Los estudios divulgados por la NASA revelaron que el ADN de Scott “aumentó la longitud de sus telómeros”, es decir, los extremos de los cromosomas; además, “disminuyó los niveles de metilación de ADN”.
Aparte, entre los cambios visibles en el cuerpo del astronauta resalta que creció unos cinco centímetros durante su aventura espacial, debido a las condiciones de gravedad que imperan en la Estación Internacional, lo que causó que la columna vertebral de Scott se estirara.
Ese tipo de cambios ya eran previstos por científicos, quienes aseguran que después de un periodo en la Tierra se revertirían, aunque las modificaciones genéticas no darán marcha atrás.
Las repercusiones de haber estado 340 días en el espacio también le causaron diversos dolores a Scott, quien expresó que luego de su regreso sufrió dolor en tantos músculos y articulaciones que no sabía decir con exactitud qué parte del cuerpo le dolía más.
“Estoy sorprendido de cuán distinto me siento físicamente, en comparación con la primera misión que hice”, dijo luego de completar su misión.
Otra de las dificultades que enfrentó Scott fue la poca puntería al lanzar objetos, causado por el cambio que experimentó su cuerpo y al que se acostumbró, luego de estar sometido a la microgravedad por tanto tiempo.
Los estudios servirán a la NASA para conocer más de los cambios que sufre el cuerpo humano al enfrentar más misiones de larga duración, como eventualmente la agencia y la comunidad internacional de científicos planificarían.