Si el debate es estéril, es que las posiciones no cambian.
Por un lado, están los que se oponen a cualquier tipo de control de armas invocando la segunda enmienda de la Constitución, que establece el derecho a portar armas.
Argumentan que ninguna ley puede evitar que individuos trastornados y delincuentes obtengan un arma, ni que abran fuego
en una escuela. Dado este peligro, todos los ciudadanos deben poder estar armados para protegerse.
Por otro lado, están los que piden controlar la tenencia, como el expresidente demócrata Barack Obama, quien el jueves se negó a creer en la inevitabilidad de estos dramas. “No somos impotentes”, dijo en Twitter, pidiendo legislación de “sentido común” para incrementar la seguridad con respecto a las armas.
Las armas, mito fundacional
Quienes buscan controlar la tenencia de armas han llevado su lucha al terreno local, donde buscan convencer a los políticos sobre la necesidad de hacer controles forenses y psiquiátricos obligatorios antes de cualquier venta de armas.
Un objetivo nada fácil de alcanzar en un país donde las armas son parte del mito fundacional: con ellas se logró la independencia y se conquistó el Lejano Oeste.
Los propios términos del debate se distorsionan: los políticos financiados por la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el poderoso lobby que apoyó a Donald Trump en su campaña electoral, rechazan por ideología admitir que un arma de fuego, por definición, es un objeto letal, y que facilitar su acceso es arriesgado.
En un discurso televisado el jueves, Trump declaró al país de luto, pero evitó toda mención al polémico tema de limitar el porte de armas.
El mandatario atribuyó la masacre de Florida a alguien con trastornos mentales, sin mencionar cómo el tirador pudo haber adquirido un rifle de asalto a los 19 años, una edad en la que la mayoría de los estadounidenses no puede comprar alcohol legalmente.
El fiscal general Jeff Sessions descartó por su parte cualquier reforma legislativa, y llamó a aplicar las leyes que buscan impedir que delincuentes y enfermos mentales posean armas.
Sin embargo, casi todas las estadísticas muestran el vínculo directo entre la proliferación de armas y la frecuencia de los tiroteos.
Los estadounidenses, menos del 5 por ciento de la población mundial, poseen casi la mitad de las armas de propiedad civil del mundo. La tasa de homicidios por disparos es 25 veces mayor que en el resto de los países desarrollados.
El riesgo de morir por un balazo es 300 veces mayor para un estadounidense que para un japonés.
¿Rezar o actuar?
“Si más armas y menos legislación sobre armas fortaleciera nuestra seguridad, Estados Unidos sería el país más seguro del mundo, pero tenemos la tasa más alta de violencia armada de cualquier nación desarrollada”, recuerda Shannon Watts, fundadora de Moms Demand Action, una organización que lucha contra la tenencia de armas de fuego.
Como siempre después de un tiroteo, los políticos favorables a la NRA no contestaron el jueves esta pregunta embarazosa, alegando respeto a las víctimas.
“Este no es el momento de esta discusión”, sentenció el gobernador republicano de Florida, Rick Scott. Él y el senador republicano Marco Rubio llamaron a la población a “rezar”, provocando la exasperación de muchos.
“No me diga (que hoy) no es un buen momento para discutir la violencia armada, si usted es un político y no hace nada con esta masacre, entonces es cómplice”, replicó Chris Murphy, senador demócrata de Connecticut.
Incluso celebridades con muchos seguidores en las redes sociales probablemente tampoco serán escuchadas.
“Le debemos a nuestros hijos y a nuestros maestros la seguridad en las escuelas. Las oraciones no lo lograrán: la acción sí. Congreso, por favor haga su trabajo y proteja a los estadounidenses de la violencia armada sin sentido”, dijo Kim Kardashian.
“Las oraciones sin acciones son mentiras a uno mismo, no escuchadas por ningún Dios, que no conducen a nada”, reaccionó el actor Mark Ruffalo.