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Sin desinfectante, sin mascarillas, sin tiempo: cómo se les pide a los conserjes que te protejan del virus

Antes, el personal de limpieza se dedicaba a asear espacios. Ahora, le corresponde proteger a la gente de un virus mortal por medio de la desinfección.

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Marta Lorena Cortez Estrada, una conserje que trae sus propios suministros de limpieza y  mascarillas, cerca de su casa en Hialeah, Florida, EE. UU. (Maria Alejandra Cardona / The New York Times)

Marta Lorena Cortez Estrada, una conserje que trae sus propios suministros de limpieza y mascarillas, cerca de su casa en Hialeah, Florida, EE. UU. (Maria Alejandra Cardona / The New York Times)

Conforme el coronavirus sigue propagándose y los negocios y lugares de trabajo evalúan los riesgos de volver a abrir sus puertas, los conserjes tienen una advertencia acerca de las condiciones actuales de limpieza en Estados Unidos. Muchos dicen que no les han dado suficientes recursos para combatir el patógeno, o, en algunos casos, ni siquiera tienen acceso a agua caliente para lavarse las manos. Muchos han dicho en entrevistas que, por lo general, no les dicen si hubo alguien que dio positivo por el virus en los espacios donde trabajan, lo cual les dificulta protegerse a sí mismos y a los demás.

Recientemente, varios conserjes se han enfermado en todo el país, desde la Universidad de Texas en Austin, hasta un plató de Fox Entertainment en Los Ángeles y casinos en Misisipi. Los empleados de mantenimiento de oficinas y supermercados dicen que no tienen el tiempo ni la capacitación necesarios para hacer su trabajo como es debido. Y a pesar de que las aerolíneas han tratado de recuperar a sus clientes con estándares de limpieza más estrictos, los pilotos, los asistentes de vuelo y los encargados de mantenimiento de cabinas informan que estas labores siguen siendo inadecuadas, pues se reutilizan los mismos trapos, quedan bandejas plegables sin limpiar, y hay baños que no se desinfectan entre cada vuelo.

Otros problemas evidentes surgieron en entrevistas con decenas de trabajadores, empleadores, ejecutivos de compañías de servicios de limpieza y representantes sindicales, así como en una revisión de los expedientes de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por su sigla en inglés), una agencia federal. En una torre de oficinas de Miami, Martha Lorena Cortez Estrada recurrió a traer su propio Clorox y a hacer sus propios cubrebocas. “Nuestras escobas estaban desgastadas; estábamos trapeando solo con agua, sin desinfectante”, relató Cortez, de 58 años, que gana 8,56 dólares la hora.

Elizabeth Martínez, a la izquierda, y su madre, María Martínez, que siguió los pasos del padre de Elizabeth en el negocio de la limpieza, en Nueva York, el 8 de julio de 2020. (Christopher Gregory/The New York Times)

 

Mientras el país delibera si debe o cómo debe reportarse a trabajar, hacer las compras, salir a comer, viajar y educar a sus hijos, casi siempre resulta imposible saber la frecuencia y la prolijidad con las que se limpian las cosas. Las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos son generales. La OSHA está investigando solo una pequeña fracción de las quejas relacionadas con el virus, según una vocera.

“Las reaperturas se llevaron a cabo en todo el país sin mucha consideración por los estándares de limpieza”, declaró Mary Kay Henry, presidenta de la Unión Internacional de Empleados de Servicios (SEIU, por su sigla en inglés), que representa a 375.000 de los conserjes de la nación. Ella aboga por estándares más altos a nivel estatal y municipal, y un sistema de certificación, como las calificaciones con letras que se les otorgan a los restaurantes. Si bien algunos estados han emitido requisitos, Virginia aprobó normas de limpieza más estrictas el miércoles y dijo que vigilaría su cumplimiento.

