La desaparición del Poopó, difundida esta semana por los medios, tomó de sorpresa a las autoridades de Oruro y también del Gobierno, que no tenían constancia de que la situación fuera tan grave.
El lago, situado en la zona andina del país, se encuentra en proceso de desertización debido al cambio climático, los fenómenos de el Niño y la Niña y la contaminación minera, que lo han convertido en “un lago sin vida”, según afirmaron el ingeniero agrónomo Milton Pérez, de la Universidad Técnica de Oruro y el dirigente campesino Valerio Rojas.
Según Pérez, se trata de un ecosistema muy frágil, que tiene una profundidad muy baja, de 1.5 a cuatro metros, y que ha sufrido la reducción de sus aguas debido a varios fenómenos climáticos.
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El Poopó tenía seis o siete años de una dinámica de equilibrio, “pero ahora no se le da al lago, de manera natural, el tiempo suficiente para restablecerse como el ecosistema que era”, agregó.
La sequía del lago ha provocado también la desaparición de unas 200 especies animales entre aves, mamíferos, peces y reptiles, según declaró al diario La Razón el ornitólogo y experto en fauna de los lagos de la región andina Carlos Capriles.
El lago, ahora reducido a tres pequeños humedales, era una parada de descanso para las aves que emigraban de norte a sur y también fuente de agua para especies altamente amenazadas como el puma andino.
Además, la pesca era una de las principales actividades de sustento para los habitantes de los pueblos aledaños.
El Gobierno boliviano estima que sería necesaria una inversión de 800 millones de bolivianos, unos US$114 millones para salvar el Poopó.