Pero también fue una voz vital en las decisiones del expresidente republicano, al que convenció para despedir al jefe de gabinete de la Casa Blanca, Donald T. Regan, para superar el escándalo “Irán-Contra”, por el que EE. UU. financió ilegalmente a la “contra” nicaragüense mediante la venta de armas a Irán.
Poco exitosa como actriz, Nancy Reagan se entregó con absoluta devoción a su matrimonio desde 1952 y dedicó a la carrera política de su esposo la misma ambición que le había despertado el cine.
“Mi vida comenzó con Ronnie”, aseguró Nancy en una entrevista en 1975, antes de convertirse en primera dama.
Conoció a Ronald Reagan en un restaurante de Hollywood en 1949, y aunque ella se quedó prendada de inmediato, el futuro presidente confiaba aún en reconciliarse con su primera esposa y ambos no empezaron un noviazgo serio hasta un año más tarde.
Ese tipo de declaraciones no sentaron bien al movimiento feminista que florecía en el Estados Unidos de los 80, pero también favorecieron su imagen entre los conservadores y permitieron que Nancy apareciera en la lista anual de las 10 mujeres más admiradas del país durante toda la Presidencia de Reagan.
Vida
Nacida como Anne Francis Robbins en 1921, fue la hija de una actriz y un vendedor de autos, que se divorciaron poco después de su nacimiento. Se crió en Nueva York y estudió Arte Dramático en Massachusetts, con la esperanza de traducir su esbelta figura y grandes ojos en una sólida carrera cinematográfica.
Se estrenó en el cine como Nancy Davis, con el apellido de su padrastro, y logró una serie de papeles secundarios en cine y teatro a pesar de que el director de Metro Goldwyn Mayer, George Cukor, pensaba que le faltaba talento para la actuación.
Conoció a Ronald Reagan en un restaurante de Hollywood en 1949, y aunque ella se quedó prendada de inmediato, el futuro presidente confiaba aún en reconciliarse con su primera esposa y ambos no empezaron un noviazgo serio hasta un año más tarde.
Se casaron en una ceremonia privada en marzo de 1952, y ese mismo año tuvieron a su primera hija, Patti, seguida en 1958 por Ron.
Nancy rompió su contrato con Metro Goldwyn Mayer pero acabó participando en otras tres películas después de casarse, algo que irritó a su tradicional marido, según las memorias de ella.
Descrita a menudo como la pragmática de la pareja, Nancy fue instrumental en las campañas políticas de su marido y en la Casa Blanca se ganó la animadversión de varios asesores de Reagan, que llegaron a calificarla de “gobierno en la sombra”.
El mismo jefe de gabinete de Reagan al que Nancy aconsejó despedir se vengó al desvelar, en su libro de memorias en 1988, que la primera dama había creado una situación caótica en la Casa Blanca por empeñarse en trazar la agenda oficial según el consejo de su astróloga, Joan Quigley.
Nancy recurrió a Quigley luego del intento de asesinato a su marido en 1981. La astróloga decía haber pronosticado que el 30 de marzo, cuando le dispararon, sería un “mal día” para el presidente.
Su relación con Quigley comenzó como “un intento de aliviar la ansiedad” que sentía sobre el bienestar de su marido, según recordó Nancy en su diario; pero pronto empezó a pedir que la agenda del presidente se configurara de acuerdo con los días “buenos” y “malos” que identificaba la astróloga.
Cuando esa costumbre se hizo pública, a Nancy no le faltaron las críticas, pero ella siempre defendió que ninguna decisión política resultó influida por la astrología.
Poco exitosa como actriz, Nancy Reagan se entregó con absoluta devoción a su matrimonio desde 1952 y dedicó a la carrera política de su esposo la misma ambición que le había despertado el cine.
La ex primera dama devolvió el glamur a una Casa Blanca que se había vuelto aséptica durante la Presidencia de Jimmy Carter, pero también fue acusada de lucir joyas y modelos exclusivos que aceptaba en préstamo y no devolvía, y de gastar cerca de US$300 mil en una vajilla presidencial en plena crisis económica.
En 1987 sufrió una mastectomía de su pecho izquierdo y en agosto de 1990 le extirparon una parte de piel con células cancerosas.
Pero su mayor prueba llegó en noviembre de 1994, con el diagnóstico de Alzheimer para el expresidente, y Nancy se convirtió en su enfermera durante 10 largos años hasta su muerte.
Decidida a ahorrar a otros el sufrimiento que había visto en su marido, Nancy desafió las convenciones del partido y se enfrentó públicamente al entonces presidente de EE. UU., George W. Bush, al defender la investigación con células madre contra el Alzheimer.
“Hemos perdido ya demasiado tiempo”, dijo Nancy Reagan en el 2004, cuando muchos republicanos la criticaban por apoyar la destrucción de embriones que requiere ese tipo de investigación científica.
La otra gran causa de Nancy fue la lucha contra las drogas, que la llevó por todo el país y al extranjero como primera dama y portavoz de la campaña “Simplemente di no”.
Para muchos, esta mujer que describía a su marido como “todo lo que podría haber deseado en un hombre” fue mucho más que la dócil compañera del presidente republicano más admirado actualmente.
“Sin Nancy, no habría habido gobernador Reagan ni presidente Reagan”, aseguró uno de los asesores del mandatario, Michael K. Deaver, al diario New York Times.