“Eres bruja”, gritó una de las agresoras mientras ella, sus padres y su tío le asestaban puñetazos, patadas y bofetadas en el estómago, el pecho y la cara de la joven de 26 años.
Cuando por fin terminó la paliza, después de casi dos horas, sacaron a la joven por el pelo, la arrastraron por su pueblo y la abandonaron, inconsciente, junto a un templo, con la ropa apenas pegada a su maltrecho cuerpo.
El ataque, ocurrido en 2021 en el estado de Jharkhand, en el este de India, puso de manifiesto que el país sigue luchando por erradicar el lastre secular de la caza de brujas, a pesar de la gran cantidad de leyes y demás iniciativas.
Durante siglos, el señalamiento de brujas estuvo motivado en gran medida por la superstición. Se perdía una cosecha, se secaba un pozo o caía enfermo un miembro de la familia y los aldeanos encontraban a alguien —casi siempre una mujer— a quien culpar de una desgracia cuya causa no comprendían.
La superstición no ha desaparecido. Sin embargo, ahora las acusaciones de brujería suelen ser simplemente una herramienta para oprimir a las mujeres, aseguran los defensores de las víctimas. Los motivos pueden ser apropiarse de tierras, condenar a una mujer al ostracismo para ajustar cuentas o justificar la violencia.
En el caso de Jharkhand, la joven agredida, Durga Mahato, declaró que los problemas empezaron cuando rechazó las insinuaciones sexuales de un hombre importante del pueblo. Entonces, él, su hermano, su mujer y la hija de ambos declararon bruja a Mahato antes de atraerla a su casa y atacarla.
Mahato, su marido, Nirmal, y un agente de policía local describieron la agresión, durante la cual el hombre amenazó con violarla. Los cuatro agresores han sido acusados en virtud de las leyes contra la caza de brujas; el hombre y su hermano están en libertad bajo fianza tras pasar unos meses en la cárcel.
Para Mahato, las consecuencias de ser tachada de bruja no terminaron con la salvaje paliza. Le prohibieron bañarse en el estanque del pueblo y sacar agua del grifo comunitario. Se construyó una valla de madera alrededor de su casa para impedir que se adentrara en el pueblo. Los aldeanos la culpan de problemas como la muerte de una vaca. Ahora, solo algunas personas hablan con ella. Aún le duele la cintura y la espalda.
“¿Qué mal he hecho para que Dios me imponga un castigo tan grande?”, comentó una tarde reciente, sentada en un charpoy, una cama tejida, de color amarillo brillante, afuera de su casa de ladrillo. “Llámenme bruja todo lo que quieran”, añadió, rompiendo a llorar.
“Tengo tres hijos pequeños. No me atrevo a pensar en el suicidio”.
Según los expertos, la caza de brujas sigue existiendo en diversos grados en casi una decena de estados indios, sobre todo en las zonas tribales indígenas del centro y el este del país. Muchos estados han aprobado leyes contra esta práctica. Algunos, como Assam, han vuelto más severas las penas, con penas de cadena perpetua. Otros, como Odisha, han complementado las medidas legales con la instalación de monumentos a las víctimas en las comisarías, como un intento de sensibilizar a la población.
A las mujeres tachadas de brujas les han arrancado las uñas, las han obligado a comer heces, las han hecho desfilar desnudas o las han golpeado hasta dejarles moretones por todas partes. Han sido quemadas o linchadas. Entre 2010 y 2021, más de 1500 personas fueron asesinadas en India tras ser acusadas de brujería, según la Oficina Nacional de Registro de Crímenes.
La caza de brujas es especialmente habitual en Jharkhand, un estado rico en minerales, pero asolado por la pobreza, donde las tribus indígenas representan casi una cuarta parte de la población. La agresión a Mahato fue uno de los 854 casos relacionados con brujería registrados en el estado en 2021, 32 de los cuales se saldaron con muertes.
Jharkhand ha adoptado un enfoque práctico para tratar de eliminar esta práctica. Un programa estatal llamado Proyecto Garima ha desplegado cerca de 25 “equipos de campaña de prevención de la caza de brujas”, que llevan a cabo representaciones teatrales callejeras para concientizar a la población. Los comités de protección de las aldeas ayudan a las sobrevivientes de la violencia. Se han creado centros que ofrecen asistencia jurídica y alojamiento temporal a las víctimas. Los trabajadores de un servicio de asistencia llaman directamente a las sobrevivientes para conocer su situación psicológica y económica.
No obstante, la aplicación de la ley puede ser deficiente. Madhu Mehra, fundadora de un grupo de recursos jurídicos para mujeres, afirma que su organización, en un estudio sobre la caza de brujas en tres estados, incluido Jharkhand, descubrió que la policía solo intervenía en casos de asesinato o intento de asesinato. Esto y la dificultad de cambiar creencias arraigadas han contribuido a que la práctica persista, afirman los activistas.
Aunque las autoridades estatales habían fijado el año 2023 como objetivo para erradicar la caza de brujas, ahora dicen que están retrasando el objetivo al menos tres años.
En el caso de Mahato, la ayuda más útil no vino del gobierno, sino de otra víctima de la caza de brujas, Chhutni Mahato, que ha sido reconocida por el gobierno indio por su labor con el fin de intentar eliminar esta práctica.
La tía de Durga Mahato había oído hablar del trabajo de Chhutni Mahato (las dos mujeres no están emparentadas). Durga Mahato se refugió durante semanas en la casa de barro y tejas de Chhutni Mahato tras pasar dos semanas en el hospital.
Los dientes rotos de Chhutni Mahato son testimonio de la tortura que una vez sufrió a manos de los aldeanos, que la culparon de la enfermedad de una niña. Huyó y años más tarde empezó a trabajar con una organización no gubernamental.
A menudo, irrumpe en las comisarías exigiendo que se tomen medidas en los casos de caza de brujas y regaña a los jefes de las aldeas por teléfono. Ahora, las víctimas llegan a ella al enterarse de boca en boca. Ha ayudado a más de 150 mujeres en el estado.