Sin embargo, Obama suspendió el encuentro luego de que Duterte lo llamara “hijo de p…”, tras advertirle a él y a otros líderes que no lo cuestionaran por la campaña anti-drogas que impulsa en su país.
Ambos presidentes estrecharon hoy sus manos y hablaron brevemente antes de asistir a la cena de gala de la cumbre.
“Se encontraron en una sala de reuniones. Fueran las últimas personas en dejar la habitación”, dijo el secretario de Asuntos Exteriores de Filipinas, Perfecto Yasay, quien definió la relación entre ambos países como “firme” y “muy sólida”.
La conversación entre ambos mandatarios se produce después de que Obama cancelara la reunión que debía mantener con Duterte en Laos tras los insultos del filipino en una comparecencia en Manila el pasado lunes antes de volar hacia la cumbre en Laos.
Filipinas es uno de los principales aliados de EE.UU. en esta región del Pacífico donde Obama ha reorientado la política exterior de Washington para contrarrestar el auge de China.
En los últimos años EE.UU. ha reforzado la cooperación militar con Manila, que se disputa con Pekín la soberanía de varios islotes del mar de China Meridional.
La cancelación del que iba a ser el primer encuentro entre Obama y Duterte ha supuesto un importante varapalo a las relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Filipinas.
Ambos países son históricamente aliados pero sus nexos se han degradado desde los comicios del pasado mayo, en que Duterte fue elegido nuevo presidente filipino.
Los defensores de los derechos humanos acusan a Duterte de permitir el funcionamiento de escuadrones de la muerte. De acuerdo con datos de la Policía, unos mil11 consumidores de droga y narcotraficantes murieron en operaciones de la Policía entre el 1 de julio y el 4 de septiembre.