Se trata de las conversaciones de más alto nivel entre las dos Coreas en un año. Es una especie de victoria el simple hecho de que altos funcionarios de los dos países —que han pasado los últimos días amenazando con destruirse el uno al otro— se hayan sentado juntos en una mesa en Panmunjom, el pueblo fronterizo donde se acordó el armisticio que puso fin a los combates de la Guerra de Corea en 1953.
La extensión de la primera reunión —casi 10 horas— y la falta de progresos evidentes son usuales. Aunque a los dos estados les cuesta ponerse de acuerdo para reunirse, cuando lo hacen las sesiones prolongadas suelen ser la norma.
Tras décadas de animosidad y derramamiento de sangre, encontrar terreno común es mucho más difícil.
El portavoz presidencial de Seúl, Min Kyung-wook, no dio detalles sobre la primera ronda de conversaciones, que terminó antes del amanecer del domingo.
El encuentro comenzó poco después de que venciera el plazo marcado por Corea del Norte para que su vecino desmantelara los altavoces que emiten propaganda antisurcoreana en la frontera. Corea del Norte había afirmado que sus tropas estaban listas para entrar en combate si Seúl no daba marcha atrás.
En torno a un 70% de los 77 submarinos norcoreanos salió de su base y el ejército surcoreano desconocía su ubicación el sábado, indicó una fuente del Ministerio de Defensa surcoreano que no quiso dar su nombre debido a las normas del organismo.
Piongyang multiplicó además por dos sus fuerzas artillería en primera línea desde que comenzaron las conversaciones el sábado por la tarde.
La escalada de las tensiones entre ambos países comenzó con un presunto ataque norcoreano con dos minas que habrían mutilado a dos soldados surcoreanos, y la consiguiente reanudación de la emisión de propaganda surcoreana en contra de Piongyang.
El jueves, creció la preocupación cuando Corea del Sur disparó docenas de proyectiles al otro lado de la frontera en respuesta por lo que Seúl describió como ataques de artillería de Corea del Norte que pretendían respaldar amenazas previas contra los altavoces. Piongyang niega estar detrás de las minas y los disparos, alegaciones que Saúl rechaza de plano.