En lugar de enfrentar un solo desafío disruptivo y no deseado (por ejemplo, el auge de las videocaseteras en la década de los ochenta) o incluso dos que ocurren al mismo tiempo (la emisión en continuo y la pandemia), las industrias del cine y la televisión están siendo impactados en un número abrumador de frentes. Y nadie parece tener alguna solución.
El viernes, al menos 160 mil actores sindicalizados se pusieron en huelga por primera vez en 43 años, pues afirmaron estar hartos de los pagos exorbitantes para los magnates del entretenimiento y preocupados por no recibir una porción justa de las ganancias en un futuro dominado por la emisión en continuo. Se unieron a 11 mil 500 guionistas que ya estaban en paro, quienes dejaron de trabajar en mayo por inquietudes similares, incluida la amenaza de la inteligencia artificial. Los actores y los guionistas no habían estado en huelga al mismo tiempo desde 1960.
Fran Drescher, la exestrella de comedias y presidenta del sindicato de actores, anunció el paro y declaró: “En la industria que alguna vez conocimos (cuando hice ‘La niñera’), todos eran parte del dinero rápido y fácil. Ahora, es una aspiradora amurallada”.
Al mismo tiempo, las dos industrias tradicionales de Hollywood, la taquilla y los canales televisivos, están gravemente quebradas.
Este fue el año en el que la asistencia a las salas de cine supuestamente se recuperaría de la pandemia, la cual provocó el cierre de muchos cines durante meses interminables. Al fin, los cines recuperarían una posición de importancia cultural.
No obstante, la venta de boletos en Estados Unidos y Canadá en lo que va del año (alrededor de 4900 millones de dólares) es un 21 por ciento menor a la del mismo periodo en 2019, según Comscore, que recopila datos de taquilla. Las señales débiles de esperanza, como las grandes ventas de “Spider-Man: A través del Spider-Verso”, han sido opacadas por resultados decepcionantes con películas costosas como “Indiana Jones y el dial del destino”, “Elementos”, “The Flash”, “¡Shazam! La furia de los dioses” y, en menor grado, “La sirenita” y “Rápidos y furiosos X”.
La cantidad de boletos de cine vendidos en todo el mundo podría alcanzar los 7 mil 200 millones en 2027, según un informe reciente de la firma de contabilidad PwC. La asistencia en 2019 generó un total de 7 mil 900 millones de boletos.
Es una industria que está muriendo poco a poco, pero al menos es mejor que una que perece con rapidez. Para 2027, menos de 50 millones de hogares pagarán por televisión por cable o por satélite, un descenso en comparación con los 64 millones actuales y los 100 millones de hace siete años, según PwC. Cuando se trata de la televisión tradicional, “el mundo ha cambiado para siempre y para mal”, escribió el jueves en una nota para sus clientes Michael Nathanson, analista en SVB MoffettNathanson.
Disney, NBCUniversal, Paramount Global y WarnerBros. Discovery han dependido durante décadas de los canales televisivos para generar enormes ganancias. El final de esa era ha provocado un declive en el precio de las acciones. Las acciones de Disney han caído un 55 por ciento en comparación con su punto más alto en marzo de 2021. La cotización bursátil de Paramount Global, propietaria de canales como MTV y CBS, descendió un 83 por ciento durante el mismo periodo.
El jueves, Robert Iger, el director ejecutivo de Disney, puso sobre la mesa la venta de los canales “no principales” de la compañía, incluyendo ABC y FX. Iger llamó al declive de la televisión tradicional “una realidad a la que tenemos que enfrentarnos”.
En otras palabras, es el fin.
