El equipo de Sarkozy dijo que apelará la decisión.
La noticia podría erosionar la confianza de los franceses en los políticos. Francois Fillon, ex número dos de Sarkozy y candidato de su partido Los Republicanos en las elecciones presidenciales de esta primavera, lucha para sobrevivir a una investigación sobre si los empleos altamente remunerados que concedió a su esposa, hijo e hija eran reales.
Uno de los magistrados que instruye el caso determinó que existen suficientes elementos para que Sarkozy sea procesado, lo que puede convertirle en el segundo jefe de Estado francés que pasa por los tribunales tras dejar el cargo, después de que lo hiciera su antecesor y correligionario Jacques Chirac.
Los abogados de Sarkozy pueden aún recurrir la decisión del juez instructor.
La investigación fue abierta en la primavera de 2014 después de que la prensa revelara que el expresidente superó el límite máximo de gasto permitido durante una campaña electoral, que es de 22,5 millones de euros.
Para ello, según la acusación, recurrieron a los servicios de una empresa de comunicación, Bygmalion, que emitió facturas falsas para ocultar los sobrecostes de los actos electorales y de los viajes.
De esta forma, según la instrucción, lograron ocultar unos 15 millones de euros de gastos que debían haber figurado en las cuentas de campaña de Sarkozy, que acabó costando al menos 42,8 millones.
Sarkozy, que ya fue multado por este caso por el Consejo Constitucional, devolvió la totalidad de los gastos de campaña gracias a una campaña de donación que lanzó entre los militantes y simpatizantes de su partido.
Pero ello no evitó que se abriera una investigación judicial y que fuera imputado en febrero de 2016, lo que mermó sus opciones de victoria en las primarias de la derecha de diciembre pasado, en las que solo pudo ser tercero en la primera vuelta por detrás de su ex primer ministro Francois Fillon, que acabó ganando, y Alain Juppé.
Entre los otros acusados que también deberán ir a juicio figuran los responsables de la campaña de Sarkozy en el 2012 y Jér me Lavrilleux, el responsable de Bygmalion que confesó los hechos.