Al contrario que en 2008, la violencia sigue intensificándose, subrayó en un comunicado la ONG Iraq Body Count, que hace un recuento de las víctimas civiles de la violencia en Irak desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003.
“Hay que remontarse a 2008 para encontrar niveles de violencia comparables”, consideró Iraq Body Count.
“En 2008, sin embargo, el número de víctimas representaba una baja respecto a los balances de 2006 y 2007, mucho mayores, y la segunda mitad de 2008 fue menos violenta que la primera”, subrayó la ONG, con sede en Reino Unido, mientras que, en 2013, “unos dos tercios de las muertes se produjeron en el segundo semestre”.
Mercados, campos de fútbol o mezquitas fueron objetivo de bombas, los insurgentes atacaron prisiones, comisarías y otros locales gubernamentales, y varias personas fueron asesinadas en sus casas.
Las operaciones de las fuerzas de seguridad iraquíes no han permitido detener esta oledada de violencia, y las detenciones masivas que han llevado a cabo en algunas ocasiones pueden echar más leña al fuego.
Aunque los balances varían entre sí, todos muestran el importante aumento de la violencia.
Según IBC, 9.475 civiles murieron en 2013 en Irak, frente a 10.130 en 2008.
El Gobierno iraquí dio cuenta de 7.154 personas muertas en el año, incluyendo a miembros de las fuerzas de seguridad e insurgentes, frente a 8.995 en 2008.
Naciones Unidas contó por su parte 7.818 civiles y policías muertos en 2013, respecto a 6.787 en 2008.
Los analistas señalan principalmente dos elementos para explicar esta oleada de violencia.
Por una parte, está el descontento entre la minoría sunnita, que se considera discriminada por las autoridades, dominadas por los chiitas, y objetivo injusto de la campaña antiterrorista de las fuerzas de seguridad.
Su enfado ha puesto más fácil a los grupos de insurgentes extremistas sunnitas reclutar nuevos miembros, y ha minado la voluntad de la población para cooperar con las fuerzas de seguridad.
“Los islamistas radicales han aprovechado para intensificar sus ataques, erosionando poco a poco la eficacia de las fuerzas de seguridad”, consideró John Drake, especialista en seguridad en la firma de gestión de riesgos AKE Group.
Muestra de este descontento son las movilizaciones contra el gobierno que estallaron en regiones de mayoría sunnita a finales de 2012 y que han continuado desde entonces.
Por otra parte, la guerra civil en Siria ha exacerbado la violencia al dar a los insurgentes un “impulso estratégico”.
“Ahora tienen la posibilidad de crear una especie de zona segura en la frontera entre los dos países en la que pueden evolucionar con una interferencia mínima de las autoridades”, explicó Drake.
“Esto les permite organizar entrenamientos, construir bombas, recaudar fondos y reunir reclutas, para asentar su autoridad y preparar nuevos” ataques.