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Y es que con 122 escaños de 350, muy por encima de los 85 de las últimas generales, el partido socialista PSOE se colocó sobradamente en cabeza en las legislativas este domingo.
Considerado como políticamente muerto tras sus dos derrotas electorales y la rebelión interna que lo defenestró del liderazgo del partido, Sánchez recuperó las riendas del PSOE y sorprendió en junio al tumbar con una moción de censura a su predecesor conservador Mariano Rajoy, hundido por la corrupción en el Partido Popular.
Para ello contó con unos heterodoxos aliados: la izquierda radical de Podemos, los nacionalistas vascos y los independentistas catalanes, lo que la derecha bautizó como “gobierno Frankenstein”.
Al filo de la navaja, resistió durante diez meses hasta que los independentistas catalanes hundieron sus presupuestos para 2019 y decidió convocar elecciones anticipadas.
Ante la agresividad de la oposición de derecha y extrema derecha, que irrumpió con fuerza en el Congreso español, Sánchez apeló a concentrar en él el voto de izquierdas como dique de contención ante la amenaza de “involución” de sus rivales.
Y echó mano del balance de diez meses de gobierno, haciendo gala del aumento del salario mínimo en un 22%, de la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres con once mujeres entre sus 17 ministros o del intento de exhumación, todavía no culminado, del dictador Francisco Franco de su mausoleo.
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Sánchez pide mayoría estable –
Sánchez, jefe de un gobierno minoritario desde junio, pidió este domingo después de votar “una mayoría parlamentaria lo suficientemente amplia que permita cuatro años de estabilidad”, después de “muchos años de inestabilidad”.
Pero se enfrentaba a tres partidos que ya le arrebataron la región de Andalucía, el gran feudo histórico del socialismo hasta hace poco: los liberales de Ciudadanos, el conservador Partido Popular (PP) y la extrema derecha de Vox.
“Por supuesto voy a votar a Vox. Este país necesita un cambio profundo. Los otros llevan 40 años gobernando aquí”, dijo a la AFP en Madrid el valenciano Valentino López, empleado en una empresa de cerámica de 51 años. “Los medios nos llaman la ultraderecha, eso es mentira”, aseveró.
El líder de la oposición conservadora, Pablo Casado, del PP, dijo estar abierto a gobernar con Ciudadanos y Vox, un partido fundado hace cinco años y que lleva meses llenando auditorios en sus mítines por toda España.
Por su lado, Sánchez llamó a la movilización de su electorado ante el “peligro” de una alianza mayoritaria con la extrema derecha.
Sánchez “me parece una opción moderada. No lo ha hecho demasiado mal estos últimos meses”, dijo en un colegio de Madrid Carlos González, jubilado de la construcción.
En Barcelona, Victoria Gracia, de 59, dijo haber votado a Podemos “para que pacten con el PSOE y lo mantengan a raya”, y porque siente temor de pensar en un ejecutivo de derecha.
Pese a la lógica de bloques dominante, subsiste una posibilidad intermedia, no desmentida por el dirigente socialista: la de entenderse con Ciudadanos, liderado por Albert Rivera, en caso de ser la única mayoría de gobierno posible.
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Esto le evitaría a Sánchez tener que apoyarse en los partidos separatistas catalanes, que a cambio le piden algo a lo que él se opone firmemente, un referéndum de autodeterminación.
La cuestión catalana
Durante la campaña, buena parte del debate político giró en torno al conflicto político catalán.
Sánchez se apoyó en los partidos catalanes para hacer prosperar la moción de censura con la que expulsó del gobierno al conservador Mariano Rajoy.
La maniobra le valió acusaciones por parte de la derecha de ser “un traidor” y “un peligro público”, y dio alas a la ultraderecha.
El presidente del gobierno saliente replica que fueron los separatistas y la derecha quienes tumbaron en febrero su Presupuesto 2019 y forzaron este adelanto electoral, las terceras elecciones legislativas en apenas tres años y medio.
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