El pasado mes de enero había sido sometido a una operación y permanecía hospitalizado afectado por dolencias en su aparato gastrointestinal.
Mubarak gobernó Egipto con mano de hierro desde que asumió la presidencia en 1981 tras el asesinato a manos de extremistas de su antecesor, Anuar al Sadat, hasta que fue forzado a abandonar el poder el 11 de febrero de 2011 tras 18 días de protestas en las calles del país.
Después de la revuelta popular, el derrocado presidente fue juzgado por la muerte de cerca de un millar de manifestantes en la represión de las manifestaciones en su contra, pero finalmente fue declarado inocente por ese delito en 2014.
Mubarak sí cumplió condena por delitos económicos y quedó en libertad en 2017, después de alrededor de seis años en prisión, que pasó casi en su mayoría en el hospital debido a su delicado estado de salud.
Desde que fue excarcelado, llevaba una vida muy discreta alejado de los focos de los medios de comunicación, aunque la prensa local consiguió captar alguna imagen del expresidente junto a su familia y, a pesar de su avanzada edad, aparecía sano y sereno.
Su última imagen con vida fue publicada por su nieto, Omar Alaa Mubarak, en la red social Instagram a principios de febrero y en ella aparecía acostado en una cama, con el pelo completamente cano y muy desmejorado.
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