En su homilía dedicada a los dones de la eucaristía, Francisco aseguró que ésta “quita en nosotros el hambre por las cosas y enciende el deseo de servir” y afirmó que “es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo de manera concreta”.
“Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad”, subrayó y también recordó que ir a misa “nos hace bien, nos sana dentro. Especialmente ahora, que realmente lo necesitamos”.
Y agregó que la eucaristía “cura nuestra memoria huérfana” ya que “muchos tienen la memoria herida por la falta de afecto y las amargas decepciones recibidas de quien habría tenido que dar amor pero que, en cambio, dejó desolado el corazón”.
“Nos gustaría volver atrás y cambiar el pasado, pero no se puede. Sin embargo, Dios puede curar estas heridas, infundiendo en nuestra memoria un amor más grande: el suyo”, destacó.
La festividad del Corpus Christi fue instituida por el papa Urbano IV en 1264, debido al llamado “milagro de Bolsena”.
En 1263, un sacerdote bohemio, Pedro de Praga, se dirigía hacia Roma cuando se detuvo en la cercana localidad de Bolsena para oficiar misa. El cura dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y pidió a Dios una “señal”.
Según la tradición católica, algunas gotas de sangre salieron de la hostia consagrada, cayendo sobre el corporal, el lienzo que se extiende en el altar, encima del ara, para poner sobre él la hostia y el cáliz. La tela se guarda en la catedral de Orvieto, en el centro de Italia.