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En el parque Memorial de la paz, ante el cenotafio de piedra que recuerda a las cerca 200 mil víctimas, construido en el punto donde cayó la bomba lanzada por los estadounidenses, advirtió: “El uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral”
Y remarcó que “también la posesión de armas es inmoral” y que “seremos juzgados por esto”.
“En nombre de todas las víctimas de los bombardeos y experimentos atómicos y de todos los conflictos, elevemos conjuntamente un grito: ¡Nunca más la guerra, nunca más el rugido de las armas, nunca más tanto sufrimiento!”, dijo Francisco en esta explanada en una ceremonia solemne ante 1 mil 300 personas.
“Un resplandor de relámpago y fuego, no ha quedado más que sombra y silencio. En apenas un instante, todo fue devorado por un agujero negro de destrucción y muerte”, así describió Francisco aquel momento en el que el 6 de agostó de 1945 cuando impactó la bomba “Little boy” y arrasó la ciudad completamente.
Fue para el papa Francisco “una hora tremenda que marcó para siempre, no sólo la historia de este país sino el rostro de la humanidad”.
Quiso el papa “inclinarse” ante “la fuerte dignidad de aquellos que, habiendo sobrevivido a esos primeros momentos, han soportado en sus cuerpos durante muchos años los sufrimientos más agudos”. Algunos de ellos asistieron a la ceremonia y Francisco los saludó uno a uno.
Más de 200 mil personas murieron durante la explosión y después por las radiacciones de la bomba que arrasó Hiroshima. En Nagasaki fueron que cerca de 175 mil.
En este lugar, con la cúpula iluminada del único edificio que quedó en pie al fondo, Francisco denuncio “el recurso continuo y espasmódico de las armas, como si estas pudieran garantizar un futuro de paz”.
El papa que en su discurso en Nagasaki había acusado a los países de crear un clima de odio para justificar sus programas nucleares se interrogó: “¿Cómo podemos hablar de paz mientras construimos nuevas y formidables armas de guerra?” y ¿cómo podemos proponer la paz si frecuentamos la intimidación bélica nuclear como recurso legítimo para la resolución de los conflictos?.
Y subrayó que “no se puede permitir que las nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido”.
Un mundo sin armas nucleares es posible
Por la mañana, en Nagasaki, en la zona del hipocentro donde estalló el 9 de agosto de 1945 la otra bomba, “Fat man”, junto a la icónica foto del niño con su hermano muerto a la espalda esperando el turno en el crematorio, Francisco aseguró con esperanza que “un mundo sin armas nucleares es posible y necesario”.
En el resto del discurso, Francisco subrayó que “la posesión de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva no son la respuesta más acertada a este deseo de paz de las personas y que, es más, parecen continuamente ponerlo a prueba”.
Y exhortó a los líderes políticos a que no se olviden de que las armas nucleares “no nos defienden de las amenazas a la seguridad nacional e internacional de nuestro tiempo”.
Denunció que para conseguir la paz “lo que es necesario es renunciar al fortalecimiento de un clima de miedo, desconfianza y hostilidad, impulsado por doctrinas nucleares”.
El armamento nuclear mundial se redujo un 4 % en 2018, pero los nueve Estados nucleares poseen aún 13 mil 865 armas de ese tipo.
El papa volvió a lanzar su condena a la fabricación y modernización de armas en mundo de hoy donde niños y familias viven en condiciones infrahumanas. “Son un atentado continuo que clama al cielo”, lamentó.
Martirio de cristianos japoneses y perseguidos de nuestros días
El papa visitó en Nagasaki el monumento dedicado a los 26 mártires crucificados durante la persecución del cristianismo en Japón en el siglo XVI y desde allí recordó “a los cristianos que en diversas partes del mundo hoy sufren y viven el martirio a causa de la fe”.
“Son los mártires del siglo XXI que nos interpelan con su testimonio a que tomemos, valientemente, el camino de las bienaventuranzas”, dijo Francisco tras visitar este lugar donde el jesuita Pablo Miki y otros 25 – tres jesuitas, seis franciscanos, entre ellos cuatro españoles, y 16 laicos católicos japoneses – fueron crucificados en 1597 en un momento de persecución que continuó durante doscientos años.
La ocasión sirvió al papa para “levantar la voz para que la libertad religiosa sea garantizada para todos y en todos los rincones del planeta”, y “contra toda manipulación de las religiones.
En una jornada agotadora, el papa también celebró misa en el estadio de béisbol de Nagasaki ante cerca de 35.000 fieles que representaban a la comunidad católica, el 0,4 % de la población, cerca medio millón de personas.
En el altar de la misa, el busto con los ojos y la cara quemada de la virgen Inmaculada, entallada en madera inspirada en la del pintor español Murillo, y que se encontraba en la iglesia de Urakami y que fue recuperada tras la explosión.
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