Constanzo fue la cabeza de esta organización criminal junto a Sara Aldrete, mejor conocida como “La Madrina”.
Los Narcosatánicos estuvieron involucrados en decenas de asesinatos y sacrificios humanos en la ciudad de Matamoros, ubicada en Tamaulipas, México, y su caso más famoso fue el del brutal crimen en contra de Mark Kilroy, un estudiante estadounidense víctima del culto en 1989.
“El Padrino” convenció a sus seguidores de que al tomar una poción hecha con partes humanas podrían ser invisibles e invencibles, razón por la cual este culto realizaba múltiples sacrificios humanos para obtener “poderes” sobrenaturales.
El fin de Los Narcosatánicos llegaría en mayo de 1989 en la Ciudad de México, luego de un enfrentamiento entre miembros del culto y las autoridades locales en un departamento de la colonia Cuauhtémoc.
Ante la llegada de la policía, algunos de los miembros de la organización criminal trataron de huir caminando, creyendo aún en la idea que les había inculcado su líder desde un inicio: ser invisibles al tomar caldo con partes humanas.
No obstante, fueron arrestados al momento y puestos bajo la custodia de las autoridades mexicanas por varios delitos.
El inicio del culto
“El Padrino” nació el 1 de noviembre de 1962 en Miami, Estados Unidos. Era hijo de Delia Aurora González, una inmigrante cubana que trajo al mundo a su hijo a los 15 años.
Constanzo acompañó a su madre a varios viajes a Haití, con el fin de aprender más sobre el vudú haitiano, ya que era una sacerdotisa de una religión creada por esclavos de África llevados a Cuba conocida como “Palo Mayombe”.
Esta religión involucra rituales con sacrificios animales y debido a esto, el futuro líder de “Los Narcosatánicos” creció involucrado en las artes oscuras y en el vandalismo.
Desde muy pequeño, “El Padrino” se vio involucrado en varios delitos relacionados a robos y venta de drogas.
A los 22 años, Constanzo llegó a México para supuestamente trabajar como modelo. Sin embargo, debido a su pasado criminal con drogas y su relación con los sacrificios, rápidamente se hizo una reputación en Matamoros como un hechicero.
Durante esos años también conoció a tres de sus más fieles seguidores: Omar Orea, Jorge Montes y Martín Quintana.
Sus rituales y hechizos se volvieron famosos entre las personas más poderosas del país y varios reconocidos narcotraficantes de la época lo comenzaron a ver como un líder espiritual.
Constanzo comenzó a asaltar cementerios en búsqueda de huesos humanos para realizar sus pociones más fuertes. No obstante, el culto comenzó a respaldar la idea de que el uso de sacrificios humanos sería más efectivo para su hechicería que la utilización de cadáveres viejos y huesos antiguos.
Con esa idea dio inicio a una ola de asesinatos por parte de “Los Narcosatánicos”. Más de veinte víctimas fueron mutiladas para realizar sacrificios humanos.
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El Padrino se relacionó y amistó con un cártel emergente, los hermanos Hernández, y en 1987 reclutó a una joven llamada Sara Aldrete, quien se convertiría en la alta sacerdotisa del culto.
Un año después, “Los Narcosatánicos” se mudaron a un rancho ubicado en la mitad del desierto en Matamoros y comenzaron a realizar rituales aún más sádicos con personas secuestradas y enemigos.
En esta ubicación, llamada Rancho Santa Elena, el culto también albergaba cargamentos de cocaína y mariguana, además de asesinar a extraños y miembros de cárteles rivales.
Asesinato de Mark Kilroy
El grupo criminal se encontraba en su mejor momento y su líder decidió que era necesario el sacrificio de un estudiante estadounidense para que sus hechizos, con base en la religión africana Palo Mayombe, continuaran teniendo éxito con sus clientes, los cuales eran principalmente organizaciones criminales y cárteles del narcotráfico.
El 13 de marzo de 1988, los seguidores de Constanzo secuestraron a Mark Kilroy, estudiante estadounidense de 21 años, y lo llevaron a su rancho.
El crimen se dio mientras el joven se encontraba en las afueras de un bar de Matamoros disfrutando de sus vacaciones de primavera.
Kilroy, quien fue elegido al azar durante la búsqueda de una “persona blanca y angloparlante para sacrificar”, murió a manos de “El Padrino” de una manera cruel y sangrienta.
El líder del culto mató a su víctima con un corte de machete en la parte trasera del cuello, luego de permanecer más de 12 horas secuestrada en el Rancho Santa Elena.
Durante esa noche, el estudiante estadounidense fue torturado y violado. Luego de su muerte, miembros del culto le quitaron el cerebro y lo hirvieron en una olla para crear una nueva poción.
Posteriormente, le insertaron un cable en la columna para jalar todos sus huesos y le amputaron las piernas.
Miembros de “Los Narcosatánicos” se deshicieron del cuerpo de Kilroy al sepultarlo en el rancho junto a las demás personas que habían sido brutalmente asesinadas antes que él.
El fin de “Los Narcosatánicos”
La búsqueda de Kilroy, quien era sobrino de un importante funcionario de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU., cobró rápidamente importancia y generó la pronta reacción de las autoridades de México y Estados Unidos.
La policía mexicana instaló un punto de inspección en la carretera que conecta a Matamoros con Reynosa y lograron detectar a una persona llamada Serafí, quien habría secuestrado a Kilroy por órdenes de “El Padrino”.
Serafín Hernández y otros sospechosos fueron capturados y guiaron a las autoridades mexicanas hacia el Rancho Santa Elena para enseñar el lugar donde habían enterrado al joven de 22 años y desenterraron sus restos.
La excavación también reveló 14 cadáveres mutilados más, quienes fueron asesinados durante un periodo no mayor a nueve meses.
En el rancho, las autoridades encontraron cargamentos de cocaína, marihuana, armas de fuego y varios vehículos de lujo; asimismo, hallaron calderas con un cerebro y restos humanos, cabezas de cabras, patas de pollo y litros de sangre animal.
Las cuatro personas detenidas por estos crímenes fueron llevadas a las instalaciones de la Policía Judicial Federal de Matamoros, donde confesaron que Constanzo fue el encargado de ordenar el asesinato de Kilroy.
Constanzo y el resto de su culto huyeron hacia la Ciudad de México, donde “Los Narcosatánicos” tenían varias propiedades, luego del descubrimiento de los cuerpos en el Rancho Santa Elena.
Luego de seguir varias pistas, las autoridades mexicanas encontraron al grupo criminal escondido dentro de un departamento en la colonia Cuauhtémoc, a unas calles del Ángel de la Independencia y del Paseo de la Reforma.
Al llegar al recinto, Constanzo comenzó a disparar a la policía desde la ventana del apartamento y desató un tiroteo que duró más de una hora.
Sin embargo, al verse en desventaja y sin suficientes municiones para continuar la balacera, el líder de “Los Narcosatánicos” ordenó a uno de sus seguidores asesinarlo.
Ese día, “El Padrino” murió en un departamento de la Ciudad de México a manos de uno de sus más fieles seguidores.
Los demás integrantes de la banda criminal intentaron escapar al caminar frente a las autoridades, ya que se consideraban invisibles debido a las pociones que habían ingerido.
No obstante, fueron detenidos por las autoridades mexicanas por múltiples delitos incluidos secuestros, homicidios, lavado de dinero y tráfico de droga.