El nuevo pontífice eligió su nombre en referencia a San Francisco de Asís, el santo de los pobres, y anunció reformas que muchos comparan a la perestroika —reestructuración— con la que el último líder de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, trató de revitalizar y salvar al socialismo en la década de 1980.
“Si, diría que se pueden usar esas categorías: perestroika y glasnot —transparencia—; es lo que Francisco intenta aplicar”, sostiene el teólogo italiano Vito Mancuso, docente de Historia de las Doctrinas Teológicas. El experimento fracasó en la Unión Soviética, pero, según el estudioso, podría ser exitoso adaptado a una institución sólida como la Iglesia.
Los cambios se reflejan en la transformación del modo de inserción de la milenaria institución en el mundo y en medidas administrativas: menos presencia en la política, total sobriedad, renuncia a todo tipo de lujos, transparencia en la comunicación y, sobre todo, en la atención a los pobres, los enfermos, las personas necesitadas, los desamparados y los relegados.
“Creo que es un papa que ha hecho más actos que gestos. Predica con el ejemplo”, dice la periodista argentina Elisabetta Piqué, autora de Francisco, Vida y Revolución, un libro que cuenta los primeros meses de un pontificado marcado por sus mensajes directos, claros y sencillos.
“Para mí estos primeros meses marcan una revolución”, sostiene Piqué, quien cubre desde hace varios años la Ciudad del Vaticano.
El mensaje parece haber llegado al corazón de los fieles. La popularidad de Francisco, el entusiasmo que suscita entre los católicos, han generado “una nueva primavera” para la Iglesia Católica, según Mancuso. Pero, como en toda primavera, “los frutos aún no se pueden recoger”, advierte.
Francisco fue elegido Personalidad del Año, por la revista Time, que resalta su capacidad de “llevar a las calles” el mensaje del papado, y por The Advocate, una histórica publicación estadounidense dedicada a la comunidad homosexual.
Para The Advocate, Francisco dio “la señal de que no es como el viejo papa”, al haber declarado en julio último: “Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”.
Pero las palabras y los gestos del papa Francisco deben plasmarse aún en cambios concretos.
Para reformar la desacreditada Curia Romana —administración central de la Santa Sede—, nombró a una inédita comisión de ocho cardenales, que debe entregarle sus recomendaciones.
La limpieza de las controvertidas finanzas del Vaticano, y sobre todo del “banco de Dios”, es decir, del Instituto para las Obras de Religión (IOR), acaba de comenzar. Hay que recordar que esa institución es señalada de lavado de dinero negro.
“Las comisiones referentes están trabajando bien. Vamos por el buen camino. Sobre el futuro del IOR, veremos”, confesó el Papa al diario italiano La Stampa.
Las batallas se dan en todos los frentes: moral, social, económico y hasta teológico. A comienzos de diciembre, Francisco creó una comisión para ayudar a las víctimas de curas pederastas y evitar nuevos casos, tras los escándalos que sacudieron a la Iglesia en Estados Unidos, América Latina y Europa.
Su defensa de los inmigrantes indocumentados que atraviesan el Mediterráneo arriesgando la vida, así como la firmeza de su llamado por la paz en Siria, cuando parecía inminente un ataque estadounidense contra ese país, han sido calificados de verdaderos golpes mediáticos.
El “efecto Francisco” también alimenta fuertes expectativas entre quienes esperan cambios en el rechazo de la jerarquía eclesiástica del divorcio, la contracepción, el matrimonio homosexual, la eutanasia, la ordenación de mujeres.
“El Papa puede renovar la Iglesia, pero no puede inventar una nueva Iglesia”, advierte el cardenal alemán Walter Kasper, uno de sus grandes admiradores, al prevenir que muchos pueden terminar decepcionados.
La ausencia de confrontación, de condenas lanzadas desde el trono de Pedro, el espíritu de diálogo, los llamados a la fraternidad, la misericordia y la bondad no implican necesariamente que la Iglesia vaya a cambiar su doctrina.
Para varios expertos en asuntos del Vaticano, los próximos dos años serán claves para descubrir el verdadero rostro que Francisco quiere dar a la Iglesia y a su pontificado.
Mensaje
Cuentas claras y apertura
“Si el nuevo papa ha promovido la transparencia financiera quiere decir que no la había. Si ha represaliado la corte vaticana quiere decir que holgaban los aduladores. Si ha exigido a los obispos que huelan a oveja es porque atufaban a incienso. Si ha concedido entrevistas lo ha hecho por contrariar el hermetismo informativo. Si ha nombrado una comisión extraordinaria para depurar la pederastia es porque no se habían tomado medidas suficientes. Si ha reivindicado la sensibilidad hacia los gais se desprende que estaban discriminados. Si ha reclamado el peso de la mujer en el porvenir de la Iglesia admitiremos que no lo tenía. Si ha cuestionado sus poderes terrenales es porque eran desmesurados. Si ha exigido tolerancia como principio incontrovertible del mensaje cristiano lo ha hecho porque escaseaba el voluntariado de la otra mejilla”, señala el analista y periodista Rubén Amón.
Humildad
“Es un pecador”
El Papa se muestra absolutamente respetuoso con quienes son ateos, agnósticos o practican otras religiones. Se presenta a sí mismo como un pecador, como alguien que se encuentra al mismo nivel de los demás, y que también necesita que recen por él. El nuevo Pontífice ha puesto en marcha una revolución de humildad y de austeridad en el Vaticano que está dejando boquiabierta al mundo.
Seguidores
Denuncia el hambre
Francisco ha denunciado la “idolatría del dinero” en el mundo y el “escándalo global” de que casi mil millones de personas pasen hambre en la actualidad, y ha atraído a las masas con su estilo sencillo, así como su irónico sentido del humor. Sus presentaciones atraen a centenares de miles de personas y su cuenta @Pontifex en Twitter llegó recientemente a 10 millones de seguidores.
Críticas
Tildado de marxista
El Papa afirmó que prefiere no hacerle caso a la etiqueta de “marxista” que algunos ultraconservadores —Tea Party— le aplican a él, por su abierta inquietud de que el crecimiento económico no siempre ayuda a los pobres. “La ideología marxista está mal; sin embargo, he conocido a muchos marxistas que eran buenas personas y por eso no me siento ofendido”, dice el Pontífice.
Actos
Predica con ejemplo
“Renunciar al apartamento pontificio, abrazar a enfermos, besar a personas con graves deformidades no son simples gestos, son actos y es tocar la carne de Cristo. Llevar su cruz de plata de siempre, su anillo de siempre, supone renunciar a la pompa y esplendor característico de un papado parecido a una corte imperial, alejado del pueblo de Dios e inaccesible a la gente”, sentencia la periodista Elisabetta Piqué.