa Díaz, de 71 años, otra desplazada, pero de Arboledas, un pueblo del convulso departamento Norte de Santander adonde llegaron “todos los grupos armados”, es más prudente.
“Con la firma de hoy no es que vayamos a sanar todo, pero sí es un comienzo muy bueno y por algo teníamos que empezar”, dijo esta mujer, vendedora de joyas, a quien le mataron a un primo y a sus abuelos.
El conflicto armado colombiano ha involucrado durante más de cinco décadas a guerrillas, paramilitares y agentes del Estado, con un saldo de 260 mil muertos, 45 mil desaparecidos y 6.9 millones de desplazados.
El Papa celebra
El papa Francisco se mostró el viernes “muy feliz” por la de “buena noticia” de los acuerdos entre el gobierno colombiano y las Farc de Colombia, tras “años de guerra, de guerrilla” y “después de tanta sangre vertida”.
En el avión que lo conduce a Armenia para una visita de tres días, el Pontífice expresó que desea “que los países que trabajaron para hacer la paz y son los garantes blinden este acuerdo para que no pueda regresarse atrás, hacia un estado de guerra”.
El Vaticano y la iglesia colombiana fueron muy activas para ayudar en las negociaciones de paz de La Habana.
El Vaticano había indicado que un viaje del papa a Colombia está contemplado en la primavera próxima si la paz se firma.
El Papa viajó el viernes a Armenia para una visita de tres días que puede irritar a Turquía si Francisco vuelve a usar el término de genocidio para referirse a las matanzas de armenios bajo el imperio otomano.
Ankara, que sigue negando que un genocidio tuviera lugar durante la Primera Guerra Mundial, estará muy pendiente de los movimientos y declaraciones de este viaje, el 14 de su pontificado.
Francisco es el segundo Papa en visitar Armenia desde que resurgiera como un Estado independiente de las cenizas de la Unión Soviética.