Al momento de anunciar su decisión, el presidente guatemalteco, Jimmy Morales, dijo que “a pesar de que sólo fuimos nueve en todo el mundo, estamos con total certeza y convicción de que (el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel) es la ruta correcta”.
Y, para justificarla, el mandatario destacó “las excelentes relaciones” que han tenido como naciones “desde que Guatemala apoyó la creación del Estado de Israel”.
De hecho, el país centroamericano también fue el segundo de todo el mundo -siempre por detrás de EE.UU.- en reconocer la existencia de un Estado judío en territorio palestino, el 14 de mayo de 1948.
Guatemala también fue la primera nación en abrir una embajada en Jerusalén -la que conservó ahí hasta 1980-, además del primer país latinoamericano en establecer relaciones diplomáticas con el recién creado país.
Y, en cierta forma, la historia de esa relación está contenida en el nombre de una modesta calle de Tel Aviv llamada Granados, en honor del guatemalteco que terminó inscribiendo su nombre en la historia de Israel.
“Calle Granados”
La vía -de sentido único- atraviesa una tranquila zona residencial de Ramat Gan y está flanqueada por viviendas de dos plantas frente a las que se alzan algunos árboles y palmeras.
Y si no fuera por los letreros escritos en hebreo, uno hasta podría pensar que la misma está en un barrio cualquiera de Centroamérica, lo que parece adecuado para una arteria bautizada en honor a un diplomático guatemalteco al que también honra una pequeña calle sin salida en Jerusalén.
El diplomático en cuestión, Jorge García Granados, nieto de un expresidente y sobrino de la mujer que inspiró el poema “La niña de Guatemala” del prócer de la independencia cubana José Martí.
Pero hoy es mejor conocido por haber integrado e incluso presidido el Comité Especial para Palestina, que en 1947 recomendó la partición del territorio donde está ubicado Israel.
Según el entonces embajador de Guatemala ante Naciones Unidas, su ingreso al Comité se dio “por la puerta trasera” y a recomendación de varios representantes latinoamericanos que valoraban tanto su carácter luchador como su sentido de justicia.
García Granados, quien falleció en Chile en 1961 a los 61 años de edad, es un personaje fascinante.
Como político sufrió prisión y torturas en Guatemala, vivió en el exilio en México y combatió del lado republicano en la guerra civil española antes de sumarse a la revolución que llevaría a Juan José Arévalo a convertirse en el primer presidente democráticamente electo de Guatemala.
Para muchos, sus experiencias personales terminaron convenciéndolo de la justicia de las demandas judías, adhiriendo a la llamada “solución de dos estados”, esa que muchos creen hoy está en serio peligro como resultado de la decisión estadounidense sobre Jerusalén.
“Después de un largo y exhaustivo análisis, nuestro comité unánimemente recomendó el final del mandato británico en Palestina y la independencia del país”, recordó el guatemalteco en sus memorias sobre el trabajo del Comité Especial para Palestina, publicadas en 1948.
“Y una mayoría de nosotros votó a favor de dividir a Palestina entre árabes y judíos para que cada una de las partes en disputa pudiera disfrutar de independencia en parte del territorio”, recalcó en la introducción de “El nacimiento de Israel: el drama tal como yo lo vi”.
García Granados luego trabajaría arduamente para conseguir los votos necesarios para que la partición -a la que se oponían los países árabes- fuera aprobaba por la Asamblea General de Naciones Unidas.
Eventualmente, la recomendación del Comité fue ratificada con 33 votos a favor, 13 en contra, 11 abstenciones y una ausencia: la de la actual Tailandia, para esa época conocida como Siam.
El 14 de mayo de 1948, antes incluso de haber recibido instrucciones de su gobierno, García Granados anunció públicamente en Naciones Unidas el reconocimiento de Israel por parte del gobierno de Guatemala.
Las razones del embajador
“Mi abuelo era realmente un luchador por las causas en las que él creía que había habido injusticia”, explicaría años más tarde su nieta Carla García Granados en el video “El guatemalteco que ayudó a la creación de Israel”, visible en la página web de la embajada de Israel en el país centroamericano.
Mientras que la periodista estadounidense Irin Carmon destaca las similitudes que el diplomático centroamericano identificó entre Guatemala e Israel, al que veía como un país surgido de una “lucha de liberación contra el imperialismo británico”.
“Guatemala no es sólo una vieja colonia española, sino que todavía resiente la frontera con Belice impuesta por los británicos” escribió Carmon en un artículo sobre las relaciones entre ambos países publicado en la revista judía Tablet en febrero de 2012.
En ese artículo, sin embargo, Carmon también recuerda que la relación entre ambos países también tiene un lado más oscuro, vinculado al apoyo israelí a las dictaduras militares guatemaltecas durante su sangrienta guerra civil.
“Cuando las violaciones de derechos humanos obligaron a que la administración Carter cesara su ayuda militar a Guatemala en 1977, Israel llenó el vacío”, explica ahí la periodista.
“En 1982, Efraín Ríos Montt -el primer presidente evangélico del país y un general que instaló un régimen militar por vía de un golpe de Estado- le dijo a ABC que su éxito se debía al hecho de que 'nuestros soldados fueron entrenados por israelíes'”, se recuerda también ahí.
En 2013 Ríos Montt fue declarado culpable de genocidio por un tribunal guatemalteco, pero la Corte Constitucional de Guatemala anuló la sentencia y ordenó un nuevo juicio, que aún está en proceso.
El ex gobernante de facto de 91 años, sin embargo, no podrá ser enviado a prisión.
Paradoja
Por lo demás, la cooperación e inversiones israelíes en Guatemala, que en cierta forma son fruto del trabajo de García Granados, no se han limitado al plano militar.
En el país existe una influyente comunidad judía y el gobierno israelí ha apoyado al país centroamericano en muchas otras áreas.
“Si hay una agricultura floreciente, es una contribución israelí. Si tenemos educación, medicina y seguridad, son los israelíes que han compartido con nosotros su experiencia” dijo, por ejemplo, en 2009 el entonces presidente del congreso guatemalteco, Roberto Alejos, al momento de conferir la máxima condecoración del legislativo “al pabellón nacional del estado de Israel”.
En noviembre del año pasado, el presidente Morales visitó oficialmente Israel para afianzar todavía más la cooperación en esas y otras áreas, lo que también puede ayudar a entender el traslado de la embajada centroamericana a Jerusalén.
Además, con el traslado de su embajada a Jerusalén, Morales contenta además a otros dos importantes aliados: el gobierno de EE.UU. y la influyente comunidad evangélica del país.
De hecho, la Alianza Evangélica de Guatemala inmediatamente mostró su “beneplácito y regocijo” por la decisión de su gobierno, la que dijo refleja “el sentir de la mayoría del pueblo guatemalteco” y es “afín a la Biblia”.
Sin embargo, el hecho de que la medida sea celebrada sobre todo por los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad guatemalteca, y que la misma sea considerada por muchos como nociva para las posibilidades de autodeterminación de los palestinos, no deja de parecer paradójica.
Después de todo, el hombre que en 1947 empezó a forjar la relación entre Guatemala e Israel era un progresista y creía firmemente en el derecho a la autodeterminación.