El M-19 se transformó en partido con un éxito parcial, pero de sus filas salieron, entre otros, Gustavo Petro, alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015, y Antonio Navarro Wolff, senador y excandidato presidencial.
“La participación política de quienes se desarmen es el corazón del acuerdo y, en todo el mundo, todo acuerdo de paz lo ha incluido”, dijo a Efe Navarro Wolff, hoy miembro del partido Alianza Verde.
Sin embargo, esa participación política de las FARC, que ocupó un punto completo de las negociaciones en La Habana, ha levantado una polvareda en el país, donde algunos sectores no aceptan que los hasta hoy líderes guerrilleros aparezcan en el Congreso.
Podría darse entonces una situación paradójica, ya que los ciudadanos colombianos pasarían de ver los rostros de los guerrilleros en carteles policiales a observarlos en otros pidiendo su voto.
Para la transición, deberán superar “todos los retos del mundo”, dijo Navarro Wolff basándose en su experiencia.
En este sentido, señaló que es básico haber trabajado para convencer a la opinión pública, lo que no considera que hayan hecho las FARC.
“Van a pasar por un proceso más grave porque su respaldo ciudadano es bajo, pero la firma del acuerdo da un momento de apoyo público que no va a ser del tamaño de los de 1990, pero puede ser mayor que el que tienen hoy”, destacó el senador.
Asimismo, para Navarro Wolff, es fundamental que los guerrilleros se integren en partidos porque les permitiría seguir unidos.
De ese modo se evitaría también uno de los grandes temores, que los guerrilleros que dejen las armas se unan a otros grupos ilegales puesto que la política sería un cemento que los mantendría unidos en la legalidad.
Sin embargo, esas FARC-políticas deberán superar las suspicacias que despiertan en parte de la población, algo que “en última instancia va a tomar una generación”, en opinión de Navarro Wolff.
Una vez conformados como partido político, deberán buscar también su espacio en el margen de sus ideas, de fundamento marxista-leninista, que nunca han tenido mucho predicamento en la sociedad colombiana.
Además, el poco espacio que tiene la izquierda en Colombia está profundamente fragmentado con diversos partidos como el Polo Democrático Alternativo, Progresistas, Unión Patriótica, Marcha Patriótica o el Partido Comunista Colombiano.
En ese contexto deberán integrarse unas FARC que, a priori, contarán con un apoyo mayor en las zonas rurales, donde históricamente ha tenido una mayor presencia y de donde procede buena parte de sus guerrilleros.
En algunas de esas regiones han ejercido en la práctica como Estado, lo que puede suponer un arma de doble filo ya que en muchos de los municipios con presencia histórica de las FARC se han vuelto hacia las posturas opuestas.
Así pasó en San Vicente del Caguán, en el departamento sureño del Caquetá, bastión de las FARC y sede de los diálogos durante el Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), que en las pasadas elecciones locales conquistó el Centro Democrático, partido fundado por el expresidente Álvaro Uribe, el más férreo opositor del proceso de paz.
La transición de las FARC hacia la formación de un partido político supone para Andrés Gil, portavoz de Marcha Patriótica, “la posibilidad de la gestación de una nueva forma de participación democrática”.
En ese contexto, considera que podrían configurarse como “una real oposición” en el marco de una “coalición de diversas fuerzas de izquierda.
“Las FARC no están solamente pensando en ser partido sino en la constitución de un frente amplio que pueda generar una serie de corrientes y opiniones que puedan unificar a la izquierda”, destacó Gil.
Como parte de esa intención, explicó que han mantenido diferentes reuniones con partidos y líderes de izquierda, pero, exitoso o no, el futuro político de las FARC todavía está en el aire.