Los informes médicos del pequeño no lograban responder porque un ser humano presentaba altos grados de sodio en el cuerpo, era una producción de sal que no era posible ser explicada por los médicos.
En más de una oportunidad el pequeño necesitó operaciones, incluso tampoco podía ingerir alimentos de manera normal. Necesitó una sonda en su estómago para poder acceder a los alimentos.
La situación de salud del infante era compleja y la mujer relataba en un blog y redes sociales su ardua travesía como madre, narrando los sacrificios y penas por las que pasaba.
Cada que el pequeño era internado se centraba en sus redes sociales para pedir apoyo y oraciones por su pequeño, era una conducta prácticamente habitual en la mujer cada que el niño era internado.
Los médicos no se explicaban como un ser humano podía tener altos grados de sodio en el cuerpo, y comenzaron a sospechar de la madre. Incluso colocaron cámaras dentro del cuarto del pequeño pero no apreciaban nada fuera de lo normal.
El pequeño lograba estar estable, era dado de alta y nuevamente comenzaba a enfermar cuando estaba en su casa.
La alerta de los médicos a la policía local hizo que un equipo de investigadores se acercará la casa, justamente cuando el pequeño sufrió una nueva crisis que resultó ser la mortal.
El trabajo de investigación les llevó a interrogar a una vecina, quien entregó una bolsa de basura que la madre le había pedido de favor que tirara, pero ella no lo hizo y la entregó a las autoridades.
Esos restos de comida contenían altas dosis de sal, cantidades excesivas que llegaban directamente al estómago del pequeño que se alimentaba mediante una sonda.
Al ser allanada la casa se encontraron los medicamentos del niño, junto a frascos de sal que la madre no pudo justificar a las autoridades.
En el 2015 un jurado la encontró culpable y la sorpresa de sus miembros fue al ver que la mujer no mostraba ni una gota de arrepentimiento o pena, incluso una amiga declaró que cuando el pequeño murió la mujer estaba más preocupada por los comentarios que recibía en sus redes sociales y por los comentarios de amigos y familiares.
Aunque no existe un informe clínico al respecto, los fiscales del caso consideraron que la mujer pudo padecer de un trastorno, en el que le hacía buscar de manera constante atención y validación.