Con motivo de esa festividad, la segunda más importante del calendario cristiano después de Pascua, el jefe de la iglesia católica hizo un llamado a la tolerancia, al amor.
“Su amor es incondicional” incluso si “tienes ideas equivocadas y que hayas hecho de las tuyas”, explicó.
“Aún en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente”, insistió.
Francisco pidió a los católicos que sigan su ejemplo y no olviden el sentimiento de “gratitud”, el “saber agradecer”, porque “es la mejor manera de cambiar el mundo”, explicó.
“Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos”, dijo.
“Tampoco nosotros podemos esperar que el prójimo cambie para hacerle bien, que la Iglesia sea perfecta para amarla, que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos nosotros”, aconsejó el pontífice.
Francisco, que acaba de celebrar sus 83 años, dirigirá el miércoles su séptimo mensaje navideño “Urbi et orbi” (“a la ciudad y al mundo”) desde la plaza de San Pedro.
En esos mensajes el pontífice argentino suele lanzar llamados a remediar situaciones de guerra e injusticias y son transmitidos alrededor del mundo.
Francisco, que este año realizó 7 viajes para visitar 11 países, confirmando su voluntad de acercarse a las minorías cristianas de varios continentes, se enfrentó también a importantes desafíos internos.
Entre ellos los escándalos de abusos sexuales cometidos por curas, por lo que autorizó eliminar el secreto pontificio para esos casos, una decisión considerada histórica.
El pontífice, más sensible a los problemas ecológicos tras publicar en 2015 la encíclica “Laudato Sí”, movilizó también este año a los católicos para sensibilizarlos sobre los grandes males de la Amazonía y el cambio climático.