Ese es el caso del estadounidense Max Keiser, un excorredor de Bolsa y reportero cercano a la propaganda rusa, quien era hasta hace unos meses solo otro de los muchos que empezaron a llegar al país centroamericano.
Hoy, Keiser, y su esposa, Stacy Herbert, con el mismo perfil que su marido, son desde finales del año pasado los dos burócratas al frente de la Oficina Nacional del Bitcoin, lo que marca la penetración de los criptoevangelistas en el gobierno de El Salvador, uno de los países más pequeños y pobres de la región.
Keiser ha llegado a comparar a Bukele con John F. Kennedy y al país con el reino de Camelot, la tierra prometida del bitcoin desde donde se lucha contra malvados dragones con forma de impuestos y bancos centrales.
La creación de la Oficina, como el resto del proyecto cripto de Bukele y grandes capas de la gestión de su gobierno, está rodeada de opacidad. Las únicas cifras que se conocen son los US$200 millones de gasto inicial en la infraestructura (cajeros y una aplicación móvil), para lanzar la moneda digital. Tampoco se sabe la inversión exacta del país en bitcoin, más allá de los tuits del presidente.
Como el propio Bukele, su pareja de confianza usa las redes sociales como influencers adolescentes. Keiser y Herbert suman más de 700 mil seguidores. Sus programas de Youtube y podcast son la principal fuente de información sobre la política bitcoin de El Salvador.
Ambos se presentan como una especie de criptopolicías o criptojueces. Tienen la autorización de investigar posibles fraudes y de decidir qué inversor entra al juego y cuál no. “No recibimos ningún salario por esto. Lo hacemos por el presidente Bukele”, suele decir ella. “Yo diría que es un acto de amor”, remata él.
Más allá del supuesto altruismo, la pareja es propietaria de Heisenberg Capital, un fondo de la compañía Bitfinex, una de las mayores plataformas del mundo para la compraventa del bitcoin. Y también son dueños de El Zonte Capital, otro fondo destinado exclusivamente a las inversiones digitales en El Salvador.
La Oficina Nacional del Bitcoin está adscrita a la Presidencia de la República y tiene potestad para establecer, incluso, relaciones internacionales. “Tiene la capacidad de diseñar políticas públicas que son obligatorias para otros ministerios del país y otorga a Keiser y Herbert títulos oficiales para inaugurar embajadas bitcoin en Europa y Estados Unidos”, dijo el salvadoreño Ricardo Valencia, profesor de Economía Política en la Universidad Estatal de California.
Texas y Suiza ya cuentan con estas particulares delegaciones salvadoreñas paralelas a la diplomacia oficial.
Ciudad Bitcoin
En junio 2021, el presidente de El Salvador anunció durante la conferencia mundial del bitcoin de Miami, un macroevento con conciertos, luchadores de sumo, ponencias al estilo telepredicador y lemas como “muerte al dólar” o “todos contra la Reserva Federal”, que la moneda digital sería divisa oficial en su país junto al dólar.
Los critpoevangelistas odian al Estado porque lo consideran el enemigo de lo que llaman “la soberanía individual”, entienden la vida en sociedad como una selva o un casino donde casi la única ley sea el intercambio directo del dinero digital.
A finales de 2021 se celebró el Bitcoin Week de El Salvador. Para el fin de fiesta, Bukele dijo: “Cuando Alejandro Magno fue conquistando el mundo, decidió establecer 20 Alejandrías por todo su imperio. Estas ciudades fueron faros de esperanza para el resto del planeta. Nosotros debemos establecer nuestra primera Alejandría aquí, en El Salvador. Vamos a construir la Ciudad Bitcoin”.
En el diseño de esa Atlántida de Bukele, el suministro eléctrico dependerá de la energía geotérmica de un volcán cercano. Y el dinero para montar escuelas, hospitales y el resto de los servicios vendrá de los llamados bonos volcán o bonos bitcoin: nuevos títulos de deuda pública salvadoreña respaldados por la cartera de bitcoin.
Un año y medio después del anuncio y pese a las advertencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), ya está lista la ley que permite emisiones por hasta US$1 mil millones. Detrás de todo el proceso ha estado involucrada la pareja Keiser-Herbert.
De acuerdo con una investigación de The Wall Street Journal, la empresa nodriza de sus dos fondos, Bitfinex, proveerá no solo de la plataforma tecnológica para las emisiones, sino que solicitarán también una licencia para operar como traders.
Keiser y Herbert no son los únicos personajes con interés e influencia en el mundo cripto que han colaborado en la implantación de la política económica salvadoreña. Jack Mallers, un joven de 27 años que creó una aplicación para trasferencias instantáneas de dinero vía bitcoin, fue uno de los asesores más cercanos del presidente en la redacción de la ley que implantó formalmente la moneda en el país.
Mallers también buscó explotar su aplicación en el mercado de las remesas que aportan el 20% del Producto Interno Bruto (PIB) de El Salvador, pero el negoció no prosperó y Mallers, según fuentes cercanas, no ha vuelto a pisar el país. Solo el 2% de las remesas se canalizan por bitcoin, según datos del Banco Central.