Por primera vez, la explanada de Theresienwiese, que acoge la fiesta hasta el 3 de octubre, fue rodeada por un cerco. Además se prohibió la entrada de grandes bolsas al recinto, se desplegaron 600 policías permanentes, en lugar de 500, y se reforzó la videovigilancia.
5.9 millones llegaron a la Oktoberfest el año pasado.
“Hemos constatado que la sensación de seguridad de la población se ha deteriorado, queremos mostrar, con más policías, que estamos preparados”, dijo el sábado Werner Feiler, vicepresidente de la policía de Múnich.
Los organizadores temen una bajada en la afluencia a causa de las preocupaciones por la seguridad. El año pasado, la afluencia fue menor coincidiendo con la llegada de refugiados a Baviera en el momento culmen de la crisis de migrantes.
La Oktoberfest registró entonces 5.9 millones de visitantes, 400 mil menos que el año anterior.
En julio, un adolescente germanoiraní con problemas mentales mató a nueve personas en Múnich y luego se suicidó.
El mismo mes, el grupo yihadista Estado Islámico dirigió dos ataques en el sur de Alemania: un atentado con un artefacto explosivo perpetrado por un sirio de 27 años al que se le había rechazado su solicitud de asilo, que dejó 15 heridos, y un ataque con hacha en un tren, perpetrado por un solicitante de asilo afgano, que causó cinco heridos.