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Se cree que la Vía Láctea contiene unos 100 millones de agujeros negros estelares pero el LB-1 es dos veces más grande de lo que los científicos creían posible hasta ahora, afirmó Liu Jifeng, el profesor del Observatorio Nacional de Astronomía de China que lideró la investigación.
“Los agujeros negros de una masa como ésta no deberían existir en nuestra galaxia, teniendo en cuenta los modelos más corrientes de la evolución estelar”, aseguró.
Los científicos están generalmente de acuerdo en que existen dos tipos de agujeros negros.
Los agujeros negros estelares más comunes -hasta 20 veces más grandes que el Sol- se forman como consecuencia del colapso de una gran estrella hacia sí misma.
También existen los agujeros negros supermasivos, que son al menos un millón de veces más grandes que el Sol pero de origen incierto.
Pero los investigadores creían hasta ahora que las estrellas más comunes de la Vía Láctica echaban la mayor parte de sus gases a través de los vientos estelares, lo que evitaba la aparición de agujeros negros del tamaño del LB-1, dijo Liu Jifeng.
“Ahora los teóricos tendrán que asumir el desafío de explicar su formación”, afirmó Liu en un comunicado.
Una nueva tipología de agujero negro
Los astrónomos apenas están empezando a entender “la abundancia de los agujeros negros y los mecanismos con los que se forman”, dijo a la AFP David Reitze, un físico del California Institute of Technology (Caltech) que no está implicado en el descubrimiento.
El Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (Observatorio de Ondas Gravitatorias por Interferometría Láser), supervisado por Reitze, había detectado hasta ahora algunas ondas de espacio tiempo que sugerían la posibilidad de la existencia de agujeros negros en galaxias lejanas mucho más grandes de lo que se creía posible.
Los agujeros negros estelares se forman normalmente como consecuencia de las explosiones de supernova, un fenómeno que ocurre cuando una estrella de gran tamaño se queman al final de su vida.
Según Reitze, la gran masa del LB-1 apunta a que “es un nuevo tipo de agujero negro, formado por otro mecanismo físico”.
El LB-1 fue descubierto por una equipo internacional de científicos que usan el sofisticado telescopio chino LAMOST.
El tamaño del LB-1 fue confirmado por las imágenes de dos de los mayores telescopios ópticos del mundo, el Gran Telescopio de Canarias (España) y el Keck I (Estados Unidos).
Hasta ahora los científicos han podido descubrir agujeros negros detectando los rayos X que emiten.
Pero este método ha demostrada sus límites porque solo algunos agujeros negros que tienen a su estrella orbitando muy cerca emiten rayos X detectables, indicó Liu Jifeng en una rueda de prensa.
El equipo que descubrió el LB-1 utilizó otro método, buscando detectar los movimientos de “un gran número de estrellas durante un largo periodo de tiempo” antes de identificarlo gracias al movimiento de su estrella.
Según Liu Jifeng, este método se había usado durante décadas sin mucho éxito a causa de los límites del equipamiento disponible.
Pero el telescopio LAMOST, construido entre 2001 y 2008 en la provincia de Hebei (norte de China) permite ahora a los científicos detectar hasta 4 mil estrellas simultáneamente en cada observación, lo que lo convierte en uno de los telescopios en tierra más potentes del mundo.
Liu Jifeng explicó a la AFP que el método que descubrió el agujero negro LB-1 podría ayudar a los científicos a identificar muchos más agujeros negros en el futuro.
De los cien millones de agujeros negros que se cree que existen en nuestra galaxia, solo 4 mil “emiten rayos X que podamos detectar”, según el científico.
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