Por otro lado, está la emisión en continuo. Durante un tiempo, Wall Street estuvo maravillado con el potencial de succionar suscriptores a servicios como Disney+, Max, Hulu, Paramount+ y Peacock, así que las grandes compañías de Hollywood inyectaron grandes cantidades de dinero en el desarrollo de plataformas de visualización en línea. Netflix conquistaba el mundo. Amazon había llegado a Hollywood determinada a abrirse paso en la industria, al igual que la ultraacaudalada Apple. Si las compañías de entretenimiento más antiguas querían seguir siendo competitivas (por no decir, relevantes), solo había una dirección posible.
Hace poco más de un año, Netflix informó una pérdida de suscriptores por primera vez en una década y el interés de Wall Street cambió. Olvidémonos de los suscriptores. Ahora, nos importan las ganancias; al menos, en lo que respecta a las compañías de la vieja guardia, porque sus negocios tradicionales (la taquilla y los canales) están en problemas.
Para hacer que servicios como Disney+, Paramount+ y Max (antes HBO Max) fueran rentables, sus empresas matriz recortaron miles de millones de dólares en costos y eliminaron más de 10 mil empleos. Los ejecutivos de los estudios también frenaron la demanda de nuevas series televisivas el año pasado para controlar los gastos.
WarnerBros. Discovery declaró que su empresa de emisión en continuo, liderada por Max, será rentable en 2023. Disney prometió rentabilidad para septiembre de 2024, mientras que Paramount no ha pronosticado una fecha, excepto para decir que las mayores pérdidas ocurrirán este año, según Rich Greenfield, uno de los fundadores de la firma de investigación LightShed Partners.
Ceder ante las exigencias del sindicato, lo cual pondría en peligro de nuevo la rentabilidad de las plataformas de emisión en continuo, no es algo que las compañías estén dispuestas a hacer sin dar pelea.
Tara Kole, socia fundadora de JSSK, una firma de abogados especializados en entretenimiento que cuenta entre sus clientes a Emma Stone, Adam McKay y Halle Berry, comentó: “A corto plazo, será doloroso. Muy doloroso”.
Todo parece indicar que el enfrentamiento será largo y destructivo. Agentes que han trabajado en la farándula durante 40 años dijeron que la ira desatada en Hollywood en este momento supera cualquier cosa que hayan visto antes.
En un mensaje de texto a un reportero, un ejecutivo veterano describió el estado de ánimo actual de gran dramatismo y de “nosotros contra ellos” como: “Sacado directamente de ‘Los miserables’”. Las fotografías que circularon en línea de la conferencia de prensa de Allen & Co. Sun Valley de la semana pasada, el “campamento de verano para multimillonarios” al que asisten cada año los ricos de Hollywood, avivaron las llamas.
En una protesta fuera de las oficinas de Paramount Pictures el viernes, Drescher atacó a Iger, algo que pocas personas en Hollywood se atreverían a hacer sin cuidar su anonimato. Drescher criticó su paquete remunerativo (su contrato basado en el desempeño le permite ganar hasta US$27 millones anuales, incluyendo adjudicación de acciones, y eso es moderado para los directores ejecutivos del entretenimiento) y lo comparó a él y a otros magnates de Hollywood con “los señores feudales de una época medieval”.
Drescher agregó: “Es tan obvio que no tiene ni idea de que está pasando en realidad en los niveles más bajos”. El jueves, Iger declaró a CNBC que las exigencias de los dos sindicatos “simplemente no son realistas”.
En las próximas semanas, es probable que los estudios cancelen acuerdos lucrativos a largo plazo con escritores (y algunos actores/productores) en virtud de la cláusula de fuerza mayor en sus contratos, que entra en vigor el día número 60 o 90 de una huelga, dependiendo de cómo estén estructurados los acuerdos. La cláusula de fuerza mayor establece que, cuando circunstancias imprevisibles le impiden a alguien cumplir con un contrato, los estudios pueden cancelar el trato sin pagar una multa.
Al final, se lograrán negociar contratos con el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos y el SAG-AFTRA, como se le conoce al sindicato de actores.
Los desafíos comerciales más profundos permanecerán.