Según contó McCraw, después de haber oído múltiples disparos en el aula y que estos ya solo se dirigieran a la puerta cuando los agentes trataban de acceder, el citado jefe interpretó que ya no quedaba nadie con vida dentro salvo el agresor.
Esta interpretación le llevó a decidir cambiar el protocolo de “atacante activo” a “sospechoso atrincherado”, por lo que en lugar de derribar la puerta y entrar a la fuerza exponiendo a sus agentes a los disparos del agresor, optó por esperar a que llegase la llave y los refuerzos con el equipamiento adecuado.
“(El jefe policial) consideró que había tiempo y que ya no había más niños en peligro. Obviamente, sí que los había y el atacante seguía activo. Fue la decisión incorrecta y no hay ninguna excusa que valga”, reconoció McCraw.
Las 21 víctimas mortales del tiroteo se encontraban en la misma aula, pero cuando la Policía finalmente logró acceder, también halló en ella a niños con vida.
Las llamadas de alerta a la Policía se produjeron incluso desde dentro del aula por parte de algunos alumnos.
Durante la hora en la que la Policía esperó los refuerzos y no realizó ningún intento de entrar al aula por la fuerza, había 19 agentes en el colegio.
Tras entrar en el aula, Salvador Ramos -tal y como ha sido identificado el agresor- cerró la puerta por dentro y disparó indiscriminadamente contra los alumnos y las maestras.
La actuación de la Policía está siendo objeto de numerosas y airadas críticas por parte de las familias y el público general en las redes sociales y los medios de comunicación, al considerar que las Fuerzas de Seguridad podrían haber actuado con más rapidez.