Mientras tanto, la labor de proteger los lugares de trabajo en Estados Unidos ha caído en los hombros de la gente que se encuentra en los últimos peldaños de su pirámide. Muchos de los más de 2 millones de conserjes del país trabajan de noche, fuera de la vista de los demás, por el salario mínimo. A menudo se les trata como un costo laboral que se debe contratar al menor precio posible. Los ejecutivos de compañías de limpieza y los representantes sindicales dicen que los estándares han bajado en años recientes puesto que los negocios han reducido su gasto en servicios de conserjería.

Barbara Gómez, que limpia aviones de American Airlines en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, en Inglewood, California, el 9 de julio de 2020. (Damon Casarez/The New York Times)

“Desde hace años, la industria ha estado reduciendo el alcance de estos servicios hasta lo más mínimo”, afirmó Laurie Sewell, directora ejecutiva de Servicon, una empresa de servicios de limpieza comercial con 1600 empleados.

Con ayuda del sindicato de empleados de servicios, Cortez y sus colegas presentaron una solicitud ante su agencia para obtener mejores suministros y la aprobaron. Luego de esto, ella relata que su supervisor empezó a tratarla con severidad. Dijo que fue despedida unas semanas después por usar un microondas para hacer unas palomitas que había traído consigo. (Su agencia no respondió a los mensajes que solicitaban comentarios).

Para algunos conserjes, la pandemia ha significado ventajas inesperadas: más turnos de día, pues se requiere una limpieza más frecuente; incrementos salariales de varios dólares por hora; una sensación de que su trabajo no equivale a mano de obra no cualificada sino a un servicio crucial basado en la ciencia. Varios describieron haber asistido a sesiones de capacitación exhaustivas y haber adoptado nuevas prácticas meticulosas como desinfectar todos los teclados de computadoras y los teléfonos de la oficina. En algunos lugares de trabajo, la limpieza enfocada al COVID-19 se ha convertido en un servicio prémium. Las medidas de sanitización en el nuevo desarrollo urbanístico Hudson Yards en Manhattan —que incluyen la limpieza de baños al menos cada dos horas y el uso de trapos con códigos de color para diferentes productos— se desarrollaron en colaboración con el Hospital Monte Sinaí.

En Florida, Disney World reabrió sus puertas el fin de semana pasado con nuevos protocolos. Las tapas de los botes de basura ahora se quedan abiertas para minimizar el contacto. Los conserjes que ven a visitantes sin cubrebocas pueden usar los iPhones proporcionados por la compañía para reportarlos discretamente. Los parques de Disney, que desde hace mucho han priorizado la limpieza, han recontratado a sus 2500 conserjes de tiempo de completo en Florida.

Sin embargo, como demostración de la influencia que ahora tienen algunos trabajadores de bajos ingresos, sus colegas de Disneyland en California ayudaron a postergar la reapertura del parque al afirmar que no era seguro.

Se suponía que Disney World en Florida y Disneyland en California reabrirían sus puertas este mes, pero a medida que aumentaban los casos en California, los sindicatos de custodios y otros trabajadores escribieron al gobernador Gavin Newsom expresando reservas (Damon Casarez / The New York Times)

 

“Como conserje, es aterrador saber que, si pasamos por alto el más mínimo detalle, alguien podría llevarse este virus hasta el otro lado del país”, dijo Artemis Bell, trabajador de Disneyland.

‘Pasadas rápidas’

Para proteger y recuperar a sus clientes, las aerolíneas se han apresurado a adoptar nuevos métodos de limpieza, y a menudo enfatizan la desinfección por las noches. Los científicos consideran que hay otra tarea más primordial. “Lo más importante es limpiar el avión después de cada vuelo”, dijo Qingyan Chen, profesor de ingeniería en la Universidad Purdue quien ha liderado investigaciones sobre enfermedades contagiosas para la Administración Federal de Aviación.

Aunque la transmisión por medio de superficies no es tan significativa como la del contacto cara a cara, de acuerdo con los CDC, los científicos dicen que es crucial desinfectar las superficies que se tocan con mucha frecuencia como las perillas y los baños, donde las descargas del inodoro pueden rociar gotículas de coronavirus por doquier.

