Uno de los testimonios que escuchará el juez B de Mayor Riesgo, Miguel Ángel Gálvez, entre el 24 y 28 de septiembre, es el de Luz(*), quien ahora tiene 56 años.
Ella no habla español, por lo que rendirá testimonio en quekchí. La mujer relata cómo soldados de los destacamentos de Pataxté y Tinaja llegaron a su casa, golpearon y se llevaron a su esposo a bordo de un tractor.
Para Luz, eso solo era el inicio del sufrimiento, pues frente a sus hijos, de 4 y 6 años, fue violada por cuatro militares, quienes, no satisfechos del daño, le ordenaron que saliera de la casa, la cual quemaron frente a ella, con los animales, comida y enseres que había dentro.
La crueldad fue tal, que Luz recuerda que se llevaron a 18 hombres y en todos los casos quemaron las casas. Incluso, el hijo de uno de ellos murió de hambre.
Los planes para Luz y otras vecinas de su comunidad, en Panzós, Alta Verapaz, no terminaban allí, ya que fue obligada a vivir junto a sus hijos en el destacamento de Sepur Zarco, en el área del Polochic, en el límite entre Izabal y Alta Verapaz, donde dos comisionados militares le ordenaron servir a los soldados. “Ellos eran los encargados de reunir a las viudas”, recuerda.
Para el descanso
El destacamento funcionaba como centro de recreación y descanso de la tropa, asegura Lucía Morán, directora ejecutiva de la organización Mujeres Transformando el Mundo.
Ese dato coincide con el testimonio de Luz, quien relata que incluso tenía órdenes de horas y turnos que debía cumplir en el destacamento, para lavar la ropa y cocinar para los militares.
Pero en cada turno, el cual era cada tres días en la mañana y en la tarde, un número no menor de cuatro, hasta seis soldados, abusaban de ella en cualquiera de los horarios.
Los abusos sexuales se cometían con tanta libertad que podían ser en una garita, en la orilla del río que pasaba por el lugar o en un cuarto del destacamento, siempre con pistola en mano o con la salvedad de que “somos la ley”. En cada ocasión eran diferentes militares, añade Luz.
“Estos abusos sexuales ocurrieron cada vez que llegué a hacer turno, y fueron por los ocho meses que estuve en el destacamento militar cocinándoles a los del Ejército. Casi siempre fue un grupo de seis soldados, solo que eran distintos, por cada turno”, recuerda.
Ella asegura que lo más que pudo hacer fue salir del destacamento, aunque dejó de ser violada, pero debía continuar cocinándoles desde su casa.
Morán asegura que este es el primer caso del conflicto armado que vincula el poder directamente con la violencia política de ese momento, pues empresarios de ese entonces pidieron destacamentos para asegurar sus fincas y evitar que campesinos titularan supletoriamente las tierras.
Todos los hombres detenidos eran líderes que buscaban titular sus tierras.
Cadenas de mando
El proceso abarca a miembros de cuatro cadenas de mando del Ejército de ese entonces, según Morán.
Esta es la primera vez que una corte nacional conoce este tipo de procesos penales, ya que los anteriores fueron conocidos por tribunales internacionales.