Collins formó parte junto a Neil Armstrong y Buzz Aldrin de la primera misión de la Nasa de aterrizaje lunar en 1969, cuando también adoptó el sobrenombre del “astronauta olivado”, y es que permaneció a bordo del módulo de comando mientras sus compañeros Armstrong y Aldrin daban el histórico paseo por la Luna en 1969.
“Lamentamos compartir que nuestro querido padre y abuelo ha fallecido hoy, después de una valiente batalla contra el cáncer. Pasó sus últimos días en paz, con su familia a su lado. Mike siempre enfrentó los desafíos de la vida con gracia y humildad, y enfrentó este, su desafío final, de la misma manera. Lo vamos a extrañar muchísimo”, comentaron sus parientes.
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Agregaron: “también sabemos lo afortunado que se sintió Mike de haber vivido la vida que hizo. Honraremos su deseo de que celebremos, no lamentemos, esa vida. Únase a nosotros para recordar con cariño y alegría su agudo ingenio, su tranquilo sentido de propósito y su sabia perspectiva, obtenida tanto al mirar hacia atrás a la Tierra desde la perspectiva del espacio como al contemplar las tranquilas aguas desde la cubierta de su barco de pesca”.
El nombre de Collins es el que más cuesta recordar en la misión Apolo 11, porque no tuvo el privilegio de pisar el polvo lunar como lo hicieron Armstrong y Aldrin; sin embargo, su cometido fue fundamental para el éxito de la misión, ya que era el encargado de orbitar la Luna -hasta unas 30 veces- en la nave Columbia mientras Armstrong y Aldrin descendían al satélite en la cápsula Eagle.
Desde el momento en el que la tripulación se dividió, Collins se quedó solo en la sonda metálica. Y cuando alcanzó el lado oscuro de la Luna, perdió toda comunicacion con el control y con los otros dos astronautas, por lo que se ha escrito mucho sobre la soledad de Collins en aquel momento, incluido él en sus memorias sobre la misión Apolo 11 “Carrying the fire”.
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“Ahora estoy solo, verdaderamente solo y completamente aislado de cualquier tipo de vida”, escribió, si bien él rechazó el apelativo de “la persona más sola del universo”, ya que, según dijo, su miedo era regresar sin Armstrong y Aldrin.
“Tenía café y música, así que aprendí a disfrutar de la soledad”, contó en una entrevista posterior. Una vez sus compañeros consiguieron la gesta de ser los primeros hombres en poner los pies sobre otro mundo, comenzó otra peligrosa maniobra: la vuelta a casa.
El Eagle debía reunirse de nuevo con el Columbia, y el menor fallo supondría un desenlace fatal. De hecho, el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, tenía un comunicado preparado para el peor de los casos, según se supo tiempo después.
Todo salió según las mejores expectativas y los tres, incluso aunque Collins no pisara la Luna, fueron reconocidos en todo el mundo por su hazaña. Aunque hubo más misiones Apolo, Collins no volvió a participar en ninguna y se retiró de la Nasa tan solo un año después, en 1970.
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A partir de ese momento trabajó en el Departamento de Estado como Secretario asistente de Estado para Relaciones Públicas y, un año después, se convirtió en director del Museo Nacional del Aire y el Espacio, cargo que ocupó hasta 1978, cuando lo dejó para ser subsecretario del Instituto Smithsonian.
En 1980 empezó a ejercer como vicepresidente de LTV Aerospace, cargo que abandonó en 1985 para abrir su propia firma de consultoría.