Ese discurso de reclutamiento convenció a muchos prisioneros rusos.
Alrededor del 20 por ciento de los reclutas en las unidades de prisioneros rusos son VIH positivos, calculan las autoridades ucranianas con base en las tasas de infección de los soldados capturados. Servir en el frente las pareció menos riesgoso que permanecer en la cárcel, declararon los detenidos en entrevistas con The New York Times.
“Las condiciones eran muy duras” en la prisión rusa, contó Timur, un soldado ruso VIH positivo de 37 años entrevistado en un centro de detención en la ciudad de Dnipró, en el centro de Ucrania, e identificado solo por su nombre de pila debido a que le preocupa enfrentar represalias si regresa a Rusia en un intercambio de prisioneros.
Tras ser sentenciado a 10 años por tráfico de drogas, los médicos de la cárcel rusa le cambiaron el medicamento antirretroviral que había estado tomando para controlar el VIH a variantes que temía que no fueran efectivas, comentó Timur.
Timur afirmó que no creía poder sobrevivir una década en una prisión rusa con VIH. En diciembre accedió a servir seis meses en el grupo mercenario Wagner a cambio de un indulto y suministros de medicamentos antirretrovirales.
“Entendí que tendría una muerte rápida o una muerte lenta”, dijo sobre elegir entre un tratamiento deficiente contra el VIH en prisión o participar en ofensivas militares en la guerra de Rusia en Ucrania. “Elegí una muerte rápida”.
Timur no tenía experiencia militar y recibió dos semanas de entrenamiento antes de ser enviado al frente, mencionó. Se le entregaron un rifle Kalashnikov, 120 balas, un chaleco blindado y un casco para el ataque. Contó que, antes de enviar a los soldados al ataque, los comandantes “repitieron muchas veces: ‘si intentan huir de este campo, les dispararemos’”.
Relató que los soldados de su pelotón fueron enviados a un ataque arriesgado: oleadas de soldados con pocas posibilidades de supervivencia fueron desplegados en la batalla a las afueras de la ciudad oriental de Bajmut. La mayoría fueron asesinados en su primer día de combate. Timur fue capturado.
Unidades de exprisioneros han constituido la mayor parte de las fuerzas en el ataque de Rusia a Bajmut, una de las batallas más sangrientas y de mayor duración de la guerra. El verano pasado se comenzó a prometer indultos a gran escala a los reclusos que aceptaran ir al combate.
Aquellos con VIH o hepatitis C fueron obligados a identificar su condición de manera muy pública.
Cuando los soldados ucranianos los capturaron, muchos usaban brazaletes de goma rojos o blancos, o ambos, para señalar que tenían alguna de estas dos enfermedades de alta propagación en el sistema penitenciario ruso. Se les obligó a usar los brazaletes al parecer como una advertencia para otros soldados en caso de que resultaran heridos, aunque no necesariamente serían infecciosos si se medicaran de forma correcta.
Los fármacos antirretrovirales pueden tratar de forma indefinida el VIH y suprimir el virus hasta el punto en que un individuo no sea infeccioso. Ucrania permite que las personas VIH positivas desempeñen funciones en combate con la aprobación de sus comandantes. Estados Unidos no permite que las personas que son VIH positivas se enlisten, pero permite que los soldados que se contagian sigan prestando servicio mientras reciben tratamiento.
“Si una persona está en tratamiento y no lo deja, el virus puede ser indetectable y puede prestar servicio, puede trabajar y no es peligroso para quienes lo rodean”, afirmó Iryna Dizha, asesora médica de 100 Percent Life, un grupo de defensa de los derechos de las personas con VIH en Ucrania.
Los brazaletes representan un riesgo para quienes los usan. Su función es proteger a otros soldados de contagiarse si el usuario presenta una herida sangrienta en el campo de batalla, dijeron los prisioneros de guerra. Sin embargo, la reticencia de los compañeros soldados o los médicos a exponerse a la sangre podría retrasar la aplicación de los primeros auxilios.
Yevgeny, otro prisionero de guerra VIH positivo que luchó en el grupo Wagner, contó que había sufrido una herida de bala un mes antes de ser capturado por las fuerzas ucranianas, según consta en un interrogatorio grabado en video por la agencia de inteligencia nacional de Ucrania que fue revisado por el Times. Yevgeny afirmó que recibió ayuda médica oportuna a pesar de portar un brazalete rojo, pero que recibió tratamiento en un hospital donde le pareció que los médicos no tomaban precauciones para no infectar a otros pacientes.
“No había condiciones para los infectados con VIH”, narró. “Todos fuimos atendidos juntos, los sanos y los enfermos”.
En el caos de la batalla, los brazaletes no sirven de mucho, señaló Vadim, de 31 años, quien fue condenado por robo y sirvió en Wagner antes de ser capturado en un refugio subterráneo.
Cuando los soldados ucranianos arrojaran varias granadas de mano al interior del búnker, los soldados rusos, incluidos dos que eran VIH positivos, se atrincheraron en un rincón. Tres de los diez soldados en el búnker murieron y la mayoría resultaron heridos, indicó Vadim, quien salió de ahí salpicado de sangre. “Siempre tuve miedo de esta enfermedad”, dijo en una entrevista en un centro de detención de Ucrania. Después de la exposición, se sometió a una prueba de diagnóstico y dio negativo.
Desde el verano, unos 50.000 presos se han enlistado para combatir en Ucrania. Esto es aproximadamente el 10 por ciento de la población carcelaria, según Russia Behind Bars, una organización no gubernamental que monitorea las prisiones rusas.
La agencia de inteligencia militar de Ucrania declaró en un comunicado el otoño pasado que algunos soldados capturados tenían VIH y hepatitis C. La agencia de inteligencia nacional ha puesto a disposición del público videos de interrogatorios con prisioneros de guerra de Wagner que mencionan tener VIH y muestran brazaletes rojos. Las autoridades ucranianas proporcionan medicamentos antirretrovirales a los prisioneros de guerra que son VIH positivos.
El VIH, la hepatitis C y la tuberculosis, incluidas cepas resistentes a los medicamentos, son frecuentes en las prisiones y colonias penales rusas. Alrededor del 10 por ciento de la población carcelaria de Rusia es VIH positiva, aseguró Olga Romanova, directora de Russia Behind Bars. Aproximadamente un tercio de la población total de reclusos tiene al menos una de esas tres infecciones, afirmó.
En las entrevistas, los prisioneros de guerra VIH positivos dijeron que solo se les pidió que hicieran flexiones (lagartijas o planchas) ante un reclutador para demostrar tener aptitud física para el servicio militar.