En diciembre pasado, aún ejerciendo como presidente de la Cámara baja, Cunha aceptó a trámite las acusaciones que llevaron a un juicio político a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, quien fue suspendida de sus funciones el pasado 12 de mayo y desde entonces es sustituida por su entonces vicepresidente, Michel Temer.
Cunha hizo alusión a ese asunto y aseguró que, desde que puso en marcha el trámite que llevó a instaurar el juicio contra Rousseff, ha sufrido una “persecución” que, incluso, afirmó que fue la causa que llevó a la Corte Suprema a suspenderlo del ejercicio de su cargo mientras le juzga por supuesta corrupción.
“Tengo la conciencia tranquila”, pues “contribuí a que el país esté mejor y a librarlo de un Gobierno criminal”, que “hundió en el caos a la sociedad brasileña”, declaró en alusión a la gestión de Rousseff.
“Libramos a Brasil de un Gobierno que cometió crímenes de responsabilidad y que era inoperante. Todo eso me enorgullece”, apuntó.
Cunha subrayó su “confianza” en la justicia brasileña, reiteró que demostrará su inocencia y que no tuvo participación alguna en las corruptelas detectadas en la estatal Petrobras, que configura la base de las acusaciones en su contra.
La renuncia de Cunha a la presidencia de la Cámara baja obligará a convocar nuevas elecciones para ese cargo, que desde su suspensión está en manos del diputado Maranhao, quien es rechazado por la gran mayoría de los parlamentarios.
Esa falta de sintonía entre Maranhao y los miembros de la Cámara baja mantiene casi paralizados los trabajos legislativos, lo cual, según Cunha, podrá ser remediado con su renuncia y una nueva elección interna en ese órgano.
Cunha, miembro del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que lidera Temer, agradeció a esa formación el “apoyo” y deseó “el mayor éxito” al Gobierno del presidente interino, que será confirmado en el cargo si Rousseff fuera finalmente destituida en el proceso que concluirá a fines del próximo agosto.