En seis años de batalla judicial, su caso se ha vuelto emblemático de las derivas de una legislación contra la blasfemia que, según sus detractores, suele instrumentalizarse para ajustes de cuentas mediante acusaciones falsas.
El caso de Asia Bibi deja patente que las autoridades paquistaníes parecen dudar entre respeto de los derechos humanos y concesiones a los fundamentalistas religiosos.
En Pakistán, donde el islam es religión de Estado, la blasfemia es un tema muy delicado. La ley prevé hasta la pena de muerte para las personas declaradas culpables de ofensa al islam.
Unas simples acusaciones terminan a menudo en linchamiento. Y los cristianos, una minoría perseguida, suelen ser blanco de ellas.
El caso de Asia Bibi ha tenido eco a nivel mundial. Hizo reaccionar a los papas Benedicto XVI y Francisco. El primero pidió su liberación y el segundo recibió a su hija en 2015 y rezó por la condenada.
El marido de Asia Bibi escribió al presidente paquistaní Mamnoon Hussain para pedirle un indulto y autorización para irse a Francia, pero fue en vano.
El Tribunal Supremo ha desestimado varios recursos y el año pasado sólo aceptó revisar el caso. En un juicio cuyo veridicto se daría hoy un juez resolvería si invalidaba la pena de muerte a Bibi.
No obstante, el Tribunal Supremo de Pakistán pospuso este jueves la apelación de Bibi condenada desde el 2010 a pena de muerte por blasfemia.
El aplazamiento se debió a que uno de los tres jueces que iban a escuchar la apelación, Iqbal Hamid-ur-Rehman, declinó el caso porque fue uno de los juristas en el proceso del asesinato del gobernador del Punyab Salman Tasir, a quien mató su guardaespaldas por defender a Bibi en 2011.
El Supremo debe nombrar a un nuevo juez para estudiar la apelación y no anunció una nueva fecha para que se reanude el caso.
Si la justicia no invalida la pena de muerte, a Bibi sólo le quedará esperar un indulto presidencial.
Reunión con el papa
Desde hace seis años la familia de Asia Bibi vive con miedo.
personas se hallan en el corredor de la muerte por blasfemia en Pakistán. Ninguna ha sido ejecutada, según la organización Human Rights Watch.
“Siento que el Papa reza y va a seguir rezando por mi madre y que al final, gracias a eso, será liberada”, declaró recientemente a la AFP Esham, de 18 años.
En 2011, el gobernador de la provincia del Punyab, el progresista Salmaan Taseer, murió asesinado por su propio guardaespaldas tras haber defendido la causa de Asia Bibi.
Su asesino, Mumtaz Qadri, murió en la horca, lo que desató la ira de los extremistas, que claman la ejecución de la cristiana.
Unos hechos que acotaron todavía más los movimientos de Esham y Esha.
“Papá me decía que no saliera, que la situación fuera era muy mala” durante los días que siguieron al ahorcamiento de Mumtaz Qadri, explica Esham. “Nos quedábamos dentro todo el tiempo”, añade. “Un día, alguien llegará y me preguntará: ¿eres la hija de Asia Bibi?”
Separadas por precaución
Dos veces por mes, las hermanas van a Multan, a 350 km de allí, a visitar a su madre en la cárcel. “Le contamos lo que pasa en casa”, dice Esham.
Las visitas comienzan con alegría y terminan con pena. “Está triste porque sus hijas van a verla desde tan lejos y ella no puede ni abrazarlas”, suelta.
Esham y su hermana Esha, de 17 años y con una minusvalía física y mental, vivían hasta hace poco con un tutor, separadas de su padre por motivo de seguridad. Pero la familia logró juntarse.
Según la organización Human Rights Watch, 17 personas se hallan en el corredor de la muerte por blasfemia en Pakistán. Ninguna ha sido ejecutada.
La audiencia del Tribunal Supremo que se pospuso es de suma importancia, estima Mustafá Qadri, experto en derechos humanos. Un dictamen favorable a Bibi “transmitiría un mensaje fuerte al mundo, de que Pakistán respeta el Estado de derecho”, dice.
Los extremistas “reaccionarían seguramente con furor y sin duda con violencia”, pronostica el experto.
Algunos sermones del viernes presentan al asesino del gobernador como un héroe y se ha erigido un monumento en su honor cerca de Islamabad.
En Lahore, Esham y Esha no pierden la esperanza. “Mi madre será liberada. Le pido que rece por ella”, dice Esham con voz queda.