No obstante, mucho antes de esta crisis, muchas aerolíneas subcontrataban los servicios de mantenimiento y minimizaban las limpiezas entre vuelos. Cuanto más tiempo se queden los aviones en tierra firme, hay menos vuelos y se venden menos boletos. Por lo tanto, desde hace décadas, este trabajo ha estado a cargo de proveedores de limpieza subcontratados que abordan el avión, sacan la basura, asean el desorden evidente y desaparecen, según las declaraciones de personal de aviación y representantes sindicales.

Ahora, la mayoría de las aerolíneas dependen de estos trabajadores para prevenir el contagio. Los estándares son más altos en general, y muchos aviones parecen ser más higiénicos, según los encargados de limpieza de cabinas y otros trabajadores. Delta, por ejemplo, dijo que usaba rociadores electroestáticos —que cubren las superficies con partículas desinfectantes— antes de cada vuelo. Sin embargo, trabajadores de varias aerolíneas dijeron que muchas limpiezas entre vuelos se hacían aprisa y con poca constancia. El mes pasado, los pilotos reportaron estas mismas inquietudes en un informe del sindicato.

“La única parte de los asientos de pasajeros que se limpió fue el asiento mismo, no las áreas que los pasajeros siempre tocan, como los cinturones de seguridad, las persianas de las ventanillas, los reposabrazos, etcétera. Además, supuestamente, el avión entero quedó limpio en menos de 10 minutos”, escribió un piloto. La semana pasada, la Asociación de Asistentes de Vuelo-CWA comenzó una encuesta para evaluar el proceso de sanitización y otras cuestiones de seguridad. De los varios cientos que respondieron, solo el 44 por ciento de los asistentes de vuelo dijo que sus aviones se limpiaban y desinfectaban concienzudamente entre los vuelos de día.

Barbara Gómez, de 62 años, trabaja en el turno vespertino en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, como encargada de limpieza de los aviones de American Airlines por 17,55 dólares la hora. A mitad de la noche, el ajetreo disiminuye y tiene más tiempo para limpiar cada cabina. Pero dijo que a los primeros aviones de la noche les daba “pasadas rápidas”, pues ella y un puñado de colegas tenían menos de 10 minutos para limpiarlos.

“Solo recogemos la basura, revisamos los cinturones, los cruzamos para que se vean bien, y si una bandeja plegable se ve sucia, la limpiamos”, relató, y añadió que a veces no les daba tiempo de abrir y revisar todas. “Si está limpia, seguimos con la otra porque tenemos que bajar pronto”, relató Gómez, quien se quejó ante la SEIU.

Dos colegas también mencionaron esos detalles y nombraron otros riesgos potenciales, como que empezaban la limpieza antes de que descendieran todos los pasajeros, lo cual aumenta el riesgo de contacto cercano. Dijeron que a veces no les da tiempo de desinfectar los baños.

Siempre hay toallas de papel disponibles, pero antes de la pandemia se les daba un solo trapo por turno, el cual debían tomar, registrar y devolver. Ahora se supone que deben tener dos, según uno de los colegas. “Hay noches en las que se acaban los trapos, no tenemos ni uno”, afirmó Gómez.

Un vocero de su empleador, JetStream Ground Services, rebatió esa declaración, y aseguró que se había agregado más personal para cada limpieza y se habían puesto todos los trapos necesarios a su disposición. Sin embargo, no deberían usar trapos, mucho menos reusarlos, según un vocero de American Airlines. Él afirmó que el relato de los trabajadores era una violación preocupante de sus nuevos estándares, que, según dijo, incluían la desinfección de los baños, las bandejas plegables y las hebillas de cinturones de seguridad entre cada vuelo, así como otras superficies de contacto frecuente como los reposabrazos, las persianas de ventanillas y las pantallas de entretenimiento.

