El muro con el que asegura que frenará la inmigración ilegal y la entrada de drogas en Estados Unidos y la renegociación de Nafta, que amenaza cada dos por tres con hacer saltar por los aires, son dos de los grandes símbolos de una presidencia que este sábado cumplirá un año y que ha construido una imagen interna de México más cercana a la de un enemigo que a la de un socio.
El presidente entró en cólera el miércoles tras conocer que Kelly dijo a un grupo de legisladores demócratas hispanos que estaba “desinformado” cuando hizo algunas promesas sobre inmigración en campaña, que su posición ha “evolucionado” y que no habrá muro “por el que México vaya a pagar”.
Esa misma tarde, según publicó The New York Times, recibió llamadas de aliados diciéndole que los comentarios de Kelly socavan su autoridad. Kelly es el segundo jefe de gabinete que tiene el presidente desde su llegada a la Casa Blanca en enero de 2017. Asumió el cargo en julio, dejando para ello el de secretario de Seguridad Nacional, desde el que era el responsable de la seguridad en la frontera que el mandatario quiere tapiar y también de las deportaciones de quienes la cruzan ilegalmente.
Uno de los principales objetivos de Kelly ha sido llevar disciplina a la Casa Blanca, comenzando por el presidente, y en el camino ha ido haciéndose enemigos. Miembros del staff lo han acusado ante Trump de estar aislándolo por los filtros que ha impuesto para acceder a él.
Se refería al acuerdo que negocian republicanos y demócratas para solucionar la situación de más de 700 mil jóvenes indocumentados acogidos a DACA, el programa que Barack Obama aprobó en 2012 para protegerlos de la deportación y que Trump canceló en septiembre.
Trump ha puesto como condición para firmar una ley que proteja a los “dreamers” (soñadores), como se les conoce popularmente, que esta contenga también financiación para su muro.
Las negociaciones sobre el futuro de estos jóvenes están estancadas desde la reunión de la semana pasada que saltó a los titulares por la calificación como “países de mierda” que Trump dio a Haití, El Salvador y las naciones africanas.
A ese encuentro acudió un grupo de legisladores de ambos partidos con un acuerdo que prometía poder ser aprobado en el Congreso pero el mandatario lo rechazó después de pedirles más dinero para el muro del que habían incluido.
Trump admitió ya en julio que no pretende cerrarla toda por las barreras naturales existentes y habló de entre mil cien y mil 500 kilómetros a tapiar. Su gran problema es que un año después de llegar a la Casa Blanca aún no ha conseguido que el Congreso apruebe una partida para su financiación.
Intentando asegurarse dinero, vinculó una solución para los “dreamers” a lograr financiación.
El fracaso de las negociaciones sobre los “dreamers” puede llevar además a un shutdown o cierre del Gobierno federal.