UKEMIK NA’OJ
8 B’atz’ y 20 de octubre
Este 18 de octubre, personas, familias y comunidades de origen maya, ladino-mestizo y de otras nacionalidades celebramos el Wajxaqib’ B’atz (8 B’atz’), es decir el inicio de un nuevo ciclo del calendario lunar maya, de manera similar al período de gestación humana, que dura nueve meses. Se traduce al español como ocho hilos de la vida y representa el cordón umbilical, o sea la secuencia temporal de nuestras vidas.
En ese día celebramos la existencia del universo, porque sin la tierra, el agua, el viento, el fuego, los bosques, los animales, los minerales y los astros, la humanidad no existiría; en ese sentido son como la madre que nos alimenta, nos abriga y hace posible la existencia. Esta ética de vida que nos legaron las ancestras y ancestros mayas nos lleva a conmemorar la existencia de la humanidad, su diversidad, su capacidad creadora y transformadora. En suma es un día de dignificación de la vida personal, familiar y comunitaria.
Es el día en el cual se realizan, bajo la dirección de las y los Ajq’ijab’, K’otz’i’j (meditaciones y diálogos en flor con el fuego) en los T’ab’al Tzij, comúnmente traducidos al español como Altares Sagrados. Esos grandes y pequeños cerros, cuevas y valles son lugares energéticos donde se medita y reflexiona para buscar la paz interior y fortalecer la conciencia individual y colectiva. Con ello se reafirma nuestro compromiso social y político para tejer caminos conducentes a la construcción de la justicia y la paz social.
Resulta una positiva casualidad que el Wajxaqib’ B’atz’ y el día 20 de octubre (Día de la Revolución de 1944) estén cercanos, porque este último representa la concreción de un proyecto político emancipador, nacido de un movimiento social plural, comprometido con la superación de las injusticias sociales y la construcción de una nueva sociedad. Proyecto que floreció hasta que las fuerzas de Xib’alb’a lo cortaron con la contrarrevolución de 1954, que luego fue la base del sanguinario y represivo genocidio.
Ese proyecto político emancipador fue la certeza de una generación que tuvo la fuerza, la convicción y la visión de empezar a transformar de fondo la historia de opresión, represión, miseria y expolio que pesaba y aún pesa sobre Guatemala.
Con el espíritu del Wajxaqib’ B’atz’ y los logros de la primavera democrática debemos encarar este 25 de octubre, día de elecciones presidenciales, donde no nos han dejado opción para elegir democráticamente. La esperanza está entonces en el resurgimiento de la conciencia colectiva de la ciudadanía plural y multicultural, observada en las sucesivas y masivas manifestaciones que se realizaron del 25 de abril al 27 de agosto. Digo esto porque el fantasma de la contrarrevolución, de Xib’alb’a, amenaza con volver y en tales condiciones la debilitada institucionalidad democrática corre el riesgo de desmoronarse.
Las manifestaciones deberán continuar, formando un frente común y plural que articule lo urbano y lo rural, los pueblos maya, ladino, xinka y garífuna, así como a los sectores depauperados con las capas medias en una lucha contra la ignominia, la corrupción y la impunidad, a favor de la transformación para la vida digna.