Sin advertencia

Varios encargados de mantenimiento subcontratados describieron una pesadilla del COVID-19: que les pidan limpiar un espacio donde tal vez hubo alguien contagiado, sin que les adviertan al respecto.

Tras años de dificultades económicas, Steve Kelley, de 54 años, encargado de limpieza en Pittsburgh, atesora su trabajo de conserje de oficinas, por el que gana 18,07 dólares, sobre todo ahora que trabajar desde casa se está volviendo una norma en tantas organizaciones. “Trabajamos con el miedo de perder nuestro trabajo”, comentó.

No obstante, hace poco se enteró gracias a otros trabajadores de mantenimiento que varios empleados del lugar donde trabajaba habían dado positivo por el virus. Él y sus colegas exigieron que les notificaran esta información de manera más adecuada. “Tienen que empezar a decirnos qué, dónde y quién”, afirmó.

Incluso cuando los conserjes tienen más claridad sobre los riesgos potenciales, pueden sentirse obligados a meterse en situaciones de más alto riesgo. En abril, la empresa de servicios de limpieza de Hilda Aguilar la asignó a trabajar en un sitio de realización de pruebas desde el automóvil en San Clemente, California, que estaba a punto de empezar a atender a pacientes de coronavirus. A Aguilar le sorprendió que le pidieran que siguiera limpiando las instalaciones en las noches incluso después de que estuvieron en funcionamiento, solo con guantes, un cubrebocas y lo que ella consideró una capacitación insuficiente. Aguilar —quien tiene 39 años, gana 13,50 dólares la hora y fue enfermera en México, su país de origen— se rehusó a hacer el trabajo hasta que le dieran un traje de protección. (Un representante de Performance Building Services, su empleador, dijo que Aguilar recibió capacitación con anticipación, que se le proporcionó un traje protector, y que estaba trabajando en las noches en instalaciones ocupadas por personal médico).

El gran experimento de Disney

Los parques temáticos de Disney están realizando un experimento imprevisto en cuanto a la duda de si las labores de limpieza pueden llevarse a cabo de manera segura tanto para los visitantes como para los empleados de mantenimiento.

Estaba programado que Disney World en Florida y Disneyland en California reabrieran sus puertas este mes. Sin embargo, conforme los casos aumentaban en California, los sindicatos de conserjes y otros trabajadores le escribieron al gobernador Gavin Newsom para expresar sus inquietudes.

“Nuestro trabajo como conserjes se deshace en cuanto lo terminamos”, dijo Ellie Gonzalez, de 26 años, que gana 15 dólares la hora y no tiene prestaciones de salud como empleada de medio tiempo en Disneyland, lo cual describió como algo muy preocupante durante una pandemia. “Estaba pensando en cómo desinfectamos los barandales. En cuanto los desinfectamos, alguien viene y los toca”.

Newsom se negó a autorizar la reapertura de cualquier parque temático.

La situación de salud en Florida podría ser aún más grave. El sábado, Disney World reabrió sus puertas. El domingo, Florida reportó 15.300 casos nuevos, la cifra total más elevada que se haya visto en un solo día en cualquier estado.

Ahora, el parque está tratando de contener el virus, en parte a través del puro esfuerzo de sus trabajadores. “La gente confía en Disney, y tenemos una gran responsabilidad de honrar esa confianza”, declaró Josh D’Amaro, el presidente de los parques temáticos de Disney, durante el fin de semana de apertura.

Los juegos mecánicos y las atracciones se limpian cada dos horas. Un equipo especial (“los superasistentes”) vigila el cumplimiento del distanciamiento físico y el uso de cubrebocas.

“Siempre he sido uno de los críticos más severos de Disney en cuanto al trato que les ofrecía a sus empleados”, comentó Eric Clinton, presidente del sindicato de conserjes, y añadió que los trabajadores estuvieron nerviosos durante la primera semana de reapertura, y que el parque sigue implementando nuevas reglas. “Creo que Disney va a hacer esto de manera correcta y segura”.