El papa y Trudeau analizaron algunos de los resultados de la cumbre de las siete democracias más industrializadas, de las que Canadá forma parte junto a sus socios de Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido.
Especialmente hablaron sobre las zonas de conflicto en Oriente Medio, un tema que salió a relucir en la cumbre con el acuerdo de los líderes del G7 de aumentar sus esfuerzos en la lucha contra el grupo terrorista Estado Islámico (EI) y la petición a Rusia e Irán de que usen su influencia en Damasco para contribuir a la pacificación en Siria.
Trudeu, de 45 años, llegó al Vaticano después de participar en Bruselas en la cumbre de la Otán, en la del G7 de Taormina y de visitar este domingo, el municipio italiano de Amatrice (centro), devastado por los terremotos del 24 de agosto de 2016, y para mañana, martes, tiene prevista una reunión con su homólogo italiano, Paolo Gentiloni.
El Papa y Trudeau subrayaron en el encuentro “las buenas relaciones bilaterales entre la Santa Sede y Canadá y la contribución de la Iglesia Católica en la vida social del país”.
Asimismo, hablaron también sobre temas como la libertad religiosa, la integración y “sobre las actuales problemáticas éticas”.
El primer ministro canadiense acudió al Vaticano acompañado por su esposa, Sophie Trudeau, y tras su encuentro a solas con el Papa, se entrevistó, como es habitual en este tipo de reuniones, con el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, y con el secretario para las Relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher.
La Prensa criticó recientemente el encuentro entre el jerarca de la Iglesia Católica y el presidente de EE. UU., Donald Trump, donde se notó un “frío recibimiento”.