Otros llevaban mangas de caucho en las muñecas, para reforzar articulaciones debilitadas por años de quimioterapia innecesaria. Todos dijeron que los traicionó un médico seductor que ganó su confianza pero los dejó en la ruina económica y física.
“Diez minutos no es tiempo suficiente”, dijo Laura Stedtfeld, quien culpa a Fata por la muerte de su padre.
“Farid Fata, te odio”, dijo, elevando la voz al volverse hacia el médico sentado a tres metros. “Eres repugnante. Eres un monstruo… Evidentemente, eres un cobarde ya que ni puedes mirarme. Envenenaste, torturaste y mataste a mi papá”.
Fata, de 50 años, mantuvo la vista en la mesa del acusado mientras una veintena de personas tomaba la palabra por turno, un pequeño porcentaje de las 553 víctimas identificadas por la fiscalía.
Los fiscales han pedido una pena de 175 años de prisión, mientras que el médico ha pedido que se lo condene a no más de 75 años. El juez federal Paul Borman probablemente dictará sentencia el jueves o viernes, después de escuchar los testimonios de especialistas.
El martes fue reservado a los pacientes o sus familiares: un mecánico, un trabajador metalúrgico, incluso un colega de Fata. Algunos ni siquiera padecían cáncer, pero recibieron tratamiento oncológico.
“Aunque no estoy muerta, soy una sombra de lo que era… Hay días en que no puedo pararme”, dijo Maggie Dorsey, quien no puede peinar a su hija debido al dolor de las articulaciones. “Confié en él. Y él confió en mi seguro y mis copagos”.