“Quince razones para definir a Donald Trump como liberal”, tituló hace poco la revista “National Review”, portavoz de los intelectuales republicanos. En “Capitol Hill” en Washington se escenificó un intento de reconciliación, pero las posiciones entre el Partido Republicano y su aspirante presidencial siguen siendo muy diferentes.
La emisora conservadora Fox calificó como un “matrimonio ficticio” el lenguaje conciliador que se escuchó después del encuentro entre Trump y el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan.
Algunos prominentes republicanos mantienen tercamente sus intentos de enviar al combate en noviembre a otro candidato de derecha como rival no solo de la aspirante demócrata Hillary Clinton sino también del propio Trump.
El presidente del Partido Republicano, Reince Priebus, ya se ve en la necesidad de hacer advertencias públicas: “Eso sería un suicidio”, dijo respecto a las iniciativas para pararle los pies a “Trump”, en cuyo centro está el candidato republicano del 2012, Mitt Romney.
La campaña electoral de este año en Estados Unidos ya ha sido calificada varias veces de incomparable y sin precedentes. He aquí una de las numerosas particularidades: mientras que el candidato republicano es visto en el exterior como un populista de derecha e incluso, en algunas comparaciones atrevidas, como un político cercano a Adolf Hitler, algunas sectores de su propio partido lo colocan muy a la izquierda de Hillary Clinton.
Clinton no logra deshacerse Sanders
La aspirante demócrata, a su vez, no logra deshacerse del “socialista demócrata” “Bernie Sanders”, que sigue arrastrándola hacia el espectro izquierdista. Por ejemplo, Clinton no puede, como hubiese querido, aprovechar su vínculos con el “big money” de Wall Street porque Sanders sacaría inmediatamente provecho de ello.
La campaña de Sanders ha atraído a tanta gente, sobre todo entre los jóvenes, que tendrá que hacer concesiones también después de terminar la campaña electoral, al menos si pretende evitar una votación apretada en la convención en Filadelfia.
¿Estados Unidos va a volver a girar a la izquierda tras ocho años de mandato de Barack Obama, pese a provocadoras propuestas de Trump como la construcción de un muro en la frontera con México, un veto temporal a la entrada de musulmanes y la expulsión de inmigrantes ilegales? ¿O acaso la campaña electoral en Estados Unidos es otro indicio de que ha caducado el viejo esquema de diferenciación entre izquierda y derecha para encasillar las posiciones políticas?
“Los republicanos, el partido conservador del país, cuya ideología fue cristalizada y redefinida por Ronald Reagan, simplemente se ha metido en el camino del populismo”, escribió el publicista estadounidense Charles Krauthammer. “Si Trump realmente es el gran dedo índice que la base ha dirigido contra el establishment, que ha perdido sus principios, entonces ¿por qué la base eligió con Trump a una persona que no tiene principios en absoluto?”, se preguntó Krauthammer.
Probablemente, Trump no es ni de izquierda ni de derecha. Es un populista. Cuando se dio cuenta de que los planes de prohibir la entrada de musulmanes eran poco inteligentes, no solo políticamente sino también desde el punto de vista táctico, él mismo los abandonó inmediatamente. “No fue más que una propuesta”, se justificó. Poco tiempo después añadió: “Todo lo que yo digo no son más que propuestas”.
Cuando surgió el rumor de que Trump había llamado hace un par de años a una emisora de radio presentándose como su propio portavoz, la revista “Atlantic” exigió: “¡Que se descubra el verdadero Donald Trump!”. Probablemente, también los electores querrán saberlo en algún momento: ¿Quien es el verdadero Donald Trump?, y sobre todo: “¿Cuáles son sus verdaderas posiciones políticas?