Para ello, los científicos -implicados en el proyecto In-África- analizaron fósiles encontrados en el 2012 en el yacimiento de Nataruk, al suroeste del citado lago, donde hallaron restos humanos de 27 individuos, indica José Manuel Maíllo Fernández, del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y uno de los autores del trabajo.
Los restos fósiles pertenecían a 21 adultos (ocho hombres, ocho mujeres y cinco indeterminados) y seis niños, todos menores de seis años, a excepción de un adolescente de entre 12 y 15 años.
Encontraron además un feto de entre 6 y 8 meses en la cavidad abdominal de una de las mujeres, lo que supone una de las pruebas de la crueldad y violencia utilizada, afirma Maíllo.
Diez individuos mostraron evidencias de violencia perimortem, como marcas de impacto -presumiblemente de flechas- o fracturas por acción violenta, mientras que otros dos aparecieron con las manos unidas, lo que se puede interpretar como que estaban atados.
“La posición de los cuerpos no seguía ninguna disposición clara, tampoco en su orientación, en una clara evidencia del abandono tras la muerte”, opina Maíllo.
Hasta ahora, la comunidad científica mantenía que los primeros enfrentamientos intergrupales se dieron hace unos seis mil o siete mil años, pero este nuevo hallazgo los retrasa entre tres y cuatro mil años.
La razón de la masacre sigue siendo incierta. Los autores especulan que podría ser el resultado de una incursión por los recursos, territoriales o alimenticios, pero también sugieren que simplemente podría haber sido una “respuesta antagónica estándar” entre dos grupos que se encuentran, no se gustan y se pelean.
Estos datos son significativos porque hasta ahora se había vinculado guerra con los primeros productores, además de con sociedades jerarquizadas y sedentarias, añade este científico.
Además, la violencia se había relacionado con carestía de alimentos, lo que no se daba en esta zona (el lugar del yacimiento es ahora desértico pero hace 10 mil años era una típica sabana africana con abundante fauna que vivía a las orillas del lago).
- Videografía/Afpes
Los hallazgos de Nataruk suponen, por tanto, el caso más antiguo demostrado científicamente de violencia entre dos grupos de cazadores recolectores y “desafían las teorías sobre el origen y la antig edad de la guerra”, según la argentina Marta Mirazón.
Hasta ahora, la comunidad científica mantenía que los primeros enfrentamientos intergrupales se dieron hace unos seis o siete mil años, si bien este trabajo los retrasa entre tres mil y cuatro mil años.
“Pero lo más importante del hallazgo de Nataruk no es su fecha -creo que la violencia intergrupal podría ser incluso más antigua-, sino el hecho de que el conflicto ocurriera entre dos grupos de cazadores recolectores”, argumenta Mirazón.
Este trabajo muestra por tanto la primera evidencia científica de violencia hace 10 mil años. No existen aún pruebas de que la guerra -entendida a una escala inferior a la de ahora- pueda ser anterior a esta fecha, aunque los autores de este estudio sugieren que sí.
Los autores especulan que podría ser el resultado de una incursión por los recursos, territoriales o alimenticios, pero también sugieren que simplemente podría haber sido una “respuesta antagónica estándar” entre dos grupos que se encuentran, no se gustan y se pelean.
De lo que sí habla la literatura científica es de una violencia anterior pero en individuos concretos y no en grupos.
“Tenemos pequeñas píldoras puntuales pero por primera vez tenemos en grupos de cazadores recolectores una evidencia de conflicto intergrupal, una guerra”, asegura Maíllo.
A su juicio, hay evidencias que este capítulo podría ser común en otras zonas.
Para llegar a estas conclusiones, se hicieron estudios taxonómicos, forenses, tafonómicos, geológicos y físicos, además de un análisis de las herramientas encontradas -responsabilidad, entre otros, de Maíllo-, como las flechas, hechas de una obsidiana no identificada en la zona que indica que el grupo que las lanzó podría ser de otra parte.