Fueron al menos tres horas de tensión las que vivió el centro de la capital ante las acciones de los inconformes que, al parecer, a toda costa querían generar violencia.
El acto conmemorativo, un evento político-cultural, transcurrió conforme a lo planeado por los organizadores, pero en el transcurso distintas organizaciones dejaron el lugar del mitin para recorrer las calles y manifestarse en el Zócalo.
Ante ello, el Gobierno de la Ciudad de México ya tenía listo un protocolo de seguridad para contener a los manifestantes y resguardar mobiliario, negocios y establecimientos mercantiles de la zona.
La estrategia fue controlar su avance mediante un cerco policial y un encapsulamiento y fue así como se impidió el paso de jóvenes, autodenominados anarquistas, que fueron detenidos a la altura del Palacio de Bellas Artes.
En la escaramuza, los manifestantes lanzaron cocteles molotov y petardos y agredieron con martillos a los agentes, que como representaban un número superior, unos mil 200, lograron contenerlos y de hecho hubo un diálogo para que regresaran al mitin en Tlatelolco que no dio resultado.
El objetivo de los agentes era cortar el paso de los manifestantes para evitar una potencial confrontación con un grupo conservador de manifestantes que está apostado en el Zócalo desde hace una semana.
No fue sencillo el retorno de los encapuchados, quienes en su lento regreso hacia Tlatelolco causaron algunos destrozos en las inmediaciones de la plaza y agredieron a autoridades y transeúntes.
El 2 de octubre de 1968 una multitudinaria manifestación de los estudiantes fue repelida a balazos por el Ejército mexicano en la Plaza de Las Tres Culturas, en Tlatelolco, dejando unos 300 muertos y otros cientos de desaparecidos, según organizaciones civiles, aunque las autoridades solo reportaron 37 decesos.