El que fuera secretario personal del papa alemán realiza estas declaraciones a propósito del último libro-entrevista sobre Benedicto XVI publicado recientemente.
Ganswin explica que la disminución de la agudeza visual del papa emérito tuvo su origen en 1991 cuando sufrió una hemorragia cerebral, a pesar de que nunca fue “ni fumador ni bebedor” .
Posteriormente, en 1994 padeció una embolia a la que le siguió una maculopatía que le provocó una pérdida significativa de la visión en el ojo izquierdo.
Ganswin recuerda anécdotas de Benedicto XVI como que no renunciaba a sus 7 u 8 horas de sueño o a la siesta, y rememora los paseos placenteros que realizaba Ratzinger mientras que ahora “da día tras día cada vez pasos más breves” .
Finalmente, evoca la renuncia de Benedicto XVI, en febrero del 2013, para afirmar que fue una decisión que no se debió a ninguna presión sino a la incapacidad física de Ratzinger de “cruzar el Atlántico” para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil en el 2013.
“Debería haber tenido lugar en el 2014, pero fue anticipada a el 2013 a causa del mundial de futbol. Si no hubiera sido así, (Benedicto XVI) habría buscado la manera de permanecer hasta el 2014”, confiesa.