“Los padres no deberían avergonzar a sus hijos cuando visitan la escuela. Aquí no hay un Mi vestido, mi elección” , añadió en alusión al lema bajo el que se celebraron multitudinarias protestas en Nairobi el pasado noviembre para defender el derecho de la mujer a vestir como quiera.
Las protestas, organizadas bajo la máxima “My dress my choice” (“Mi vestido, mi elección”), sacaron a la calles de la capital keniana a numerosas mujeres y activistas para denunciar el ataque a una joven que fue desnudada en público por una turba que consideraba que vestía de manera “indecente” y que era una “Jezabel” (prostituta bíblica) que estaba “tentándoles”.
El director de la escuela en Vihiga, quien es también el presidente de Asociación de Escuelas Secundarias de la zona, señaló que su colegio fue fundado en los valores cristianos y que éstos deberían ser observados “por profesores, alumnos y sus padres”.
“Como progenitoras, deberían vestirse de manera sencilla, humilde y elegante”, concluyó.
Kenia cuenta con un 75 % de cristianos (la mayoría protestantes) y un 10 % de musulmanes, pero la censura a la forma de vestir de sus mujeres traspasa los límites de la religión.
Así, los hombres kenianos recurren a la “cultura” y “tradición” africana en un intento de justificar la subordinación a la que está sometida la mujer.
Para muchos, la minifalda es una costumbre traída de Occidente, impura e indecente, y que carece de tradición africana.
Por eso, una parte de la sociedad keniana “justifica” los ataques a mujeres en aras de la decencia.