Pero “nos parecía muy extraño que hubiese un coyote en el pleistoceno, es decir hace 12.000 años. Cuando empezamos a ver el resto óseo, empezamos a ver características que podrían ser de un perro”, explica a la AFP el investigador costarricense Guillermo Vargas.
En busca del “Xulo”
“Entonces buscamos más, lo escaneamos y el escáner mejora lo que es un vernier (unidad de medida de precisión) y nos da datos de que es un perro conviviendo con personas hace 12.000 años en Costa Rica”, comenta Vargas.
“Hemos investigado mucho la historia de los cánidos porque son traza de presencia humana (…). Nos parecía extraño que esa pieza se clasificara como coyote, porque este [no] llega a Costa Rica hasta el siglo XX”, agrega.
En el caso del perro, cuando es doméstico, “la mandíbula cambia, los dientes tienen menos cúspides, son menos puntiagudos” y no son “para destrozar huesos y carne”, detalla Vargas.
“El perro come los excedentes de comida humana. Su dentición no es tan determinante para subsistir; la cacería de grandes presas la hace en complicidad con sus compañeros humanos. Esta pieza refleja la diferencia”, añade.
Vargas, la experta en nuevas tecnologías Natalia Rodríguez, también costarricense, y la gestora cultural nicaragüense Myrna Báez forman parte de un grupo multidisciplinario y transfronterizo que, con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México, investiga desde hace seis años la relación de las culturas prehispánicas con estos animales.
Su trabajo de investigación se enmarca en el Proyecto “Xulo”, cuyo nombre alude al perro en lengua originaria de la zona arqueológica Gran Nicoya.
¿Y las personas?
El biólogo y zooarqueólogo Raúl Valadez Azúa, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y quien asesora al proyecto Xulo, observa imágenes del fósil e insiste en que podría tratarse de ‘el mejor amigo del hombre’.
Lea además: Regina Moraga: Vínculo del registro arqueológico con la gastronomía
De acuerdo con las teorías de poblamiento de América, el ser humano emigró desde Asia por el Estrecho de Bering, una porción de mar entre Siberia y Alaska, cuando el nivel del mar descendió y el fondo quedó expuesto, como una plataforma terrestre, durante la última gran glaciación.
“Los primeros perros domesticados entran aproximadamente hace 15 mil años al continente, producto de la migración de los asiáticos por el Estrecho de Bering. Y nunca hubo perros sin personas. Estos se movieron de norte a sur como parte de grupos de cazadores y recolectores”, explicó Valadez a la AFP vía telefónica desde México.
Si bien hay evidencia de migración humana en México, Chile o la Patagonia, no se han hallado en Centroamérica. Pero la presencia de perros confirmaría que también hubo gente con ellos.
“El binomio de perro-humano es inseparable. No hay perros sin humanos (…). A veces no se profundiza en lo que puede significar un hallazgo de estos, pero puede reconstruir la historia del hombre”, dice Valadez.
“Es casi seguro que los muy pocos perros que lograron rebasar Centroamérica y abrirse paso en Sudamérica, donde sí pudieron asentarse, tuvieron que haber cruzado zonas estrechas y peligrosas”, agrega.
Entre estos estarían los perros sin pelo, que datan de hace 1.600 años, representados en piezas arqueológicas de México y Perú.
Lea además: Tikal: los nuevos hallazgos que revelan que fue una gran metrópoli multicultural maya
Pendiente de estudio
La pieza está bajo el resguardo del Museo Nacional de Costa Rica. “Podría ser el perro más antiguo de América”, añade Vargas. El fósil de perro de mayor antigüedad en el continente fue hallado en Alaska y data de hace 10 mil 150 años.
Los investigadores recibieron una oferta de la Universidad de Oxford para hacerle estudios de ADN mitocondrial y carbono-14 absoluto al dentario de Centroamérica. Estos permitirán descubrir más información genética y precisar la antigüedad.
Para reidentificar el fósil, el Museo requiere que la investigación sea validada por una publicación especializada.
Según Vargas, “este descubrimiento del perro sería la primera evidencia humana en Costa Rica de un período bastante anterior y confirma la teoría de las migraciones humanas hasta poblar el continente”.
“Nos demuestran que había sociedades que podían tener perros, que tenían excedente de comida, que tenían perros por gusto, no eran perros para la guerra que podían hacer daño, como por ejemplo, los perros que trajeron los españoles desde su segundo viaje [durante la colonización], que eran para matar”, consideró.