“Y se van inoculando en nuestras sociedades (que) se dicen sociedades libres, democráticas, soberanas”, dijo Francisco al salirse del discurso que tenía preparado.
Agregó: “Y terminamos siendo colonias de ideologías destructoras de la familia, del núcleo de la familia, que es la base sana de toda sociedad” .
En el estadio de fútbol, Víctor Manuel Reyna, de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado sureño de Chiapas, el papa escuchó los testimonios de cuatro familias dentro de ellas, Humberto y Lucy, una pareja de divorciados que se han vuelto a casar, y Beatriz Muñoz Hernández, enfermera y madre soltera, que presentaron ante el Papa su testimonio como “nuevas” familias a las que la Iglesia tiene que acoger.
Francisco escuchó estos testimonios en el estadio donde entre el exterior y el interior se concentraron unas 42.000 personas, según estimaciones de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de Chiapas, estado del sur de México.
“Yo Humberto antes era soltero y yo Claudia divorciada con 3 hijos, tenemos 16 años de casados por el civil. El Señor nos permitió la bendición de tener un hijo de ambos que actualmente tiene 11 años y es monaguillo”, afirmó esta pareja a la que la Iglesia, al considerarles en pecado, no permite que puedan recibir los sacramentos, entre ellos la comunión.
“No podemos acceder a la eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad” y “buscamos la manera de transmitir el amor de Dios” ayudando a adictos en un presidio, agregó.
“Es maravilloso tener un matrimonio y familia donde el centro es Dios” dijo Humberto y luego ambos se fundieron un abrazo con el santo padre.
La situación de los divorciados que se vuelven a casar fue abordada en los dos últimos sínodos de obispos que se celebraron en el Vaticano sobre la familia y fue la que más divergencias encontró.
Al final se aprobó utilizar al respecto el método del “discernimiento”, la valoración caso por caso por parte de los sacerdotes durante la confesión, pero el Papa tendrá la última decisión en un documento que se espera publicará en breve.
También habló Beatriz Muñoz Hernández, de 52 años, “enfermera de profesión y madre soltera. Tercera de una familia de 12 hermanos”.
“Mi infancia estuvo marcada por la pobreza, la violencia y el abandono de mi padre, lo que me hizo no sentirme querida y fornicar en la adolescencia, quedando embarazada en varias ocasiones a lo largo de mi vida y experimentando la tristeza, el rechazo social y la soledad mas profunda” , le contó al papa.
Beatriz explicó su conversión: “Encontré a Dios a través de su Iglesia y me rescató, anunciándome que me amaba, que no me rechazaba y que, sobre todo, me perdonaba”.
“La lucha siempre ha sido difícil, pues la precariedad, la soledad y el educar a los hijos sola, la tentación del aborto siempre se presentó como una alternativa que parecía la solución a los problemas, pero con la ayuda de Dios, he podido salir victoriosa de esas batallas”, continuó.
Y reclamó al papa “que las miles de mujeres que se enfrentan ante la falsa salida del aborto, para que puedan encontrarse como yo con una Iglesia que les ama y las acoge”, tras lo cual el pontífice también intercambio un cálido saludo con ella y los parientes que la acompañaban.
Otro testimonio fue el de Manuel, un adolescente de 14 años discapacitado debido a una distrofía muscular.
“Le comparto algo de mi vida personal: antes caminaba, corría, jugaba como todo niño, pero a los 5 años empecé a caerme, se dieron cuenta mis papás y los médicos detectaron mi capacidad especial; tengo distrofia muscular. Fui perdiendo fuerza en todo mi cuerpo hasta que quedé en silla de ruedas”, explicó.
Pero Manuel le dijo al papa que no se dejó abatir pues sabía que a pesar de su condición física “podía hacer cosas más grandes”.
“Ahora salgo en mi silla de ruedas a evangelizar y lo hago con mucha alegría a invitar a muchos adolescentes que no conocen el amor de Dios”, agregó.
Manuel habló del mundo de los adolescentes, algunos de los cuales “están en malos pasos y como nadie los escucha caen en malas compañías y los llevan por malos caminos”.
Al final del discurso, concluido con un espontáneo “Viva el papa Francisco” del enfermo, el papa se acercó a él y a sus padres y familiares y lo besó y a todos les dirigió unas breves palabras inaudibles para el auditorio.
También llegó ante el papa una familia y los abuelos renovaron “su alianza matrimonial” de 50 años ante el pontífice, que después de escuchar al hijo de la pareja los abrazó a todos.
“Le pedimos que haga mucha oración por nosotros, por nuestra patria y por nuestro pueblo que sufre mucha pobreza por falta de trabajo, por los salarios bajos y los precios tan altos de los productos básicos”, lamentó antes el hijo del matrimonio por lo cual recibió una ovación.
“Somos un pueblo que sufre pero que tiene esperanza, fe y mucho amor para seguir transmitiendo el amor de Dios a nuestros hijos y a las nuevas generaciones”, agregó.
El encuentro con las familias fue su último acto público de una jornada en la que también ofició una misa multitudinaria con indígenas.