“Estoy convencido de que tal experiencia podrá ser útil para todos los jóvenes que se preparan o comienzan el servicio sacerdotal, pero de manera particular para aquellos que en el futuro serán llamados a colaborar con los representantes pontificios y, posteriormente, podrán convertirse a su vez en enviados de la Santa Sede ante las naciones y las Iglesias particulares”, escribe Francisco.
El papa argentino ya había expresado en su discurso final en el Sínodo sobre la Amazonia, la importancia de que los diplomáticos en el futuro pasasen un año en las partes más necesitadas del mundo.
“A Europa, que necesita despertarse; a África, sedienta de reconciliación; a América Latina, hambrienta de alimento e interioridad; a América del Norte, determinada a redescubrir las raíces de una identidad que no se define a partir de la exclusión; a Asia y Oceanía, desafiadas por la capacidad de fermentar en la diáspora y dialogar con la vastedad de culturas ancestrales”, añade el pontífice.
Para Francisco, los futuros diplomáticos de la Santa Sede “además de la sólida formación sacerdotal y pastoral” y de la “específica” de la academia, necesitan “una experiencia personal de misión fuera de la propia diócesis de origen, compartiendo con las Iglesias misioneras un período de camino junto a su comunidad, participando en su cotidiana actividad evangelizadora”.
“Estoy seguro de que una vez superadas las preocupaciones iniciales que puedan surgir ante este nuevo estilo de formación de los futuros diplomáticos de la Santa Sede, la experiencia misionera que se quiere promover será útil no sólo para los jóvenes académicos, sino también para las Iglesias particulares con las que ellos colaborarán”, concluye.
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