Sus últimas palabras estuvieron dedicadas a la familia de su víctima, Pablo Castro, y a la suya propia, incluyendo a su esposa y a su hijo.
La ejecución de Ramírez se había postergado en tres ocasiones y se llevó a cabo a pesar de las objeciones del fiscal de distrito del Condado Nueces, Mark González, quien se opone a la pena de muerte.
El caso de Ramírez alcanzó notoriedad a nivel nacional cuando el reo apeló al Tribunal Supremo de Justicia con su reclamo de que se permitiera que Dana Moore, el pastor de la Iglesia bautista en Corpus Christi, estuviera presente en la sala de ejecución, y orara en voz alta y lo tocara durante el proceso.
El Tribunal Supremo dictaminó que Texas había violado la libertad religiosa de Ramírez al negarle permiso para que su pastor lo acompañara en sus momentos finales.
En julio de 2004 Ramírez y dos mujeres decidieron robar una tienda para conseguir dinero y comprar drogas y, según los documentos del juicio, cuando se encontraron con Castro, de 46 años de edad, padre de 9 y abuelo de 14, Ramírez le asestó al menos 29 puñaladas.
Ramírez y sus cómplices huyeron del sitio llevándose US$1.25 que es todo lo que Castro tenía consigo.
Más tarde Ramírez y las dos mujeres llevaron a cabo otro robo y estaban a punto de cometer un tercero cuando la Policía los localizó. Las mujeres fueron arrestadas pero Ramírez escapó a México donde logró evadir a las autoridades por más de tres años hasta que lo capturaron cerca de la frontera en febrero de 2008.