Desde la ventana del palacio apostólico, el Papa rezó el ángelus y saludó con particular afecto a “las comunidades étnicas” presentes en la plaza para celebrar la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado.
El pontífice argentino, hijo de inmigrantes italianos, es muy sensible al fenómeno de la emigración, un drama que azota al mundo, tanto en Europa como en América.
El pasado 11 de enero, ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el papa invitó a la comunidad internacional a ir más allá para hacer frente a una emergencia histórica a elaborar “planes a medio y largo plazo” con “audacia creativa”.
“Gracias santidad, gracias por lo que ha hecho por la diáspora de Ucrania”, dijo el ucranio Mariam Kovanchuk, de 38 años, quien huyó hace cuatro años de su país por la guerra y la pobreza.
Grupos de peruanos y ecuatorianos que residen en la céntrica región italiana del Lazio, donde se encuentra Roma, se citaron en la inmensa plaza para cantar y rezar por el Papa latinoamericano.
“Tras una década olvidados, por fin tenemos quien nos defienda”, comentó Rosita, una peruana de 60 años que trabaja en el servicio doméstico.
Treinta nacionalidades
Junto a los latinoamericanos, familias enteras de filipinos, una de las mayores comunidades de extranjeros residentes en Lazio, se preparaban para atravesar la Puerta Santa de la basílica de San Pedro.
Con ese gesto que se realiza sólo durante el año del Jubileo se obtiene la indulgencia plena, es decir el perdón de los pecados, según la tradición católica.
“Que la misa y el cruce de la Puerta Santa les llene el corazón de paz”, clamó el Pontífice.
Inmigrantes de 30 nacionalidades diferentes asistirán luego en la basílica a una misa presidida por el cardenal Antonio Maria Veglio, entre ellos 200 africanos que piden asilo a Italia.
A un lado del altar de la basílica fue colocada la cruz de Lampedusa, realizada con la madera de los barcos que cruzan el Mediterráneo cargados de emigrantes y que el Papa bendijo en 2014, cuando visitó la isla italiana emblema del drama de emigración.
“Son gente que huye de la pobreza, de la guerra, no podemos abandonarlos”, comentó por su parte Giuseppe Giudici, de 74 años, de la Asociación de Trabajadores Católicos Italianos.
Según datos del Pontificio Consejo Pastoral para los Migrantes, tres mil 700 personas, entre ellos 800 niños, perdieron la vida en 2015 en la travesía del Mediterráneo.
Entre los asistentes había un grupo de musulmanes, palestinos, libaneses y sirios, liderados por Foad Aodi, presidente de la Comunidad del Mundo Árabe en Italia. “Aquí estamos. Para dar y pedir solidaridad”, dijo.
Ante los miles de fieles presentes en la plaza, el Papa pidió oraciones para las víctimas de los atentados en Yakarta y Uagadugú, reivindicados por organizaciones yihadistas.
Este mismo domingo, bajo un impresionante dispositivo de seguridad, el Papa visitará la sinagoga de Roma con el objetivo de abrazar la comunidad judía y convertirse en el tercer pontífice que entra en un templo hebreo después de Juan Pablo II en 1986 y Benedicto XVI en 2010.